Por esos años estaban todos recontra colocados. Los músicos y sus acompañantes viajaban en micros y dormían donde podían; a veces les tocaba en suerte una cama. Pero en otras la cama no era necesaria: estaban tan pasados que amanecían después del concierto en las escaleras de algún bar rodeados de botellas vacías o en los asientos de un micro. Estamos hablando de Bob Dylan y tantos otros que se sumaban en el camino y que dieron forma a la Rolling Thunder Revue. Fueron 57 recitales entre 1975 y 1976 para presentar el disco Desire. La canción de apertura es Hurricane, dedicada al boxeador negro Rubin Carter, detenido y condenado a perpetua por un triple crimen que no cometió. Y entre los que se sumaron a la caravana estaba nada menos que Muhammad Alí.

Todo empezó cuando Dylan leyó la autobiografía de “Hurricane” Carter, The Sixteenth Round. Se conmovió tanto que lo fue a conocer a la cárcel de Nueva Jersey donde cumplía condena. Carter había tenido una infancia dura y de pobreza. Ya de pequeño había cometido delitos menores. Como boxeador, no era de primera línea, pero sí conocido. Y mulsulmán, todo un desafío para la época. Así que al momento de la condena, tenía todo servido como para encajar en el estatus de la delincuencia.

Después de aquella visita, Dylan se cruzaría con el compositor y productor Jaques Levy, con quien empezó a trabajar sostenidamente en letras de canciones. Juntos escribieron la historia de Hurricane, quien al enterarse de la composición no paró de llorar: nadie había hecho tanto por su causa. Hurricane tiene 8 minutos de música y crónica de los hechos. Comienzo con un sonido de guitarra que se volverá icónico y enseguida la voz de Dylan; y la batería, y la armónica. Dylan en estado puro. Hubo que cambiar la letra para evitar problemas legales. Levy la modificaba a medida que se telefoneaba con un abogado. Pero la canción ya estaba camino de convertirse en himno. Y sería emblema de aquella gira.

Ahí aparece Muhammad Alí. Antes preso por negarse a combatir en Vietnam, despojado de títulos y de peleas, fue una de las voces que más gritó por los derechos raciales tan menospreciados en Estados Unidos. Y se hizo bandera del reclamo de Hurricane. Así que se sumó a la Rolling Thunder Revue, en la que también estaban el poeta beat Allen Ginsberg y en algún momento hasta Stevie Wonder. La gira se presentó en diversos pueblos con entradas agotadas. Dylan cantaba, Joan Baez lo acompañaba, Ginsberg leía poemas y tantos otros hacían performances teatrales y protagonizaban romances bajo el escenario.

El 8 de diciembre de 1975 terminó la primera etapa de la gira con un concierto en el Madison Square Garden a beneficio de Carter. Esa noche Alí se subió al escenario y llamó por teléfono al mismo Carter para contarle lo que estaban haciendo. “Cuando me pidieron que viniera aquí esta noche, me pregunté quién era ese tal Bob Dylan. Entonces apareció y vi que toda esta gente viene y paga dinero, y pienso: este Bob Dylan debe tener algo. Yo creía que era el único que podía llenar este sitio hasta arriba. (...) Aunque no es tan guapo como yo, tienen que admitirlo. Pero ahora sólo quiero decir que es un placer ver a tal cantidad de gente aquí esta noche, especialmente cuando es por la causa de ayudar a un hombre negro que está en la cárcel”, se presentó Alí según el testimonio del periodista Sam Shepard, quien viajó con la caravana para escribir un guión que nunca se hizo. 

Lo que salió, en cambio, fue su clásico libro Rolling Thunder: con Bob Dylan en la carretera. Un ayudante le acercó un teléfono a Alí para que hable con Carter. “Tenemos al señor Rubin Huracán Carter y ustedes podrán escuchar su voz mientras habla conmigo”, anunció. “Estoy sentado en la cárcel y pensando que es un acto auténticamente revolucionario que tanta gente se reúna por alguien que está en la cárcel”, inició Carter. “Escucha, Rubin, prométeme sólo una cosa. Si sales de ahí, no vengas directo a desafiarme por el título, ¿vale?”, le ironizó Alí. Cuando cortaron, Alí soltó: “Ahora, damas y caballeros, quisiera presentarles al próximo presidente de los Estados Unidos…”. Pero sigue hablando y no presenta a Dylan. Quiere alargar su protagonismo y el público lo abuchea. Solo lo salva que Dylan irrumpa en el escenario sin finalmente ser presentado.

El 25 de enero siguiente se hizo otro recital para recaudar más fondos. En el Astrodome de Houston, Texas, La noche del Hurricane II no convocó tanta gente. Ni siquiera alcanzó con la presencia de Stevie Wonder. Hubo mal sonido y el recital no fue bueno. Pero entre los dos conciertos benéficos se recaudaron 600 mil dólares que, descontando impuestos, dejaron cien mil para ayudar a Carter.

El impulso de Dylan y Alí no fue en vano. Dos meses después el Tribunal decidió un segundo juicio. Dos testigos se desdijeron y Carter quedó en libertad condicional. “La solicitud hecha por Rubin Huracán Carter de un nuevo juicio por su condena por triple asesinato obtuvo un gran impulso por parte del Tribunal Supremo de Nueva Jersey, que prometió revisar el caso de modo acelerado. La acción anula la de un tribunal de apelación intermedio que a principios de año dictó el juez Samuel A. Larner, del Tribunal Superior, y que denegó un nuevo juicio a Carter y al otro acusado, John Artis. Carter, ex boxeador de peso medio, dice que es inocente de los asesinatos en un bar de Paterson en junio de 1966 por los que Artis y él fueron condenados en 1967. Dos testigos clave de la acusación que habían situado a Carter y Artis en la escena del crimen se han retractado de partes sustanciales de su testimonio”, informa la Agencia de noticias AP. Sin embargo, lo vuelven a condenar y Carter queda en prisión hasta 1985, año en el que sí se demuestra que estaba injustamente preso.

El 14 de diciembre de 1999 en los Estados Unidos se presentó la película The Hurricane, protagonizada por Denzel Washington. Carter para entonces era una celebridad. Su vida no sólo puede verse en esa película o leerse en su autobiografía. En cada libro sobre Bob Dylan aparece Carter. Hay también biografías y ensayos judiciales.

El 7 de noviembre de 1985 la Justicia dictaminó su inocencia y quedó libre. Se fue a vivir a Canadá y dirigió una fundación para defender a los injustamente condenados. Tenía 76 años y hacía dos que luchaba contra un cáncer de próstata cuando murió, el 20 de abril de 2014. Vivió lo suficiente como para ver un presidente negro en los Estados Unidos. Pero nunca hay suficientes: a Obama le siguió Donald Trump.