Hoy, en un nuevo capítulo de “Un nuevo día, una nueva distopía” llega: “El primer concurso de belleza para modelos hechas con IA”. Así es: mientras en estas latitudes estábamos debatiendo si corresponde o no seguir coronando a la reina del chancho asado con piel o el salame picado fino, en otro plano del mundo virtual se lanzó el WAICA. ¿Qué es eso?El World’s First AI Creator Awards, es decir: el primer concurso global para creadores de modelos hechas con inteligencia artificial. A casi 70 años de la creación del icónico Miss Universe, llega esta nueva propuesta que medirá a concursantes hechas con inteligencia artificial.

Pero la cosa se pone bastante más meta cuando vemos quiénes son los jueces del contest: Sally-Ann Fawcett, una historiadora y concursante de belleza; Andrew Bloch, un PR (obvio) y atención acá: dos mismísimas modelos hechas con IA. Emily Pellegrini, que tiene 280K followers y Aitana López, que suma 311K. Aunque Aitana es la cara visible de una agencia catalana de modelos de IA, el desarrollador de Emily todavía permanece en el anonimato.

A pesar de que ambas señalan en sus perfiles de IG que son modelos virtuales, muchos de sus followers pasan por alto este dato (o eligen subirse a la locomotora de la fantasía) y les dejan comentarios resaltando que se merecen un descanso después de tanto work-out, que cada día son más hermosas y se ven más frescas,e incluso les hacen propuestas románticas. Emily está un poco misteriosa y borró todas sus fotos, pero Aitana sigue súper activa mostrando sus postales en el gim y en su casa, donde siempre estrena un look nuevo y no tiene ni un pixel de sudor. Llama la atención que en todas las fotos Aitana sale con la boca cerrada.

Aitana López, 311k de seguidores en instagram, jurado IA


¿Y qué parámetros se van a evaluar? Obviamente, la parte técnica de la criatura, pero también su presencia en las redes sociales porque, obviamente, ¿qué es una modelo sin su comunidad de followers? Si un árbol se cae en el medio del bosque y nadie lo escucha, ¿hace ruido? Entonces, está el tema del Clout, que es un número que mide “la interacción con los fans, la tasa de crecimiento de la audiencia” y cómo utilizan sus plataformas las chicas. ¿O por qué piensan que ahora, cada persona que quiere ser popular en IG, también pone en su bio cuantos seguidores tiene en TikTok? Vivimos en una góndola de Coto y ya no hay precios cuidados, nuestros potenciales followers no tienen tiempo que perder y no van a interesarse en nuestro IG si tampoco tenemos una presencia impactante en otra red. Nuestra existencia virtual, presencial, androide o semi humana tiene que justificarse y eso se hace a través del Clout.

Pero, antes que nada, estamos en un concurso de belleza. Y justamente el jury va a evaluar “los aspectos clásicos de la belleza” que se contemplan en este tipo de galas, incluyendo la pose y que respondan preguntas como "si pudieras tener un sueño para hacer del mundo un lugar mejor, ¿cuál sería?". Buenísima pregunta. ¿Sueñan las modelos de IA con ovejitas prompteadas? ¿A qué aspira mi IA para hacer un mundo feliz? Se la acabo de preguntar a mi chat GPT. Me dijo: “Si pudiera tener un sueño para hacer del mundo un lugar mejor, sería que todas las personas tuvieran acceso a una educación de calidad, oportunidades equitativas y un ambiente donde la compasión y el respeto mutuo fueran los pilares de la sociedad”. Equitativo, mm… Ojo con esa palabra. Puede decodificarse como una vocación soviética. ¡Que mi chat diga si es Kirchnerista!

Si pensamos en concursos de belleza tenemos que mirar, obviamente, a Miss Universe. Desde la oleada feminista del 2015, donde ver mujeres con las costillas marcadas caminando en bikini empezó a ser un poco más problemático que lo habitual, MU hizo todo lo que tuvo a su alcance para mantenerse relevante. El año pasado admitió, por primera vez, que participen concursantes que sean mamás, que hayan estado embarazadas, estén casadas o divorciadas. Aunque MU no tiene límite de peso o altura, en su última edición, por primera vez, participó una modelo con una corporalidad que la revista Cosmopólitan calificaría como “Curvy”, o sea: un cuerpo normal. Y, además, este concurso ya no tiene límite de edad. Hasta el año pasado solo admitían menores de 28, pero acaba de ser noticia Alejandra Marisa Rodríguez, la platense que podría llevarse la Corona Universal, una mujer de 60 años que se ve incluso más juvenil que esta cronista, que pisa los 33.

Toda esta vocación “progre”se inscribe dentro de un contexto donde el feminismo mainstream corpo-friendly empezó a exigir nuevas narrativas orientadas a un mundo más “inclusivo”. Entonces, MU empezó a mostrarse a sí mismo no como un beauty contest, sino como un faro de inspiración y de empoderamiento de mujeres guerreras de todo el mundo, que contempla todos los tipos de belleza. Sin embargo, para sorpresa de nadie, finalmente todas miden casi dos metros, pesan casi nada, responden las mismas preguntas predeterminadas y los rasgos étnicos son lo más parecidos posibles al ideal de belleza blanca occidental. Simplemente googlén quienes fueron las últimas Miss Bolivia.

Emily Pellegrini, jurado IA

No sorprende que, pasada la oleada feminista y acentándose cada vez más una subjetividad patriarcal y conservadora, alineada con los valores de la ultraderecha, estos concursos de IA tengan más relevancia. De alguna forma, codifican un nuevo ideal de perfección para las mujeres: directamente, que no existan. Que no hablen. Que no tengan pareja, ni mamá, ni amigas, ni abuelas, ni proyectos, ni frustraciones, ni infancia, ni paso por la tierra, ni poros, ni canas, ni estrías, ni grasa mal acomodada, ni un gato al que le tienen que cambiar las piedritas, una heladera con medio limón seco adentro, ni un buzo de su viaje de egresados que se niegan a soltar. Maquillaje vencido en un necesaire en la mesa de luz. Innecesario, ¿para qué? Mejor que no se quejen, que estén siempre disponibles y complacientes, 24/7.

Alejandra Marisa Rogriguez, Miss Universo Argentina a los 60.

Hechas a la medida de las ficciones de porn hub de sus desarrolladores y de las demandas de sus followers, casi todos varones. Mezcla de pinochos, muñecas inflables, funcionales y maniquíes de alto rendimiento y bajo mantenimiento: siempre listas para cumplir todos tus sueños, ¡no importa cuando leas esto! Feministas no, femeninas. Que habiten en el vacío. Que el tiempo no las atraviese. Que sean una experiencia ideal de compañía para una realidad cada vez más alienante. No importa si son reales o no, ¿qué es una “mujer real”, al fin y al cabo? ¿Nuestra información almacenada en servidores lejanos? ¿La curaduría que hacemos de nuestras redes sociales? ¿Nuestra huella virtual? ¿Una incubadora? ¿Quién quiere una mujer real, al fin y al cabo? ¿A quién le importa una mujer real, al fin y al cabo?

Como dice la canción de Serú Girán (hay que volver a los clásicos, siempre, ante la duda): “Qué bueno estar en la playa cuando se han ido, 

Los que tapan toda la arena con celofán,

Recordar las estrellas que hemos perdido

Y pensar a ciencia y verdad nuestro porvenir

¿Será como yo lo imagino o será un mundo feliz?”.