No es extraño que Bruce LaBruce haya elegido para su nuevo film la estética y el formato típico de las películas clase B de ciencia ficción protagonizadas por científicos locos y resucitadores de cadáveres como Frankenstein, Re-Animator o algunas más bizarras como Ellos salvaron el cerebro de Hitler. Y es que la historia real de la vida, muerte y derivas post-mortem que rodearon a la figura de la alemana Ulrike Meinhof, en quien se basa esta película protagonizada por su actriz fetiche e ícono queer Susanne Sachsse, parecen directamente salidas de ese mismo ámbito fantástico y paranormal. Feminista, periodista, pluma fundamental para la desnazificación alemana en un país signado por el autoritarismo y la represión policial con aún 1800 criminales de guerra nazi ejerciendo cargos públicos, Ulrike fundó la RAF-Fracción del Ejército Rojo -una organización armada de izquierda radical anticapitalista- que integró desde comienzos de la década del 70 hasta su sospechosa muerte en 1976, luego de cuatro años de prisión bajo la acusación de terrorismo, causada por un supuesto suicidio que derivó en el tráfico clandestino de su cerebro para someterlo a experimentos médicos con el fin determinar, al mejor estilo lombrosiano, las causas “científicas” de su desviado accionar revolucionario. 

Penetrando ese contexto histórico bizarro y tomando como antecedentes estos hechos increíblemente reales, Ulrike’s Brain narra la odisea presente de la Dra. Julia Pfeiffer junto a una heladera portátil que la acompaña a todos lados con el cerebro rescatado de Ulrike Meinhof, con el cual se comunica telepáticamente mientras realiza la búsqueda incansable de un cuerpo femenino para implantar el órgano en cuestión, revivirla y recomenzar la revolución feminista truncada años atrás. Mientras tanto, en un cine del otro lado de la ciudad dos chongos neonazis cogen frente a un documental sobre Adolf Hitler al costado de su líder y archirrival de Ulrike, el ocultista de extrema derecha Detlev Schlesinger, que tiene en su poder las cenizas de Michael Kuhnen, el líder gay del movimiento neonazi alemán que ganó popularidad y adeptos en los años ochenta hasta que murió de sida en 1991. Con motivo del estreno del film en el Festival Asterisco, Soy dialogó en exclusiva con su director, escritor y productor Bruce LaBruce sobre la figura radicalizada que representa Ulrike Meinhof hoy en un contexto de crecimiento de las extremas derechas en todo el mundo, acompañadas de un amplio apoyo de sectores lgbt, mientras se banalizan las luchas urgentes y se cajonean los reclamos más fundamentales.

¿Por qué elegiste este momento para revivir a Ulrike Meinhof?

-Porque su visión sobre el feminismo es más relevante que nunca. Ella estaba totalmente en contra del post-feminismo, la idea de que las mujeres deberían tratar de competir por igual con los hombres en el sistema capitalista corrupto existente. Además consideraba que conquistar los mismos derechos que ellos en un orden injusto era una estrategia fallida. ¡Por eso debería ser devuelta a la vida!

¿Cómo llegaste a fascinarte por su cerebro?

-Me interesé en la Fracción del Ejército Rojo cuando era un punk rocker en los años ochenta. Había un libro sobre ellos llamado Los niños de Hitler que mis amigos y yo nos pasábamos y leíamos. Mucho más tarde, en 2005, decidí hacer The Raspberry Reich, una película sobre la RAF. Fue entonces cuando realmente investigué sobre la organización y me metí en todas las minucias de las circunstancias de sus vidas y sus muertes en la prisión de Stammheim, los rumores, los secuestros de cerebros y las teorías conspirativas. Además de que Ulrike era extremadamente glamorosa y esa es otra buena razón para traerla de nuevo.

Y también decidiste resucitarle al líder neonazi gay Michael Kuhnen

-Ulrike’s Brain es también una acusación salvaje sobre el resurgimiento de la extrema derecha en Europa y Estados Unidos. Michael Kuhnen era un neonazi gay, un tema que exploré previamente en mi película Skin Flick, que aborda la relación histórica entre la homosexualidad y el fascismo. Pero Ulrike’s Brain es un cuento con moraleja sobre la extrema derecha, el neofascismo, y la extrema izquierda, el neoestalinismo. La izquierda establecida en Estados Unidos ahora es terriblemente problemática en sus intentos de controlar el lenguaje y el deseo, su tendencia a la censura y la negación de la libertad de expresión… estoy tan desilusionado con la izquierda que ya ni siquiera me identifico como izquierdista. ¡Me considero un centrista radical!

 

NO HAY DOS SIN TRES

Hermana de The Misandrists, estrenada en el país en el último Bafici, ambas películas se sirven de un lenguaje romántico en el que la revolución anárquica, feminista y lesbofeminista es una proclama por la insurrección radical ante a una sociedad patriarcal, falocéntrica y decadente. A su vez, Ulrike’s Brain opera como una suerte de secuela de The Raspberry Reich, un film más antiguo de LaBruce en el cual una aspirante a líder terrorista de extrema izquierda que se identificaba a sí misma con Gudrun Ensslin, de la RAF, sostiene que la revolución social debe incluir a la revolución homosexual, por lo que hace que sus seguidores heterosexuales se cojan entre ellos para demostrar su compromiso revolucionario. Este triángulo cinematográfico escribe un manifiesto estético-terrorista sobre los métodos de acción de décadas turbulentas que parecen apuntar con asco contra el asimilacionismo presente, el discurso políticamente correcto y el establishment lgbt. 

¿Ulrike’s Brain, The Misandrists y The Raspberry Reich se complementan en un trío amoroso?

-The Raspberry Reich no incluía la revolución lesbiana, así que hice The Misandrists, sobre un grupo de separatistas feministas terroristas protagonizada también por Susanne Sachsse como su líder: Big Mother. Investigué la película volviendo a leer El segundo sexo de Simone de Beauvoir y también los ensayos recopilados por Ulrike Meinhof de la revista Konkret, que ella escribió entre 1960 y 1970 bajo el título de Algunas personas hablan sobre el clima. Nosotros no. Para hacerlo aún más complicado, The Misandrists contiene una película dentro de la película, que es un extracto de Ulrike’s Brain. O sea, ¡Big Mother fue actriz antes de convertirse en terrorista lesbiana y Ulrike’s Brain fue la única película en la que apareció!

Tanto en Ulrike’s Brain como en The Misandrists aflora un idea de acción directa terrorista en el marco de una posible revolución feminista y lesbo feminista.

-No exactamente. Ambas películas, junto con The Raspberry Reich, en realidad apoyan ciertos aspectos de la extrema izquierda, pero también la critican de manera bastante mordaz. Aunque en The Misandrists la revolución de Big Mother es tentadora y seductora, hay ciertos aspectos que son problemáticos: no practica lo que predica, es dictatorial y aún refuerza las jerarquías, le rinde homenaje a la denuncia de la violencia y sin embargo practica la “contraviolencia”, como la denominó Ulrike Meinhof. Entonces, aunque ambas películas respaldan el atractivo romántico de los movimientos revolucionarios, también sirven como advertencia sobre las trampas del extremismo. 

¿Y qué lugar le reservás a la posibilidad de una revolución como medio de transformación?

-Todas las revoluciones están condenadas al fracaso. Finalmente sus miembros son cooptados o asimilados, y en el peor de los casos, los oprimidos se convierten en los opresores. El truco está, parafraseando a Jean Genet, en apoyar los momentos revolucionarios en el mundo, pero abandonar las revoluciones o incluso volverse contra ellas cuando se diluyan o se corrompan.

AL FONDO A LA DERECHA

Mientras el cerebro de Ulrike espera un cuerpo para volver a las andadas, en otro rincón de la ciudad un grupo de neonazis homosexuales realiza unos extraños ritos de resurrección corporal para devolver a la vida a Michael Kuhnen, el famoso agitador neonazi de extrema derecha que apoyó abiertamente el nazismo en la década del ochenta mientras proclamaba públicamente la fundación del Cuarto Reich, a partir de acciones violentas y la formación de un sinfín de grupos armados que lideró hasta que hizo pública su homosexualidad, y finalmente, falleció en 1991 por complicaciones de salud relacionadas con el vih/sida. Ulrike’s Brain erige dos bloques enemigos y mortalmente monstruosos que, aunque en sentidos bien diferenciados, están a punto de volver a la vida enfundándose como líderes extremos enredados en una disputa por lo que queda del mundo.

¿Creés que una transformación social por la vía política forma parte del show business, como parece sugerir la escena del casting y el debate televisivo sobre la búsqueda del cuerpo para el cerebro de Ulrike? 

-El mundo ahora es básicamente un gran reality show televisivo. El líder del “mundo libre” es una estrella de reality show que gobierna por decreto vía Twitter, por lo tanto tenía sentido para mí que la búsqueda del cuerpo para el cerebro de Ulrike se convirtiera en una especie de competencia de belleza televisada. Esto no es ciencia ficción, sino realmente cómo se juega la política y la guerra modernas, como entretenimiento para las masas, un espectáculo que se ve en los noticiarios de 24 horas, la búsqueda constante de nuevos conflictos, nuevas conflagraciones, nuevas catástrofes...

Nuevas derechas también apoyadas masivamente por muchas personas lgbt

-En mi película Skin Flick exploré la relación histórica entre homosexualidad y fascismo, evidenciada por Ernst Rohm y la SA del Tercer Reich, por Mishima en Japón o por Zhirinovsky en Rusia. Como Rohm, Michael Kuhnen creía que la pureza masculina de la unión homoerótica y homosexual dentro de los movimientos extremadamente derechistas era esencial para su éxito. Se trata también del fetichismo masculino: el fetiche de la bota, el uniforme, el modo fastidioso, el estilo de vida regimentado. Es una especie de sublimación del deseo homosexual en el que su energía homoerótica se transfiere a la militancia y la acción política. 

Las cenizas de Kuhnen, que utilizan en el rito para resucitarlo en el film, acarreaban paradójicamente con una historia real de estigmatización por su enfermedad.

-Me pareció fascinante que nadie quisiera enterrar las cenizas de Kuhnen, patologizadas por la mancha del sida, en suelo católico consagrado como lo estipuló su propia voluntad. Tanto el cerebro de Ulrike como las cenizas de Kuhnen se pasearon durante años sin encontrar un lugar de descanso definitivo. ¡Y lo que no está enterrado siempre regresará para perseguirte!l

Viernes 3 a las 22 en el Malba, Av. Pres. Figueroa Alcorta 3415, y sábado 4 a las 18.30 en Gaumont, Av. Rivadavia 1635.