Para la fotógrafa estadounidense Kerry Mansfield, la belleza está en la imperfección: es modesta, espera pacientemente hasta ser encontrada. Ella la halló en las portadas gastadas de libros viejos que -demasiado manchados, demasiado golpeados, demasiado deshojados- han sido exiliados de las bibliotecas que alguna vez habitaron. Libros que han pasado de mano en mano, que han recorrido estados. Y que, una vez “descartados”, han acabado en ventas de garaje, mesas de saldo, casas de donaciones, tiendas de segunda, tercera mano, abandonados a una suerte agridulce… Estos son los lugares que la artista lleva años recorriendo, amén de rescatar lo que -a su consideración- son genuinas reliquias sobre las que el paso del tiempo -y del uso- ha dejado marcas. Pues, a glorificar las marcas y los tomos dedica su serie Expired (en criollo, “Expirado”): imágenes que no eternizan tomos cuidadosamente preservados sino aquellos tan pero tan usados que ameritan celebración. 

“Cada fotografía sirve como homenaje a la historia detrás de esos libros, evocada a través de ecos palpables en sus páginas: notas garabateadas en un margen, amarillentas salpicaduras de café, pegajosas huellas de mantequilla de maní y jalea… Es fácil dejarse invadir por una sensación de pérdida, pero estos libros dicen mucho más: muestran la evidencia de todos los que los han tocado, porque fueron bien leídos y bien amados. Ahora tienen una vida nueva: como retrato o registro de la experiencia compartida de lectura del libro de biblioteca”, ofrece KM sobre su objeto de devoción, sin dejar de manifestar cierta inquietud frente al rápido reemplazo del papel por versiones virtuales, descargables “y otras novedades plásticas”. Tiempo atrás, vale sumar, Mansfield hizo olas con su serie Aftermath, donde documentaba su personalísima batalla contra el cáncer de mama con autorretratos crudos que acompañaban dos años de su vida: el diagnóstico, el tratamiento, la cirugía reconstructiva. “Mientras los doctores, con sus bisturíes y su química, rompían la estructura física en la que yo habitaba, la relación entre el ser celular y el ser metafísico se volvió, para mí, evidente”, contaba entonces la mujer que -colorido dato local- expuso las mentadas imágenes en Buenos Aires, en el Centro Cultural Borges, en el marco de la Bienal Internacional de Fotografía Artística y Documental de 2012. 

Más en kerrymansfield.com