El psiquiatra y psicoanalista francés Guy Briole observa la locura desde una perspectiva que trasciende los límites convencionales, no limitándose a una visión clínica o sociológica, sino que explora las múltiples facetas y expresiones de la locura en diversos contextos. Su lectura es la de un psicoanalista orientado por la enseñanza de Lacan. Así, delimita claramente que su esencia trasciende la mera categorización de la enfermedad mental, y a pesar de los avances científicos y el pensamiento racional predominante en las culturas occidentales, plantea que la locura conserva un ámbito que se resiste a ser completamente asimilado por estos, persistencia de un elemento inasible, una libertad inherente que no se somete a las normativas sociales ni científicas, manifestándose en un discurso no regulado por otros. Este punto de vista es el que adopta en el libro Monólogo compartido con la locura (Grama Ediciones). 

En cada sección de este monólogo compartido con la locura, Guy Briole ofrece una nueva perspectiva, a través de relatos de casos de su práctica y reflexiones que ilustran la diversidad y singularidad de cada uno de ellos, desafiando las ideas preconcebidas y abriendo caminos a una comprensión más profunda y matizada de lo que se denomina genéricamente como “locura”. "Buscando un título para mi libro, cuando encontré esta fórmula he pensado que era otra manera de decir los malentendidos de las conversaciones de uno con otro. ¿Cómo escucharse mutuamente? ¿Cómo adaptar sus orejas para poder atrapar lo que dice el otro y, singularmente, el que llamamos 'el loco'? Si el loco habla muy a menudo por él mismo o por seres imaginarios, ocurre también que se dirige a un psicoanalista", señala el especialista, que fue director del Hospital du Val-de-Grace en París y es miembro de la Escuela Lacaniana de Psicoanálisis (ELP). 

--Usted plantea que no necesariamente la locura se opone a la razón. ¿Es un pensamiento que es superador respecto de como lo entendía la Modernidad (Iluminismo)?

--Sostengo que la locura no tiene como partenaire a la enfermedad mental, sino a la razón. De hecho, la locura y la razón van de la mano, oponiéndose la una a la otra. Usted menciona con razón el Iluminismo del siglo XVIII. Los pensadores y filósofos de este movimiento se oponían sobre todo a la fe religiosa como forma de entender el mundo y a la autoridad transmitida en la filiación de los reyes. La razón era el concepto central de que el desarrollo científico justificaría y conduciría al progreso de la humanidad. Éste era el humanismo del Iluminismo. En mi libro destaco al menos dos filósofos: Erasmo, el cual en su Elogio de la locura ataca los hombres de la Iglesia y su dicha infalibilidad como la inhumanidad de la sociedad de su época. Es un elogio irónico de la locura que contrapone a la razón. Descartes en sus Meditaciones excluye la posibilidad de la locura, promoviendo la razón. A esta posición se opone una forma de cogito: existo, aunque esté loco.

--¿Por qué para usted la locura es una expresión de lo trágico de la condición humana?

--Es una demostración que hace Michel Foucault en la relación de la locura con la verdad. El loco sería el que se acercaría más a la verdad. ¿Por qué? Porque el loco no tiene límite para decir las cosas, las enuncia tal como las piensa, sin filtro. A su verdad no se le puede oponer la razón. Entonces, acaba encarnando el oráculo, el que dice la verdad de mañana. Una verdad oscura. Así que se consulta al loco y, al mismo tiempo, se lo excluye de la sociedad. Es la dimensión trágica de su condición humana.

--Usted señala que algo de la locura escapa de la conceptualización de la enfermedad mental. ¿Cree que el pensamiento científico tiende a categorizar a la locura como enfermedad mental?

--Para responder a su pregunta, hay que volver al clima caritativo de principios del siglo XIX, que permitió liberar a los locos de sus cadenas y sacarlos de sus mazmorras. La contrapartida fue que la sociedad encomendó a los psiquiatras la tarea de clasificar los distintos aspectos de la locura y encontrar tratamientos adecuados. Así, el loco ya no está loco, está enfermo. Y, para completar este enfoque racional, es importante descubrir una causalidad que sea, por supuesto, orgánica. Un modelo científico que pueda dar cuenta del desvarío de las mentes humanas. Así es como se establece una nosología cada vez más orientada hacia la biología y la objetivación cerebral. El objetivo es librar de una vez por todas a la locura, a la psicosis, de su dimensión subjetiva, psicológica o moral. De hecho, ¡liquidar el inconsciente! La psiquiatría científica actual está ciega a la idea de que cualquier respuesta a los trastornos mentales debe ser medicamentosa, neuroquirúrgica y privativa de libertad; de hecho, es el retorno del encierro denunciado en el siglo pasado. Habría que poder hacer algo diferente con las palabras que nada puede silenciar. ¡Por ejemplo, escucharlas!

--¿La idea es que no hace falta ser psicótico para tener locura, sino que la locura es una condición que bien puede presentarse también en la neurosis?

--Es importante recordar que locura no siempre significa psicosis. Se dice de algunas personas que tienen un toque de locura para significar su originalidad, de otras que, a veces en determinadas situaciones, son un poco marginales pero que, en cierto modo, se incluyen entre los “normales/neuróticos”. La situación es muy diferente cuando, como lo digo en este libro, la locura se vuelve furiosa y violenta; cuando el loco se rebela totalmente inadaptado a la vida colectiva. El límite aceptable para todos es cuando cada persona puede pensar en su propio mundo, pero que se comporta como todos los demás en el mundo compartido de las normas sociales de su grupo. La locura es siempre relativa a un grupo, en una civilización determinada.

--¿Cree que en la actualidad se ha superado esa estigmatización de establecer un juicio moral a la locura, como lo solían interpretar en la antigüedad como “tratamiento moral”?

--Es pertinente recordar su pregunta en un momento en el que la cuestión moral vuelve con fuerza en los planteamientos sociales y en los discursos políticos. Este retorno no se debe tanto a la religión como en el pasado, sino más bien a las relaciones jerárquicas, al racismo y, en particular, al cuestionamiento de las relaciones entre hombres y mujeres. El derecho de cada uno se convierte en moral antes de ser una posición de respeto mutuo, una inclinación a tener en cuenta a los demás de los que también uno es responsable, como sostiene Emmanuel Levinas. La locura vuelve a ser una falta y el “tratamiento moral” aparece en el horizonte.

--¿Por qué cree que “el paciente es el teórico de su caso”?

--Tanto Freud como Lacan establecieron una teorización del inconsciente a partir de lo que aprendieron de sus pacientes. Freud, en particular, basó sus teorías del inconsciente en sujetos histéricos, mientras que Lacan, con el caso Aimée, retomó la cuestión de la clínica a partir de la psicosis. Para nosotros, psicoanalistas, la clínica difiere de la que se establece sobre la base de la observación en las clasificaciones psiquiátricas. En otras palabras, nosotros, los psicoanalistas lacanianos, no aplicamos un modelo nosológico a un paciente para encajarlo en una categorización ya establecida, sino que buscamos lo que lo hace único. En el caso de los pacientes psicóticos, o de los locos en general, es el propio paciente quien nos enseña algo sobre su funcionamiento, el significado de sus voces y su comportamiento atípico. Incluso llega a explicarnos la causalidad de estos trastornos. En este sentido, es el teórico de su propio caso. Además de reflexiones teóricas, mi libro es ante todo un intento de transmisión de mi práctica con estos sujetos en análisis. Es aquí, en esta clínica y en esta práctica, donde mejor podemos captar el sentido de esta frase: "El paciente es el teórico de su propio caso".