El silencio ensordecedor sobre el lesbicidio de Barracas despertó la inmediata asociación de la ministra de seguridad con el crimen de Lucio, del cual se habló, se juzgó, se condenó intentando disciplinar a los feminismos, menos sobre su excepcionalidad estadística en la violencia ejercida sobre los niños por sus madres, sobre la morbidez de ciertas coberturas que, con el pretexto de la información, repetían una y otra vez los detalles de la autopsia al compás de una persuasiva (para el caso escandalosa) música de fondo. Es como si Bullrich hubiera calculado con obscena contabilidad; un niño muerto contra tres lesbianas muertas y dos muertas en vida es la cifra de la justicia ¿hay algún amparo legal en el hecho de separar a Magdalena Espósito y Abigail Páez? La doctora Claudia Cesaroni contesta:

-Me parece muy importante que me hagas esa pregunta porque a nadie le importó, no existe ninguna norma que obligue, ordene o determine que una pareja no pueda convivir. Es pura aplicación de una mirada absolutamente punitivista es el puro infringir más dolor a una pena sobre todo a una pena perpetua. Además eso está expresado en las propias palabras de la ministra, quien sabe que hoy por hoy esta pena significa que ellas no puedan salir nunca más, pero no sabe lo que pueda pasar en el futuro, alguna de estas mujeres puede tener un problema de salud o lo que fuera y cambiar las cosas. El punitivismo es el sobregiro de hacer lo que las víctimas piden, sobre todo los abuelos del Lucio, lo que implica una especie de pena a futuro. Supongamos que una de las mujeres se enamora de otra en la cárcel. ¿Las van a volver a separar? Porque si el objetivo es que no disfruten de nada en la vida, de ningún momento de felicidad por el hecho del daño que han ejecutado sobre el nene, eso implica una persecución eterna, no solo para evitar que estén en pareja ahora sino para que en el futuro tampoco puedan disfrutar de cualquier cosa; tener otra pareja, tener un hijo, estudiar, recibirse, cualquier acceso a derechos.

Las agrupaciones “pro vida” -o aquellas cuyo nombre incluye esa última palabra- que reúnen a los opositores al aborto legal, libre y gratuito, aparecieron en nuestro país alrededor de los años ochenta, precisamente cuando “vida” formaba parte de las consignas de las Madres de Plaza de Mayo -aunque ya existían el Consorcio de Médicos Católicos y la Corporación de Abogados Católicos-. Eran transnacionales y moralmente preventivas, ya que el aborto todavía constituía un tema tabú en la agenda política.

Márquez, nada que ver con García

La conexión del crimen de Lucio con la bandera celeste se produce cuando Raúl Magnasco, fundador del grupo Más Vida y presidente del Partido Celeste, promovió el juicio a la jueza Ana Clara Pérez Ballester por haber devuelto la tenencia del niño a su madre biológica aunque el Ministerio Público Fiscal no advirtiera razones para iniciar un juicio paralelo. Mientras el politólogo de derecha Agustín Laje, fundador de la organización cordobesa Fundación Libre, mostraba por YouTube la imagen de las acusadas con pañuelos verdes, titulaba: “ Feministas defienden a las asesinas”, “Lucio el niño asesinado por su madre feminista”, señalando el hecho de que ellas concurrieran a las marchas LGTTB y a las que reclamaban la vigencia de la ILE.

La vehemencia anti derechos tuvo su complicidad en el entonces periodista y negacionista Manuel Adorni, el abogado católico Jorge Scala, militante de la organización pro vida cordobesa Portal de Belén y autor del libro La ideología de género o el género como herramienta de poder, y Nicolás Márquez, autor de El libro negro de la nueva izquierda, Cuando el relato es una farsa, habitual coautor de Agustín Laje y autor de la frase youtuber No existe el femicidio.

“Me siento derrumbado en mi autoestima. Tras la nota en la que aplasté a Tenenbaum y su staff solo me atacaron bailarines, chimenteros y almas conflictuadas y/o avergonzados de sí mismas, ¿nunca un comentario intelectualmente digno”?, dijo Márquez citado por Daniel Link en su columna de Perfil, no para discutirlo sino para corregirlo en sus dichos burrescos a través de una paciente pedagogía crística. ¡¿En serio?! ¡Si te hubiera conocido el padre Castellani! ¿Así que desde pibe soñabas con que te dirigiera la palabra un Horacio González? Tendrías que ir unos trimestres a la universidad pública (tendrías que aprobar el ingreso) o al menos volver al catesismo.

Fantasmas de lo viejo

En todas las novelas de la llamada generación del ochenta, desde Sin Rumbo de Eugenio Cambaceres hasta La gran aldea de Lucio V. López,  hay un niño que muere. Pero antes en Una excursión a los indios ranqueles de Lucio V. Mansilla, un cautivito es sacrificado para hacer compañía a un cacique en su tumba. En El matadero de Esteban Echevarría, la fiesta de sangre se carga a un niño, y entre los que lo acompañan el degüello de Facundo, en la pluma de Sarmiento hay un postillón muertito. Y así siguiendo hasta el Rocamadour de Julio Cortázar. Hugo Vezzetti hace una magnífica interpretación: esas muertes no son registros sociológicos sino el fracaso de un fantasma: el de alumbrar un ser nacional fruto de la Pampa virgen fecundada por un ego extranjero. Ese es el niño muerto. El presidente Milei ha remozado el fantasma del niño muerto, para representar su deseo de vasallaje colonial, con el del niño envaselinado -en la práctica el niño desmayado y el niño muerto de hambre-, es decir bien y abierto y sodomizado por un mercado neoliberal apátrida donde la bandera nacional parece dibujada por un niño: a pesar de que nuestro pabellón exige por ley que el sol lleve 32 rayos alternados entre los rectos y los flamígeros, la canciller Diana Mondino permitió que en Lisboa flameara una de rayos rectos de número incierto y un sol con la cara de Pepín Cascarón.

Por otra parte, nuestro gran “perverso polimorfo” debutó en el Luna Park donde intentó hacer el rockstar, pero sus ademanes pretendidamente punks se agitaban en una mímica de arenga furiosa, mientras que su cuerpo entrajado parecía el del cerdo burgués de las caricaturas socialdemócratas de la Viena del siglo pasado, a excepción de la cadena de reloj cruzada sobre el vientre.

Madres o muertas

 

Como si esto fuera poco, con los comedores cerrados o sin alimentos, la salud y la educación amenazada, vuelve a la política hitleriana de las mujeres como ponedoras de la Nación, impulsada por Francisco Sánchez, secretario de Culto de Javier Milei. La tecnología de última generación o la IA conviven con el cuerpo fantasma del niño no nacido, cuerpo que fue representado en el cierre de los juegos olímpicos de Barcelona 1992 por un muñeco de espuma plástica blanca de dos metros de altura, accionado por un bailarín que bailó en el estadio de Montjuic agitando un rudimento de cola donde se insertaban los cinco anillos olímpicos, lo cual demuestra que la defensa de los no natos es perfectamente compatible con la exigencia de que éstos no sustraigan sus cuerpos virtuales al mercado, al menos en su condición de mascotas conservadoras. Pero nosotres no somos madres de acuerdo a la contabilidad demográfica, somos madres o no de niñes del corazón que no incluye ni su propiedad ni sus cuidados exclusivos, dentro de un movimiento que nunca tuvo bajas entre nuestros enemigos. Nuestra venganza es ser felices, como dijo nuestra compañera Fernanda, que organiza comida gourmet y moda alta costura en Villa Fiorito. Tenemos la molotov de la risa, del agrupe, el vino y las yerbas que calman y sueltan las visiones, la alerta organizada que saca del silencio culpable. No es libertad: fue un lesbicidio