“Somos conejos de los indios” decía enojado un amigo alemán con su traducción de “conejillo de Indias”. Conejillos de un gran laboratorio que se llama Argentina donde aplican políticas de dolor socioeconómico extremo y se analizan las reacciones: desde los que respaldan porque se alegran que a los demás también les vaya mal, como los productores agropecuarios, hasta los que tratan de limar una montaña con una lima de uñas y aprueban la ley ómnibus que terminará por aplastarlos.
“No solamente estamos haciendo el ajuste más grande de la historia de Argentina, sino que es el más grande en la historia de la humanidad por profundidad y cantidad de tiempo” confirmó el presidente Javier Milei en el ultraconservador Instituto Hoover de los Estados Unidos, como parte de su gira estelar para presentar con gran pompa el experimento-catástrofe que conduce en Argentina.
Pocos minutos después de esa confesión de Milei, la ley ómnibus conseguía en Argentina el dictamen favorable en el Senado luego que el gobierno concediera 45 cambios cosméticos que favorecieron mínimamente a provincias mineras y a las patagónicas, pero que en definitiva consolida el estado catastrófico actual e impide la posibilidad de recuperación futura.
La truculencia de las medidas se verifican en la caída del 3,1 del PBI, estimada por CEPAL para este año, cuando el resto de la región crecerá al 2,1, empujada por Brasil y México, con casi 3 puntos. En Argentina el litro de leche cuesta 1300 pesos y en Alemania 930 pesos. Pero en Alemania, el salario mínimo pasa los dos mil dólares, mientras que en Argentina es de 240 dólares.
No es de mala leche comparar los precios en Alemania con los de Argentina. Milei convirtió a la Argentina en un país caro en dólares con un dólar caro para los argentinos. Esa comparación da cuenta del sufrimiento de millones de seres humanos y fue la base para decir que la mayoría no llega a fin de mes, a lo que el presidente Javier Milei respondió que “si no llegaran a fin de mes estarían muertos”.
La crueldad que Milei expresó en esa frase, forma parte de la construcción simbólica sobre la cual pretende asentar este nuevo modelo de país con más del 60 por ciento de pobreza y 20 por ciento de indigencia. Un vista de aduanas reconoce que perdió ingresos por la caída de la economía, pero afirma que, a pesar de ese dato, sus compañeros respaldan a Milei. Una encuesta señaló que la rentabilidad de la producción agropecuaria cayó más del 20 por ciento, pero que la mayoría de los productores, respaldan al gobierno. Y lo mismo sucede con gran parte de la industria pese a que ha sido muy golpeada por la caída abrupta de la demanda.
Esos sectores resienten lo que pierden, pero miran con satisfacción la dureza del gobierno con los desocupados a los que se les niegan los alimentos, la dureza con los enfermos a los que se retiran los remedios, y les parece maravillosa la dureza con los sindicatos y los movimientos sociales que organizan protestas y reclamos por esas injusticias. Hay un regodeo por el sufrimiento de esa mayoría. Y ese regodeo es mayor que la pena por lo que ellos pierden.
Milei está construyendo en Argentina una sociedad de la crueldad que se asienta no sólo en la indiferencia, sino también en el disfrute del sufrimiento de los demás. Es apoyado por el sufrimiento que proporciona y no por los beneficios que, muchos de los que lo apoyan, no recibirán.
Mientras se desarrollaba la gira estelar de Milei por Estados Unidos, en el país que supuestamente preside se desplegaban los capítulos de la penosa saga de las cinco mil toneladas de comida y otras tantas de leche que el gobierno ocultó para no entregarlas a los comedores populares. Todos los incidentes de esa situación solamente se pueden explicar por la estupidez y la ineptitud de los funcionarios sobre una base de crueldad.
Es imposible explicarlo de otra manera. Era comida que no compró este gobierno. Pero este gobierno aumentó la necesidad de esos alimentos. Y los ocultó sin motivo. Cuando se denunció la comida oculta, se dijo que era para catástrofes, pero hubo tormentas e inundaciones en Bahía Blanca y recientemente en Paso de los Libres y el gobierno no mandó nada.
Después dijo que era solamente yerba y apareció la leche y hay toneladas de locro, arroz y lentejas. Había regodeo en ese ocultamiento mientras los comedores cerraban o se movilizaban o sobrevivían con aportes solidarios. Hay regodeo. Como si quitarles el alimento fuera un acto de valentía.
Las explicaciones absurdas, las protestas de los afectados, una causa abierta en la justicia y el pedido de la Iglesia hicieron cortocircuito en el Ministerio de Sandra Pettovello y provocaron la salida del encargado de ocultar la comida: el médico antifeminista y homofóbico Pablo de la Torre, militante del integrismo católico, aunque ocultar la comida del pueblo no resulta un acto muy católico. Este personaje es hermano del senador bonaerense Joaquín de la Torre, que amenazó con romper el bloque de la Libertad Avanza, supuestamente en solidaridad con el ocultamiento de comida.
La renuncia de Nicolás Posse a la jefatura de Gabinete y de su sobrino y jefe de los espías de la AFI, Silvestre Sívori, dejó abiertos muchos interrogantes sobre la calidad democrática. Porque la versión que se hizo circular para explicar los desplazamientos fue que Sívori había montado un servicio de espionaje interno, que además de dirigentes de la oposición, también había espiado a otros miembros del gabinete, incluyendo a Karina Milei.
Mauricio Macri inauguró ese sistema y tuvo varias causas por espionaje, incluso familiar. Posse lo reinstaló, supuestamente, avalado por Milei, ya que el jefe de Gabinete era su amigo más cercano. Si lo renuncian porque lo acusan de esta práctica, tendría que ir preso. Una democracia espiada y escrachada por trolls desde la Casa Rosada pierde la mayor parte de sus atributos democráticos.
Cuando Guillermo Francos reemplazó a Posse, dijo que “el presidente me elige a mi porque se da cuenta que con la política argentina a él se le hace complicado, porque no la entiende, por equis motivos”. Aunque después le dieron mil vueltas, la frase es estrictamente cierta.
A Milei no le gustan las reuniones de Gabinete, ni reunirse con gobernadores o legisladores. No le interesan los temas por fuera de la economía, desprecia “el país de zurdos que gobierno” y el “enanismo” de los políticos locales. En cambio disfruta a lo loco sus presentaciones internacionales y delira con su papel como líder de la ultraderecha mundial. De los seis meses de gobierno, uno se lo pasó viajando. Hizo siete viajes internacionales, ninguno a países de la región y prácticamente muy pocos por actividades oficiales o reuniones con otros mandatarios y casi todos para dar charlas en congresos religiosos o de la ultraderecha mundial. Ha gastado millones de dólares en viajes, varios de los cuales pueden considerarse privados, y no ha conseguido ni un sólo dólar de los que necesita en forma desesperada.
Con todo, el gobierno mantiene la iniciativa. Y la oposición no encuentra la estrategia para crecer y pasar de la resistencia a surgir como alternativa.