“El cine es el amor de mi vida y es como tener un amor que, de repente, te hace daño a la salud. (…   ) ¿Vos sabés lo que es vivir 50 años en la inestabilidad?” dice la directora María Victoria Menis en el comienzo de Mi hist(e)ria en el cine, por primera vez en el rol de narradora de un estado que la lleva casi a enloquecer. Primero porque, dice, de cada rodaje termina con una enfermedad o una lesión; luego y para narrar su momento presente, porque una contractura le llega hasta el ojo y la médica china a la que va le hace doler sin tocarla. Quiere dejar el cine, hacer “abandono de la profesión”.   

Es Franca González, su amiga y documentalista, la que le dice que pruebe con otra cosa, algo más chico, más experimental. Menis se calza la cámara al hombro y va entonces en busca de sus “notas”, una especie de apuntes segmentados por temas que organizan el documental y atraviesan la historia del cine y la de su propia tribu: su familia, gente histriónica por demás, algunos enojados por la nueva costumbre de la directora de filmar todo el tiempo, otrxs más encantados con aparecer. Y ahí entran a jugar un papel muy protagonista sus padres, una pareja de viejxs hermosxs que reconstruyen también su propia historia, en la época en que el cortejo incluía decirse de usted y las mujeres dejaban sus profesiones, si las tenían, para abocarse a la familia. Chola y Saúl vieron juntos La ronda en su primera salida y ahora la buscan sin suerte en viejos videoclubes sobrevivientes como Menis busca reencontrarse con su gran amor.  

“Esta película surge porque yo entré en crisis, perdí la paciencia. Si una película lleva tres o cuatro años hacerla y viaja por festivales y tiene buenas críticas ¿por qué cuesta tanto estrenarla en Argentina? Un día, charlando con mi hija Cecilia, que también se dedica al cine y se cuestiona el tema de la inestabilidad, le digo que siento que podría contar lo que me estaba pasando. Así fue que pensamos juntas, escribimos juntas y las dos salimos transformadas de la experiencia” dice María Victoria, que también forma parte de la comisión organizadora de La Mujer y El Cine hace 15 años. Ese enlace mágico entre madre e hija se escenifica cuando María Victoria va a buscar a Cecilia a la puerta de la facultad y ella le dice que la dejó, que va a volver a dedicarse al cine, previa locura (¿histeria?) desplegada por los pedidos infumables de las agencias de publicidad en las que trabajaba. “Pero vos tenés muy buenos cortos Ceci” le dice la madre, un poco también diciéndose a si misma que mejor no bajar los brazos. Así es como María Victoria, autora de siete films y guionista de la mayoría, logra descansar de la cámara, se la pasa a su hija, así como las generaciones más grandes sueltan la manija y les ceden lugar a las nuevas, y se deja filmar un ratito sentada en una plaza, aunque sea mientras dice “No, no, no”. 

Los otros de la película son más hijos, los nietos, el marido (quién también fue su productor y que jura que no volverá a hacerlo porque “mejor seguir durmiendo tranquilos”), las hermanas (“la artista” le dicen, porque de chica se disculpaba para no lavar los platos porque tenía que ir al baño y ahora porque tiene que filmarlo todo) que se suceden en escenas domésticas donde recuerdan películas que vieron juntos, digieren en familia la decisión y la alientan o desaniman a dejar todo y asociarse con una amiga amorosa a vender libros para zafar de una buena vez del espanto de hacer películas. 

“En el caso de mi mamá, no era mi intención que tuviera el protagonismo que finalmente tuvo pero ella tiene un carácter muy histriónico y me parece que necesitó expresar mucho en la peli”, dice Menis y ahí se ve a la delicia de Chola, contando chistes y haciendo gala de una sordera a conveniencia, matándose de risa de los sketchs donde su nieto hace actuar a Saúl y terminando de cerrar ese círculo de mujeres que se cuidan las espaldas y se sostienen aún cuando la incertidumbre parece ganar la batalla.

Mi hist(e)ria en el cine se puede ver en el cine Gaumont (Rivadavia 1635, CABA) y en la plataforma online Cine.Ar.