Omar Plaini aseguró que “la CGT no acepta de ninguna manera la reforma laboral”. La frase del reelecto secretario general de los canillitas es similar a la que se repitió sin solución de continuidad durante la reunión del jueves del Consejo Directivo de la central obrera. Sin embargo, los gremialistas sienten que solos no pueden frenar el avance del gobierno de Cambiemos contra los derechos laborales porque observan que el ataque incluye a los sindicatos pero también al peronismo. En ese marco y en diferentes reuniones los gremialistas les dicen, les piden y casi les gritan a gobernadores y senadores peronistas que se unan para frenar la intentona.

No resulta extraño por parte de la CGT que busque contar con el respaldo de gobernadores y legisladores, en especial los senadores, ya que el proyecto ingresará por la Cámara alta. Por un lado, muestra que los sindicalistas sintieron la fuerza con la que se mueve el Gobierno, fruto del triunfo del pasado 22 de octubre. En fin, cuanto más juntos mejor. Sin embargo, esa actitud también expresa que la conducción cegetista hay cierta ausencia de seguridad a la hora de confiar en sus fortalezas, sus estructuras y hasta, porque no, en sus convicciones.

Algo de esto se vio cuando en la conferencia de prensa posterior a la reunión del Consejo Directivo: los triunviros no supieron responder a la pregunta de por qué los gremios hicieron paros por el Impuesto a las Ganancias durante el gobierno anterior y, ante un tema tan crucial como la destrucción de la Ley de Contrato de Trabajo, ahora expresan “dudas” a la hora de recurrir a las “acciones sindicales”.

Una posible respuesta a ello está lo que dicen algunos de los dirigentes que participaron de las reuniones con el ministro de Trabajo, Jorge Triaca, y que afirman que si bien todos rechazan el proyecto también es cierto que cada uno mira lo que le toca y en secreto aspira a poder deshacerse de esos artículos que los perjudican a través de una negociación particular. Por caso, algunos están dispuestos a dejar pasar el artículo que elimina para el cálculo de indemnizaciones, el uso de celulares y automóviles, el pago de las prepagas, etc. Otros afirman que para la actividad que representan el banco de horas no los perjudica. Luego están los que sienten que el final del concepto de solidaridad a la hora de una demanda laboral entre empresas que contratan a otras que brindan servicios ataca al corazón de su actividad, como es el caso de Camioneros. Todos los sindicatos tienen algo intocable y todos consideran que hay algo en la ley que al no perjudicarlos, pueden dejarlo pasar.

Esa condición se puede representar con hendijas en el frente interno de la central obrera que si no se obturan a tiempo dejan espacio suficiente como para que el Gobierno se cuele y alcance sus objetivos. Esta frágil homogeneidad que hay entre los sindicalistas (peligrosa para los intereses de los trabajadores) también se da entre los gobernadores peronistas y mucho más entre los legisladores. Los dirigentes de la CGT que mantuvieron reuniones con mandatarios provinciales la detectaron y se preocuparon.

Por ahora, los contactos con los gobernadores han sido casi individuales y no lograron organizar una reunión con todos, como para poder acordar una posición unificada y alguna expresión pública. Son pocos los mandatarios que tienen juego propio y capacidad para resistir los embates del gobierno central. Muchos asumieron su primer mandato en 2015 y sienten que su suerte está atada a la de Mauricio Macri, y, por lo tanto, acotan al mínimo su capacidad de movimiento. Por eso también los cegetistas contactaron a senadores. Pero hicieron una diferencia: solo hablaron hasta ahora con los que no son kirchneristas. Algunos de los triunviros sostienen que el Gobierno decidió llevar al debate el proyecto laboral después del 10 de diciembre, una vez que ingresen los legisladores electos en octubre. En ese grupo llega Cristina Kirchner y estos sindicalistas consideran que el Gobierno busca sacar provecho de las diferencias entre la ex presidenta y el jefe del bloque del PJ, Miguel Pichetto.

Sin embargo, hay algo que no está del todo claro y es si los sindicalistas se reúnen con los senadores que responden a Pichetto porque pretenden utilizar sus muy buenas relaciones con el oficialismo para negociar la caída de artículos repudiados a cambio de otros que “no son tan dañinos” o porque en realidad no tienen certeza del compromiso de este grupo con el rechazo a la reforma laboral. En rigor, hasta ahora tanto CFK como los actuales miembros del bloque que responden a su conducción hicieron público su repudio a la totalidad del proyecto del oficialismo.

El mundo sindical no termina en el triunvirato que integran Juan Carlos Schmid, Carlos Acuña y Héctor Daer, y tampoco en las 35 sillas del Consejo Directivo de la CGT. En ese universo están también los más de treinta sindicatos que conforman la Corriente Federal de los Trabajadores (CFT). Este grupo –cuyo referente es Sergio Palazzo, de La Bancaria– presiona para que la central obrera se movilice para repudiar la iniciativa del oficialismo y la reactivación del Comité Central Confederal que se encuentra en cuarto intermedio desde mediados de octubre y desde donde puede salir la aprobación de un plan de lucha. Es lo mismo que está reclamando la UOM desde dentro de la CGT. Francisco “Barba” Gutiérrez lo pidió en más de una oportunidad porque considera que están dadas las condiciones para demostrar la firmeza del rechazo de la central sindical. Algunos de sus colegas que se sientan cerca de él en el Consejo Directivo sostienen que lo hace porque los metalúrgicos van a ser lo que más sufrirán con estas leyes y con la recesión que vive la industria nacional.

Ahora bien, las leyes que buscan reformar el trabajo, las jubilaciones y los impuestos son motivos más que suficientes para un plan de acción. Pero la primera reacción ante el pedido de la CFT es señalar que lo hacen porque son gremios chicos sin peso específico o que la UOM lo hace por intereses sectoriales. Ambas son tan verdades como razonable los reclamos que hacen.

Algo similar ocurre con las dos CTA que conducen Pablo Micheli y Hugo Yasky. La comunicación entre el triunvirato de la CGT y estos dirigentes se volvió fluida en este último tiempo pero no dejan de verlos como demasiado inclinados a la movilización y levantiscos. Pero saben que de recurrir a las “acciones sindicales” podrán contar con ellos sin chistar.

Hay una carta más que tiene la CGT para jugar y perder la pulseada con el gobierno y está en el Vaticano. El próximo 23 y 24 de noviembre una nutrida delegación de dirigentes de la central obrera irá a Roma a participar de un encuentro con más de 200 líderes sindicales. Los sindicalistas consideran que el mensaje dará allí el papa Francisco podrá ayudarlos pero, como reconoció uno de los que forma parte de la delegación, “no podemos llegar derrotados”. Si el Gobierno presenta el proyecto en diciembre entonces el encuentro con el Papa les puede ser útil a la estrategia de la CGT pero eso no quita que confíen y recurran a sus propias fuerzas, estructuras y convicciones porque el Vaticano no hace milagros.