Desde San Pablo

“¡Quemen a la bruja! ¡Quemen a la bruja!”, gritaban manifestantes de extrema derecha mientras encendían una muñeca con el rostro de la filósofa Judith Butler afuera del Sesc Pompéia, uno de los principales centros culturales de São Paulo, lugar que abrigó el martes el coloquio internacional “Los fines de la democracia”.

Portaban crucifijos, biblias, pancartas pidiendo el fin de la “ideología de género”, una bandera de Israel y remeras pidiendo una intervención militar en Brasil. Desde el impeachment de Dilma Rousseff hace poco más de un año, el país experimenta una interminable convulsión política marcada por una fuerte polarización de la población y por el descrédito generalizado en relación con las instituciones democráticas. Se convirtió en un terreno fértil para la proliferación de un discurso populista de derecha que, en Brasil, se presenta como liberal a pesar de tener un carácter extremadamente conservador en las costumbres impulsado por la emergencia de líderes evangélicos en la política institucional.

La fuerte polarización estaba materializada en la entrada del Sesc Pompéia. Además de los representantes de la extrema derecha, había un grupo de tamaño similar que fue para dar la bienvenida a la filósofa. Juntos, los dos grupos sumaban un centenar de personas. Sin embargo, la fuerte repercusión mediática y el bullicio en las redes hizo parecer que nada en Brasil era más importante que aquel acontecimiento aquella mañana. Curiosamente, estaban colocados en lugares invertidos. Mientras los progresistas estaban del lado derecho de la puerta, los conservadores se situaban a la izquierda. Los dos grupos filmaban y transmitían en vivo por las redes sociales sus actuaciones.

“Mientras haya familias, conservadores que se posicionan contra la ideología de género, lucharemos hasta el final. Porque el hombre nace hombre y mujer nace mujer y, en mi país, los comunistas no hacen lo que quieren”, gritaba Douglas García, del grupo Direita São Paulo, ante el micrófono, antes de entonar un “Fuera Butler”, que fue acompañado por su grupo. A continuación, los progresistas respondieron con un “Fuera Temer”.

La manifestación fue el acto final de una disputa política iniciada hace cerca de diez días con una petición que reunió cerca de 350 mil firmas exigiendo la cancelación del evento en el Sesc Pompeia. “Pocos simposios realizados en ese país sufrieron tanto amenazas y presión por cancelación como el nuestro”, comentó Vladimir Safatle, co-organizador del evento junto a Butler. En su discurso de apertura, el profesor de la Universidad de San Pablo acusó a los grupos conservadores de contar con el apoyo de estructuras internacionales para promover el boicot al evento. “El sitio en el que circuló la petición por la cancelación del evento de Judith Butler tiene su sede en España y fue financiado por fuentes no identificadas.”

Con la petición, Butler, que antes era conocida solamente por un círculo restringido de académicos, feministas y LGBTs, ganó una fama súbita en Brasil y concedió en los últimos días entrevistas por doquier. Por otro lado, sitios vinculados a los grupos conservadores inundaron las redes sociales con noticias falsas relacionadas con Butler, etiquetando la teórica estadounidense como la  “creadora de la ideología de género”. En un montaje hecho con un video antiguo que circuló en las redes antes de su llegada, un niño era supuestamente forzado a ponerse lápiz labial por la profesora que estaría actuando de esta forma movida por la influencia de la “ideología de género” promovida por Butler.

El lunes, Butler participó en un evento menos animado en el que lanzó la versión en portugués de su libro Caminos divergentes: judaicidad y crítica del sionismo (Editora Boitempo). En ningún momento habló sobre el género. Hablaba sobre la cuestión palestina-israelí cuando fue interrumpida súbitamente por una mujer que gritaba: “Deja a nuestros hijos en paz. Los niños son chicos y chicas son chicas.” La platea se rió nerviosa mientras la mujer era alejada por el personal de seguridad. 

La prueba de fuego vendría al día siguiente en el Sesc Pompéia, donde encontraría una militancia organizada y hostil a su presencia. Ante un auditorio lleno y silencioso, muy distinto del exterior con la batalla de gritos, Butler abrió el coloquio junto a Safatle y la argentina Natalia Brizuela, profesora de la Universidad de Berkeley (California).

“Me gustaría agradecer mucho a Sesc Pompéia por no cancelar mi conferencia”, dijo bajo los aplausos de un auditorio lleno, con 600 personas.

Mientras la manifestación con aires medievales de quema de brujas ocurría del lado de afuera, Butler disertaba genéricamente sobre las fragilidades de la democracia en los tiempos actuales. “En diferentes partes del mundo, nos estamos preguntando qué hora es políticamente, qué siglo es éste”, cuestionó. “Cuando las personas son plurales y heterogéneas, eso significa que el pensamiento debe dedicarse a conocer y acortar las distancias entre ellas. Es extraño que esos deseos, que podemos llamar democráticos, sean considerados peligrosos.”

En los últimos meses, grupos de extrema derecha emergieron con fuerza usando la bandera de la moralidad y la defensa de los valores familiares para censurar a artistas e intelectuales. Crean así cortinas de humo en un contexto en el que impera una agenda neoliberal de retirada de derechos por parte de un gobierno que cuenta con la tasa de aprobación más baja del mundo. Sólo el 3% de los brasileños aprueban al presidente Michel Temer que se ha librado de amenazas de impeachment a pesar de las constantes denuncias de corrupción. “La democracia es una lucha continua para resistir las fuerzas políticas que censuran nuestras palabras, controlan nuestra libertad, condenan nuestros afectos y nuestras vidas y que reproducen legados de violencia y dominación”, dijo Butler.

Vladimir Safatle habló luego en la secuencia de Butler. Le tocó hacer una crítica más aguda sobre el escenario que se armaba fuera. “Ellos se volvieron contra una actividad de debate como la nuestra. No se trataba de una protesta contra ciertas ideas, sino de una supuesta urgencia por la cancelación del simposio. Los que lucharon para impedirnos hablar no temieron en decir que hablaban en nombre del pueblo brasileño. La lógica es afirmar que ellos son el pueblo, con supuestos ??valores saludables, sus hábitos trabajadores, mientras que nosotros, especialmente intelectuales y artistas seríamos la verdadera elite ociosa que vive del dinero público, de becas de fundaciones privadas internacionales, propagando comportamientos viciosos. Mientras tanto, ellos se quedan callados ante el sistema neoliberal de blindaje de las élites financieras que drenan las riquezas del país y tomaron por  asalto el poder político”.

El circo creado por los grupos rivales del lado de afuera atrajo más la atención de los medios que el propio coloquio en sí. Las fotos de la muñeca de Butler en llamas han estado prácticamente en casi todas las portadas de los principales sitios de noticias el martes posterior a la conferencia. Misión cumplida para los conservadores. Hace dos años, cuando la filósofa vino por primera vez a Brasil, la TFP (Tradición Familia y Propiedad), entidad que apoyó a la dictadura militar brasileña, hizo una protesta similar que fue prácticamente ignorada por la prensa.

Butler salió de San  Pablo este viernes. En el aeropuerto de Congonhas, fue objeto nuevamente de hostilidades. Una mujer la perseguía con una placa con las palabras “Fuera Judith” y la insultó insistentemente. Otras personas salieron en su defensa y acabaron sufriendo agresiones físicas.

Su despedida coincide con un momento de posibilidad de retirada de derechos de las mujeres. La semana pasada 18 parlamentarios hombres aprobaron en una comisión especial en Brasilia un proyecto de ley que pretende cambiar una legislación existente desde 1940, postulando la idea de que la vida existe desde la concepción. En otras palabras, si el proyecto es aprobado, Brasil retrocederá y formará parte del selecto y nefasto grupo de países que prohíben el aborto incluso en casos de violación.

Las mujeres de al menos 15 ciudades brasileñas saldrán a las calles este lunes para intentar detener ese retroceso.