Cuando Julieta tenía cinco años y yo cuatro, me lo explicó. Pero la llamaban con otro nombre por ese entonces. Ella ya sabía que era Julieta, pero el resto no. Cuando jugábamos me decía: “Juguemos a que yo soy la mamá, pero no le digas nada a la señorita”. Hace mucho que nos enseñaron la vergüenza, por eso siempre nos cuidamos.

Ya estoy impaciente. Tengo ganas de estar en el bondi, repasando: pañuelo diverso, sí. Brillos, sí, tengo. Documento, sí, lo agarré. Con el protocolo nuevo de detención una nunca sabe cómo termina todo para nosotrxs. Bah, ya sabemos que siempre quieren arruinarnos nuestras fiestas, nuestros encuentros. Por eso este año nos tenemos que cuidar más aún.

Una vez el chofer de un taxi nos miraba raro y al ratito nos dimos cuenta que lo que le molestaba eran nuestras manos juntas, nuestros besos. Y como si nuestro amor fuera contagioso (¡lo es!), aplicó un derecho de permanencia ahí nomás al grito de “¡Bájense del auto tortilleras de mierda!”.

A decir verdad, siempre estoy impaciente ¿Cuántas veces me quisieron convencer de que con el tiempo las cosas cambian? “La abuela porque es de otra época”. “Tené paciencia que de a poco se van a ir acostumbrando”. “La gente de a poco se está poniendo más progre, más open mind, más tolerante.”

Pero yo no tengo tiempo. Demasiadas horas de angustia me lleva esquivar las violencias cotidianas por ser mujer. Diagramando recorridos geográficos ridículos para sentirme más segura, mandando mensajes a horas estrambóticas para que las pibas se queden tranquilas, pensando cómo responderle a ese jefe machista para defender lo que pienso y que no me eche. Buscar una ginecóloga que no ponga cara de haber visto el anticristo cuando le digo que soy torta o explicarle al kioskero que no, que no hay tal cosa como “la que hace de hombre” en la relación; son muchas las horas de preocupación y esfuerzo extra en mi vida. En la vida que yo merezco vivir.

Pero sucede que lxs impacientes tenemos mala prensa porque parece que pedimos demasiado. Y tienen razón: pedimos todo, porque nos merecemos todo.

Porque cada recorte en el presupuesto de este gobierno que se disfraza de “moderno” y “abierto” no solo amenaza cada una de nuestras conquistas, también nos impide seguir avanzando. No solo queremos educación laica y de calidad, también queremos educación sexual integral para todxs. No solo queremos trabajo, queremos traVajo, y queremos que sea digno, que la plata nos alcance para fin de mes y que no nos flexibilicen las condiciones laborales. No solo queremos vivienda, queremos que los hogares en los que habitemos estén libres de violencias machistas. No solo queremos hospitales y centros de salud, queremos que el sistema público deje de patologizarnos y discriminarnos; queremos que sea accesible, que nos garantice el cuidado de nuestros cuerpos en todas sus variedades y el respeto por nuestras prácticas. Queremos todo eso, porque sabemos que seguridad para nosotrxs es menos represión, y más derechos.

Vivir libremente es urgente. El tiempo que tengo es para marchar, para luchar con orgullo contra la precariedad que nos proponen. Para encontrarme con esa marea orgullosa que el sábado va a llenar las calles de Buenos Aires. No hay más tiempo que perder: este sábado, el tiempo es para nosotrxs.

* Activista LGTBIQ.