No fue músico en el sentido estricto, pero su nombre quedó ligado indefectiblemente a la música argentina. Ayer, a los 91 años falleció Alfredo Radoszynski, cuya labor como productor discográfico dejó algunas de las páginas más relevantes de esta música, llegando a abarcar también a la brasileña. Al frente del mítico sello Trova, Radoszynski fue el responsable de las primeras grabaciones de Les Luthiers o del Cuarteto Zupay, de Susana Rinaldi o Enrique Mono Villegas, de Pedro y Pablo o Roque Narvaja, de Chico Novarro o Aquelarre, entre tantos. También de Astor Piazzolla, que aunque ya tenía cierta carrera transitada fue a buscarlo personalmente porque no estaba conforme con su compañía. Y de un disco que hizo historia como Vinicius de Moraes en La Fusa, con María Creuza y Toquinho. 

El gesto de Radoszynski fue el de dar lugar a aquellos artistas que no tenían donde grabar, abriendo para ellos un lugar que la industria fonográfica de los 60 y 70 no les daba, en la mayoría de los casos por estar proponiendo algo nuevo, diferente a lo existente, que es lo que suelen hacer los músicos cuando se ponen a hacer música. Ese gesto terminaría demostrando ser no sólo acertado sino también redituable, pero tuvo que existir un productor que pensara en la música para que quedara advertido. Como un modo natural de continuar esta labor,  y retomando una tarea que llevaba delante de joven, junto al pianista y compositor Manolo Juárez el productor tuvo durante años un programa de radio, El toscano y la oreja. El año pasado, cuando cumplió 90, fue homenajeado en el teatro Colón, en un concierto del que participaron artistas como Susana Rinaldi, Litto Nebbia, Les Luthiers y Néstor Astarita. 

Melómano desde siempre, Radoszynski solía contar que había sido su psicoanalista quien, a principios de los 60, le sugirió crear su propia compañía discográfica. No sólo eso: fue también quien le prestó el dinero para la primera inversión. Contaba también que muchos de los primeros artistas que grabó “le tenían lástima”, porque le decían “que iba a perder guita”, que no iba a vender ni un disco. Entre ellos los integrantes de un Les Luthiers recién formado tras el paso de algunos de ellos por I Musicisti. También Vinicius de Moraes, quien le repetía que él no era “un vendedor de discos”, cuando el productor le propuso rescatar el clima de café concert que se lograba en La Fusa, y llevarlo a los estudios Ion. Aquel de Vinicius de Moraes en La Fusa, con María Creuza y Toquinho, que surgió por la insistencia de Radoszynski, terminó siendo un disco definitivo de la bossa nova.