La última semana circularon mensajes diferentes a los de previas en marchas anteriores: cuidate, llevá limón por si tiran con gas, no desconcentren solxs, ojo que hay mucho infiltrado de civil. Es un viejo conocido: el fantasma del miedo que taladra para mandar las diferencias al ropero y  amenaza con violencia. Cuando aparece este fantasma, los pañuelos estampados en la Plaza de Mayo son una buena forma de recordar que las calles son nuestras. “¿Sabés que nos une?, la búsqueda de justicia. Nosotras las Madres sabemos lo que es luchar por memoria, verdad y justicia. Pero para eso es necesario que el Estado respete la opción de vida que cada cual elija. No queremos que se judicialice ninguna protesta, no queremos que a más nadie le pase lo que le pasó a Santiago Maldonado”. La que habla con SOY, en medio de carrozas y labios estallados en brillantina, es Nora Cortiñas, titular de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora. Dice que llegó más tarde de lo que tenía planeado porque había dejado el pañuelo blanco en su casa y se dio cuenta en la autopista. “Y, tuvimos que volver porque quería traerlo. Ahora por favor, queridos, ¡no me lo dejen con rouge!”, pide y se mete entre la multitud.

A unos metros, en el mismísimo culo de la marcha, una carroza amarronada tiene consignas que se salen de lo común. Es el aquelarre de Orgullo en lucha, que avanza detrás de una bandera que dice “No nos reconciliamos: Macri es silencio, deuda y terror”; al ritmo de  Hiedrah Club de Baile, que mashuppea en total irreverencia Gilda y Cher con latidos electrónicos. “El color es contagioso, tiene una vibración, no es igual según con quién esté al lado y ni hablar si está mezclado. Con las compañeras cromoactivistas trabajamos sobre el poder de los colores y de las mezclas salen asociaciones libres: ¡Esto es re caca!, ¡caca táctil!, ¡una catástrofe escatológica! La idea es romper prejuicios de la paleta de colores pantone, que es la que gobierna, y torcer los significados. Por eso para esta marcha vamos con el marrón, que nos lleva a otras zonas perceptivas”, explica bajo el sol de Plaza de Mayo Mariela Scafati, una de las integrantes de este deseo creativo que llaman Cromoactivismo.

Reconocer es reparar

Mientras avanza la marcha, los pezones al aire le dedican cánticos a las almas curiosas de los balcones: “Hay una lesbiana/ en esa ventana”, “hay un maricón/ en ese balcón” -y, de muy precaria rima pero con igual onda- “en esa ventana/ asoma una trava”. Al pasar por el Senado de la Nación, muchas comentan la necesidad de la ley Reconocer es reparar, que fue incluida en varios de los documentos de la marcha. Este proyecto, que volvió a ser presentado la semana pasada por cuarta vez en tres años, otorgaría una pensión graciable para aquellas personas que hayan sido privadas de su libertad por causas relacionadas a la identidad de género. “Para nosotras es fundamental, queremos poner sobre la mesa nuestra propia historia, que sigue invisibilizada y negada en este momento en el que se aprueban protocolos para perseguirnos”, dijo en el Senado Alba Rueda (Mujeres Trans Argentina), una de las oradoras que expuso las fundamentaciones. La senadora entrerriana Sigrid Kunnath (FpV), quien puso firma al proyecto junto a nueve senadorxs, asumió que es difícil reparar los daños institucionales que las personas travestis y trans sufrieron durante décadas. Pero que frente a eso, al menos, “es imprescindible que el Estado lo reconozca”.

Vale recordar que la principal llave para las detenciones arbitrarias fueron los edictos policiales -que estuvieron vigentes hasta 1998 penalizando “vestirse con ropa del sexo contrario”-, y que la derogación de los mismos tuvo atrás una lucha de la sociedad civil. Por eso, otra vez, es necesario seguir ocupando las calles con orgullo por los derechos que faltan, que serán piso de los hoy ni imaginados cuando caída la noche, frente al Congreso, la arenga canta: “Lo dijo Lohana/ y Sacayán/ al calabozo no volvemos nunca más”. Nunca más. Que suene como un eco: nunca más.