La guillotina cae y las hojas quedan pequeñísimas: 8x6 centímetros. Los libros ya están cosidos –a mano– y encolados. Prolijamente apiladas en algún rincón del taller de la imprenta y editorial Panxarama, las tapas esperan a que Federico Ferro encuaderne la próxima entrega de sus Libros de Juguete, una colección de minilibros a los que con verlos alcanza para saber que son un acto de amor que destaca en cada feria fanzinera y encuentro del under historietístico. Calate ésta: tienen tapa dura.

“El antecedente es lo que queremos contar con la editorial, que es revalorizar el libro objeto, algo que pasa con todo libro que tenga algo intransferible a lo digital y que sólo puede suceder en un soporte material”, plantea. “La tapa dura se asocia a la edición especial, así que también me parecía simpático que eso se trasladara a algo de impronta fanzinera”, agrega. Es una suerte de doble contrahegemonía: un fanzine con elementos de lujo, y una edición de lo mejor para una propuesta under.

“Que la colección se llame así también tiene sentido, por la miniatura, porque a un gran porcentaje de nosotros nos pega la miniaturización de las cosas, y por el artefacto que implica un juguete: el libro es una tecnología que si está bien hecha invisibiliza su condición de mecanismo, pero que si falla es una máquina que no funciona, que no abre bien, a la que se le caen las páginas”, reflexiona.

Ferro y su novia Daniela Ruggeri, también dibujante, encuadernadora y editora, darán un taller de encuadernación experimental en la primera jornada del II Festival Fanzín, que se celebrará mañana y pasado en el Centro Cultural Ricardo Rojas (Avenida Corrientes 2038). Es más, para poner en aprietos y fomentar la creatividad de los asistentes, llevarán los restos guillotinados de ese libro que preparan frente al NO.

La definición de “la Flaca”, cuenta Ferro, es que el continente cuenta tanto como el contenido. Y eso reverbera en la producción gráfica –o literaria, porque la colección tiene algo de poesía y prosa también– de sus autores. “En el resultado hay una especie de síntesis que es el núcleo de tu estilo, lo más esencial”, observa el Panxón. “No podés ser excesivamente barroco en 8x6.”

Ese impacto se verifica sobre la propia obra de Ferro. Tras hacer el primer minilibro, encaró su siguiente producción. Pese al formato tradicional, en Los caminos del señor Nada alcanza con ver unas páginas para notar ese camino de síntesis gráfica y expresiva. El resultado lo acerca narrativamente a lo experimental y gráficamente a lo plástico, sin perder el eje en la línea clara de la historieta tradicional. Por momentos parece un ejercicio de estilo, aunque cobra sentido en su totalidad. Y eso que ni siquiera tiene palabras. “Era más contundente que fuera sólo visual. Creo que el resultado final, además, es un poco más accesible. Si leés el primero de Nada te vas a dar cuenta de que éste es más accesible en cuanto a que es un libro que te podés quedar mirando”. Lograr todo eso no es ninguna pequeñez.