Hoy y mañana y en los próximos días solo habrá espacio para el desencanto, la desilusión, la frustración por el título que no pudo ser, por la marca en la historia que no se pudo trazar.

Hoy solo ocupan los primeros planos los lamentos por los nervios con los que se encaró la final; los errores cometidos, como ese de Gómez que significó el primer gol, un punto clave para entender las razones del resultado adverso; las flojas actuaciones de algunos de los jugadores a quienes parecían que la pelota les quemaba en los pies; la falta de acompañamiento a Sand que se debatía contra medio mundo. 

Hoy no hay consuelo posible porque la gente estaba convencida de que se podía revertir el 0 a 1 de Por3to Alegre y aun la diferencia en contra en la propia cancha.

Hoy la historia se escribe con lágrimas en los ojos porque no se le pudo dar el gran alegrón a nueve de cada diez hinchas argentinos que hicieron fuerza por ellos, porque los propios jugadores terminaron pidiendo perdón a los hinchas.

Dentro de algún tiempo, cuando pase este dolor inmenso, llegará el gran reconocimiento, el orgullo de ser hincha de este club chico con alma de grande. 

Se perdió una final ante un rival que fue claramente superior, pero se subió un escalón en el reconocimiento nacional e internacional. 

Salud, Lanús.