“Y el gusanito sigue paseando y al mismo tiempo se va preguntando si el mundo entero no es un dibujito del revés”, cantaba Jorge de la Vega en 1968. El gusanito en persona fue su primer y único disco. Con él, y sin saberlo, instaló una tradición en la Argentina de artistas visuales que se dedican a la música en paralelo. Hace un año, Florencia “Hana” Ciliberti decidió levantar ese guante y reunió a varios artistas argentinos que tuvieran producciones musicales. Así nació Otras formas, un compilado de 15 tracks que daba un pantallazo de la escena y que incluía, por supuesto, “El gusanito”, de De la Vega, y “Tengo un algo adentro que se llama el coso”, de Federico Peralta Ramos, otro pionero en el asunto. Ese disco funcionó como punta de lanza. Dio pie a que esas otras formas se expandieran y entonces primero nació un ciclo de música en vivo con el que se estuvieron cerrando las Gallery Nights este año, y enseguida un sello discográfico, Otras Formas, dedicado exclusivamente a editar discos de artistas visuales que hacen música. “Fue fortuito y casi inmediato: un día me llamó Ramón de la Vega (el hijo de Jorge), que, como el año que viene se cumplen cincuenta años de El gusanito en persona, estaba interesado en sacar la reedición con nosotros. En esa misma semana, Juan Becú me contó que quería sacar su disco. Yo tenía el mío y también estaba listo el de Dani Umpi. Así que se lo comenté a Eduardo Roca, de Crack Discos, y me dijo que le parecía sumamente interesante lanzar un subsello de colección para la edición de estos trabajos”, relata Ciliberti. Los flamantes productos de esta nueva forma de Otras Formas son Pretexto y Lechiguana, sendas placas de Hana y Dani Umpi, que se presentan juntos hoy a las 21 en La Confitería (Federico Lacroze 2963).

Pretexto es un disco introspectivo, grave, íntimo, con un sonido casi minimal, que se aleja notablemente del espíritu burbujeante del último trabajo de estudio de Hana, de 2011: “Creo que a partir de Palabras gastadas precisé seguir profundizando y abordar nuevos colores de la paleta sonora –explica–. Cada vez que comienzo un disco nuevo, trato de conectar con una parte mía que, hasta el momento, creo no reconocer. Me gusta ahondar no sólo en mí sino en lo que me rodea. Colocarme en un lugar desconocido para poder decir algo diferente”. La reflexión sobre el arte, el quehacer del artista y la relación con los lenguajes son temas que aparecen y vuelven a aparecer en la medida en que van pasando las canciones.

“No hay revolución desde el sillón”, canta Hana en el primer track, “Cerca”: un costado más político de su discurso. ¿Todavía es posible revolucionar desde el arte? En 2015, la instalación En reposo, de Ciliberti, fue exhibida en el Senado de la Provincia de Buenos Aires. La obra era una cama con cientos de jeringas clavadas. Se trataba de las jeringas que había utilizado para aplicarse cada dosis de heparina durante ocho meses, lo cual le permitió llevar a término su embarazo. La obra fue de gran impacto en su momento y fue muy decisiva para la visibilización de la trombofilia, enfermedad autoinmune que afecta a miles de embarazadas, cuyo diagnóstico temprano y tratamiento son fundamentales. “Todo lo que me pasó en ese momento me hizo vivir en carne propia aquello del arte como espacio por donde se puede llegar a la sociedad y cambiarla desde la transversalidad”, recuerda. La letra de “Cerca” es para ella es un canto a la mujer: “Mi inspiración son las mujeres y toda la lucha formidable que nos está tocando vivir y que está sucediendo en todas partes del mundo. Me inspiré en todas ellas, nosotras, nuestras caminatas y marchas y nuestra voz, que siempre estuvo, aunque acallada, y que hoy se hace cada vez más fuerte y colectiva”.

Daniel Umpierrez es artista visual, músico, escritor, performer... El caudal creativo de este uruguayo se va adaptando a cada soporte que ataca. Parecería vivir sumido en una especie de esquizofrenia artística que él mismo resolvió creando un personaje para sí, que es quien condensa cada una de esas vertientes: “Pienso en Dani Umpi como si fuera una entidad fuera de mí. Es un personaje con ciertas características, dentro del arquetipo del bufón. Creo que cada uno es un espacio que se habita y deshabita, y se vuelve a habitar. Diferentes dimensiones de lo mismo”.

Lechiguana es su más reciente producción, una catarata electropop en la que se pueden rastrear referencias que van desde Technotronic hasta Electric Light Orchestra, pasando por Pet Shop Boys y Miranda!, claro está. Ocho temas que cuentan historias de desengaño y amores frustrados en clave electrónica y muy, muy bailable. “No puedo zafar del melodrama, porque es muy artificioso. Mezclar el desamor con esa música me da el típico crying in the discotheque: es una fórmula que me encanta”, se ¿excusa? ante esa sugerente falta de correlación entre la letra y la música de sus canciones.

Además de la música y la literatura –es el autor de, entre otros, el libro en el que Martín Sastre se basó para la película Miss Tacuarembó–, Umpi cuenta con un nutrido recorrido en las artes visuales. Sus últimas obras son collages de gran tamaño, colores explosivos y muy impactantes. Parecería que reserva lo narrativo para la música y lo reflexivo para los cuadros. ¿Hay lenguajes que sirven mejor para contar unas cosas que otros? “Mi encare en general es separar”, responde. “Hay veces que pienso algo y ya lo imagino en determinado soporte y de determinada manera. En los collages, sin embargo, uso mucho texto. Y creo que en estas canciones hay muchas imágenes. También veo este último disco en relación con mis trabajos de visuales porque, aunque esté compuesto todo a base de sintetizadores y programaciones, tratamos de que al mismo tiempo fuera muy orgánico y que tuviera muchas capas, una cosa muy de matices, que cada canción fuera esponjosa, carnosa. Una producción muy lujuriosa que asocio mucho con el color”.