El polo tomó este año otro rumbo, a partir de la designación del nuevo presidente de la Asociación Argentina, en mayo pasado. La particularidad es que Eduardo Novillo Astrada también sigue siendo jugador, y eso le permite percibir las necesidades de la actividad desde diferentes lugares. Con la flamante consagración de La Dolfina en el Abierto Argentino, Novillo Astrada analizó junto a Líbero los primeros meses de su gestión. 

–En tu primer Palermo como presidente, ¿el balance es positivo?

–Es positivo. Creo que este año hicimos lo que pudimos y no lo que quisimos. Yo siempre voy a estar insatisfecho. Pudimos haber hecho las cosas mejor, pero la gente está contenta, me lo hizo saber. Los cambios fuertes que tenemos que hacer se van a ver en el Abierto que viene.

–¿De qué tipo serían los cambios?

–Sobre todo en el tema de organización y logística. La intención es que se acerque más gente todavía, que puedan aprovechar más el lugar. Queremos que le guste el juego y que tengan ganas de ir a verlo.

–¿La Asociación en qué estado la encontraste?

–En general en buen estado, tal vez un poco más corta de fondos de lo que esperábamos, pero en condiciones normales. La entidad se manejaba con otros tiempos, más a la antigua. Nosotros llegamos con un grupo de gente joven, y nos gusta tomar decisones más rápidas. Nos acostumbramos a ver métricas y números, y sobre esa base tomar decisiones. Igualmente, estamos acomodándonos a lo que había y a lo que somos nosotros.

–Y la actividad en sí, ¿en qué momento está?

–La actividad estaba demasiado concentrada en lo que era el Abierto Argentino y el alto handicap, y descuidando el polo amateur. Y también vimos mucha quietud en cuanto al uso de los predios, tanto el de Palermo como el de Pilar. Esos son espacios que estaban mal explotados, y ahora queremos aprovecharlos más y que le sirvan a la gente. 

–Cuando asumiste aclaraste que pretendías lograr la unión en el polo, ¿lo vas consiguiendo?

–Me parece que para tirar todos para el mismo lado es bueno escuchar a los demás. De esa manera, uno se entera de las problemáticas de todos, y si bien a veces es difícil resolverlas, buscamos los caminos para hacerlo. Creo que tenemos que dar soluciones al corto y largo plazo a cada uno de esos requerimientos. Ahí es donde se logra la unión. Y es clave que todos los sectores se sientan parte de este proyecto. 

–En ese camino de buscar la unión, ¿encontraste un polo en crisis?

–La verdad, no diría que me encontré con una crisis. Lo que noto es que hay una voluntad grande de cambiar algunas cosas, que no eran muy aceptadas anteriormente. 

–¿Cuáles serían las pautas para popularizar este deporte, como vos pretendés?

–Popularizar va a ser difícil. Popular es el fútbol. Queremos masificar un poco más, que la gente se acerque más. Que le pierda el miedo y le tome más afecto al polo. Las tres pasiones argentinas son el fútbol, el automovilismo y los caballos. Entonces tenemos que entrar por ese lado, en un deporte que somos los mejores indiscutidamente. En ese sentido, el otro día salía de un club de Lobos, y en la banquina de la ruta había mucha gente sentada. Seguro que ellos no sabían que a dos kilómetros de ahí había un espacio verde donde podían permanecer. Es un lugar abierto, no tienen que pagar entrada. Eso me gustaría lograr: que en cada pueblo donde haya polo, se comunique, y que la gente del lugar pueda participar y estar contenida. No quiero que lo vean como algo privado, como algo exclusivo. Ese es mi sueño.

–¿Pero si un niño quiere comenzar a practicar polo tiene que ser de familia de polistas, o cómo consigue tener un caballo por ejemplo?  

–No. En estos pueblos se puede pagar por jugar, como un alquiler de una cancha de fútbol, o de tenis. Esto es igual. Entiendo que cuesta más, pero buscamos que sea más accesible. Hay mucho trabajo atrás: está el herrero, el talabartero. Todo eso, 30 años atrás había que importarlo, y hoy ya no. Todo se produce en Argentina, entonces hay muchos oficios relacionados al polo. Los jugadores somos el dos por ciento de todo el movimiento que genera el polo.

–¿Hay programas para que los más chicos se inicien en la actividad?

–Esa es la estrategia, acercarnos a los más chicos. El otro día vinieron a la Asociación los chicos de la villa 31 y se quedaron fascinados. Pudieron aprender las cosas básicas de la actividad. La idea es armar escuelas a lo largo de todo el país.

–¿Les explican a ellos que el polo no es sólo La Dolfna y Ellerstina?

–Exacto. Hay que decirles eso. Esto es como el fútbol, no es todo Boca y River. El polo es el deporte del campo argentino. Antes se subían a cualquier caballo, con un palo, y le pegaban a una pelota. Así comenzó todo, por eso los argentinos somos tan buenos. En otro lugar del mundo es muy difícil llegar a tener contacto con un caballo, y acá no es tan difícil.

–En ese sentido, ¿no es negativo que haya dos equipos (La Dolfina y Ellerstina) que se diferencien tanto del resto?

–Eso lo tenemos que mejorar. Es un tema de reglamentación. Lo mismo hizo la Fórmula Uno: con los motores, con la tecnología, con el presupuesto. En los deportes de equipos pasa lo mismo, en la NBA, en la NFL. Este año hicimos cambios en el reglamento del juego para equiparar un poco más, y tanto los jugadores como la gente los aceptaron bien. La idea es que otros equipos puedan mejorar, y el sueño también es que haya más jugadores internacionales. Queremos ser como una academia del polo, que vengan jugadores a perfeccionarse acá. 

–¿Ese es un problema de organización?

–Claro. Con un poco de promoción y comunicación pueden venir de cualquier lugar del mundo a jugar, y al mismo tiempo se puede incentivar el turismo. Queremos fortalecer mucho lo que es el polo fuera de Buenos Aires. En Córdoba lo entendieron muy bien, y ya comenzaron a organizar partidos todos los fines de semana en diferentes clubes. Estamos armando un calendario federal. Por ejemplo, en Salta se puede jugar en el invierno, que hace 18 o 20 grados, y eso en Buenos Aires es imposible. Pero allá no lo hacen. 

–¿La gente del país sabe que los argentinos son los mejores del mundo?

–Creo que no. Y eso tiene que ver porque no terminamos de contar bien la historia del polo argentino. Esa es una de las claves: tenemos que contar bien cómo son las raíces para que la gente se sienta identificada. Somos referentes, la Asociación Argentina es como la FIFA del polo. 

–¿Que el deporte esté rodeado de reyes y jeques no obstaculiza tu visión de tratar de que no se lo vea como algo de elite?  

–Sí, pero también los dueños de los grandes clubes de fútbol del mundo son jeques. De alguna manera es bueno y hay que saber explotarlo. Igualmente, nos pasa que a la noche estamos cenando con un jeque, y a la mañana siguiente estamos tomando mate con los petiseros, que son gente muy humilde, y nos cuentan sus problemas porque no le alcanza la plata. 

–Ahora que sos dirigente, ¿preferís ser jugador solamente?

–Ja, ja. La verdad, esta temporada tuve una lesión fuerte que no me permitió jugar, pero extraño mucho ser jugador. Estar arriba del caballo me hace muy bien.

–¿Vas a seguir jugando?

–Sí. No sé con qué intensidad, pero la idea es seguir un poco más. En los próximos días voy a replantear bien mi futuro. Tengo que hablarlo con mis hermanos.

–Precisamente, ¿la pérdida de tu hermano Javier (mayo de 2014) en qué te modificó?

–La verdad que te modifica toda la vida de distinta forma, y te cambian todas las prioridades. Javier era el más fanático del polo, el que más le gustaba, y yo me hice profesional gracias a él. Pienso que él sería el más indicado para estar en mi lugar. Se lo extraña todos los días.