Querido lector, quiero decirle que, muy a mi pesar, siento que estamos viviendo un momento en que la ironía es el mejor sentimiento que podemos ofrecer a nuestros congéneres para, de alguna manera, intentar interrogarnos juntos sobre “qué es lo que está pasando”, “por qué nos está pasando” y, básicamente, la madre de todas las preguntas: “¿cómo llegamos a esto?”.

Podría decirme usted, y yo no estaría en desacuerdo: “Mejor que la ironía, que puede llegar a herir al prójimo, sería un poco de empatía”. Es cierto, pero he de confesar, sin esperar absolución ni penitencia alguna –no es mi rubro– que una de las maneras de ser empático, de entender y si fuera posible aliviar al otro (y a mí mismo), suele pasar, en mi caso –deformación profesional mediante– por el humor y, hoy en día, por una de sus expresiones más exquisitas –aunque a veces dolorosa–: la ironía. Y que prefiero una y mil veces esa ironía a la “esperanza”, que parece haber sido el disfraz adoptado, Carnaval mediante, por la hipocresía.

Y creo que no soy el único. Es más, las hinchadas de fútbol, expresión indudable del sentir y el pensar popular, de alguna manera me acompañan, cual jubilado que (aún) no soy, en tiempos de represión.

No puedo olvidar que una de ellas –si no me equivoco, la de Nueva Chicago (pido mil disculpas si no es así)– fue detenida por la policía en 1982 por haber entonado la marcha peronista en tiempos en que estaba prohibida. Y al domingo siguiente, quiere la leyenda, esa misma hinchada, a la hora del partido, pasó corriendo frente a la comisaría de la zona entonando fervientemente el “Arroz con Leche”.

También entiendo que fue la hinchada de San Lorenzo la que en el verano de 2018 impuso, y viralizó en forma presencial, “el hit del verano”. ¿Se acuerda? Decía: "¡Mauricio Macri, la p... que te p...", verso que en esos tiempos sonaba al mejor Borges, hemos de decirlo.

El pasado martes 25 nuestra Selección vapuleó a su homónima brasileña. Como decían en mis tiempos infantiles, “le dio un baile, un pesto, un paseo, una paliza”, elija el lector la palabra más afín a sus oídos, pero si vio el partido, coincidirá conmigo en que eso fue lo que pasó. Podemos decir, como dijimos con Daniel Paz en uno de nuestros chistes, que lo que pasó fue que Brasil se puso “en modo oposición”, o sea que “ni apareció".

Pero el toque de humor irónico lo dio la propia hinchada argentina. Uno de los jugadores brasileños –Rapinha, para más datos (nombre que en nuestro idioma estaría asociado al accionar de ciertos grupos financieros, pero en portugués nada que ver)– se había pasado la semana declamando que los brasileños iban a ser infinitamente superiores a nuestra Selección. ¡Malos tiempos para los que hacen predicciones! Durante el partido, sobre todo en el segundo tiempo, la hinchada argentina coreó (dirigiéndose al DT de Brasil): "¡Poné a Rapinha, la p... que te p...!”, mientras Rapinha estaba jugando.

Hace ya más de un siglo y medio, Karl Marx (los milenials pueden guglear o preguntar a sus abuelos), en su libro El 18 Brumario de Luis Bonaparte, parodió una frase de Hegel (ídem Marx, milenials). Hegel había dicho: “La Historia ocurre primero como contingencia y luego como necesidad”. Marx, en cambio, afirmó: “La Historia ocurre primero como tragedia y luego como farsa”, lo que lleva a muchos a decir, ahora parodiando a Marx: “La tragedia se repite como farsa".

En estos tiempos, tragedia y farsa se funden de manera tal que no podemos diferenciarlas. Discépolo diría quizás que se arrepiente de haber escrito “Cambalache” porque le salió demasiado optimista, pero podemos defenderlo diciendo que “refleja el siglo XX, donde todo daba igual, sí, pero no tanto”.

Ahora vivimos un tiempo en que la ultraderecha sabe cómo incluir a sus víctimas, mientras que la autopercibida izquierda excluye a sus posibles aliados, en un extraño proceso de acelerada y enloquecida mitosis (división celular, biológicamente hablando). Mucho me temo que, si seguimos así, la ultraderecha compita consigo misma: su “rama neoliberal” con su “rama facha pero no tanto”; su rama “anarquista de mercado” con su rama “pertenecer a la minoría tiene sus privilegios”... En fin.

Pero prometí hablar de ironías, y quiero cumplir.

El pasado lunes 24 estuve, como dije que estaría, en la Plaza, con "la 525”. A los dos socios fundadores se nos sumaron familiares y amigos, éramos como diez. Y agradezco a los y las lectore/as que, quizás movidos por la columna del pasado sábado, se acercaron a saludar. Muchas gracias en serio, porque eso es lo mejor de todo: encontrarse.

Uno de los juveniles cánticos trataba al Autoritario Electo como residuo descartable y a la vez lo increpaba identificándolo con la dictadura. Querido lector, quizás habría sido más justo, justamente, recordarle que, en rigor, él no es la dictadura, y por consiguiente, no puede actuar como si lo fuera. Cambiando el “vos” por el “no”, creo que es real. Y a los demás, recordarles que no, no es la dictadura, porque si lo fuera no podríamos, por ejemplo, haber hecho semejante acto.

Otro cántico voceaba algo así como: “Como a los nazis les va a pasar: adonde vayan los iremos a buscar”. No pude dejar de sentir cierta tristeza pensando que mejor que no les pase como a los nazis, porque los nazis “en media Europa están volviendo a gobernar”.

Ironías de la vida, digo.

Sugiero al lector acompañar esta columna con el video “Yo no sabía” de Rudy-Sanz: