Esta repetición de lanzarse a la calle bajo amenaza de agua,etcéteras, con la decisión de sacudirse y seguir adelante y avanzar por la vereda esté como esté el cielo en una calle demasiado acelerada por autos y bocinas chillando, no quiebra a los mojados, aunque la cialipo los intercepte…
No encuentro la forma de contarlo, de contar cómo me siento cuando lo veo, no puedo llamar a las cosas directamente por su nombre, tengo que recurrir al reemplazo, decir “mojados” y decir “cialipo” y esperar que se entienda.
A los mojados los vi lanzarse a la calle demasiadas veces recalentados por el sol de un verano demasiado largo, y a la cialipo interceptarlos a poco de avanzar, la cialipo entorpeciendo su recorrido como un gran cometido de su función.
La cialipo va de acá para allá y saca pecho cubierta de pies a cabeza, su color seco y oscuro es el de un lagarto, controla la calle cada dos minutos, tratando de mejorar las técnicas de control, eso la hace sentir de solvencia excepcional.
En línea recta avanza contra los mojados que tienen claro dónde van: el punto es llegar.
La cialipo dispone sus herramientas para mojar una y otra vez a los mojados. A la cialipo le contaron el cuento que me contaron a mí cuando era chica: si alguien se pone furioso hay que mojarle la cabeza con agua helada así se calma.
La cialipo vigila elucubrando, no puede perder de vista a los mojados, porque el peligro aparece de un momento a otro.
Si los mojados se corren más a la izquierda avanza, si sus carteles se suben demasiado alto avanza, avanza porque los mojados se mueven, porque aunque ya no bajen a la calle igual se mueven.
La cialipo está alerta, hay toses, toses estentóreas repentinas de los mojados que tienen los pulmones afectados, las toses a centímetros revientan la oreja de la ciliapo y la obliga a descargar. Y descarga.
El aire se vuelve vidrioso, repica como una campana en los ojos, no en los oídos. La cialipo levanta el pulgar victoriosa.
Oh sorpresa, no tanto para los que conocen sus anécdotas, sus filosas garras aceitadas siempre y cuando no se trate de los fogosos que juegan con fuego, “ésos no se tocan” , son buenos vecinos .
La cialipo apaga las chispas de los fogosos con rapidez asombrosa y barre las cenizas justo a los pies de los mojados: ¡Incendiarios!. La cialipo mete pata a fondo y moja a los mojados.
Ni hablar, ni se le ocurra a nadie pensar en que el miedo encoge o destiñe a los mojados, los mojados se mantienen activos y enteros porque salieron a buscar lo que no encuentran por ningún lado, como las palomas que no cejan hasta tener el buche lleno y poder volar a un rincón amable, los mojados quieren despejar el embrollo y volver a atender sus necesidades, los mojados insisten en que no tendrían que estar en la calle esperando, tendrían que estar con mejores asuntos entre manos.
La cialipo espera la orden para abrir el grifo, y la orden la da la cabeza número 1, la número 1 saca su peine y se peina el flequillo y repasa sus labios con una barra cremosa. La número 1 se endurece cuando asume el control, si se toca la cara en ese momento sagrado es una piedra. Quiere agua a lo grande que vaya directo a los mojados y que el frío les llegue a los huesos así se calman.
Da la orden y el grifo se abre, oye el agua estallar y desplazarse a gran velocidad abajo en la calle, arriba todo está en orden, nada la salpica, mira con orgullo su blusa y su pantalón secos. Triunfa su manguerazo y el aire le infla los pulmones, la aguaza ataca tal cual lo previó.
La número 1 se acerca a la ventana, en el piso de control, el último del edificio vidriado, se mueve sobre el parquet encerado como Alex el pandillero, aquel que sabía aterrorizar. En la tele va a fundamentar, va a dar rienda suelta a su inspiración, va a improvisar tratando de afinar un tin tirin tin de guitarreo a ver si pasa.
Y vuelvo a los mojados tan mojados, solos, con la imaginación puesta a prueba porque hay que saber resistir lo que enfrentan codo a codo en la calle.
Pienso en lo que vendrá, en lo que todavía tienen por hacer y será parte de la trama nueva.
De lejos se oye a los mojados, parecen cantar, se trata de una canción que improvisan, la cantan irritados, chapoteando en los charcos de la vereda, conscientes de que tienen voz, y la hacen oír.