Rondaban los 20 años cuando empezaron a reunirse. Cuando pensaron que el dolor personal debía convertirse en una acción colectiva que moviera las estanterías de la impunidad que, por entonces, reinaba en la Argentina. Cuando salieron a las calles para “escrachar” a los genocidas que andaban por los barrios, trabajaban en las clínicas o hacían vida de vecinos notables, no soñaban con que realmente se abriría la puerta de la justicia y que casi 1200 represores habrían sido condenados por haber secuestrado, torturado, asesinado y desaparecido a sus padres y madres. Los H.I.J.O.S, que con su juventud e irreverencia trajeron airecumplen 30 años de existencia