Las linternas y velas se convirtieron en artefactos indispensables en los hogares ecuatorianos durante el segundo semestre de 2024. Un año después de los primeros apagones, la crisis energética de Ecuador empeoraba. Los cortes de energía programados, puestos en marcha debido a la grave sequía que afectaba a la principal fuente de electricidad del país —las centrales hidroeléctricas— habían aumentado de dos a 14 horas diarias.

Ninguna ciudad escapó de esta realidad. De un día al otro, Ecuador había parecido retroceder al siglo XVIII, cuando las personas se levantaban y se iban a dormir sin luz eléctrica.

Los UPC (Uninterruptible Power Supply) o cargadores portátiles se agotaban en los comercios y el ruido constante de los generadores a gasolina se volvió parte del sonido ambiente alrededor de edificios, centros comerciales y restaurantes, que recibían a quienes iban en busca de Internet y electricidad para cargar sus equipos. En el caso de las industrias, los cortes de energía generaron pérdidas de hasta 7.500 millones de dólares, según la Cámara de Comercio de Quito, y de 12 millones a escala nacional por cada hora de apagón. Expertos aseguran que este problema será uno de los principales retos que enfrentará el re-electo presidente Daniel Noboa.

Vulnerabilidad

La causa principal de esta crisis, según dijo el exministro de Energía Roberto Luque en abril de 2024, fue la sequía, considerada la peor del país en los últimos 60 años. Los ríos se secaron y las hidroeléctricas, responsables de alrededor del 80% de la electricidad en el país, dejaron de funcionar. Ese abril, un mes que antes se caracterizaba por las lluvias, llegaron los primeros cortes de luz del año.

“Ya existían vulnerabilidades muy profundas en los sectores energéticos e hídricos del Ecuador que la sequía sólo detonó”, dice Homero Paltán, investigador de riesgos climáticos e hídricos en la Universidad de Oxford.

En su plan de gobierno propuesto para este nuevo período al frente del Ejecutivo, Noboa plantea promover la energía limpia e impulsar las energías renovables a través de la inversión pública y privada, y las alianzas entre ambas. Además, afirma que su gobierno fomentaría la cooperación internacional para la investigación de estas tecnologías, “facilitando la transición energética hacia fuentes más sostenibles”. En 2024, el Plan Maestro de Electricidad para 2032 de su gobierno presentó 37 proyectos de nueva generación con una capacidad de 7,4 gigavatios, a un costo de más de 10.000 millones de dólares.

Al margen de su triunfo en las elecciones, la crisis eléctrica ha sido el acontecimiento que más ha afectado a la popularidad de Noboa, cuyo mandato como presidente desde finales de 2023 ha estado dominado por los desafíos en torno a la seguridad y el crimen organizado. Según datos de la encuestadora Comunicaliza, el 10 de abril de 2024, cuando comenzaron los apagones, el rechazo a Noboa alcanzó el 35%, frente al 10% de dos meses antes, en febrero, cuando no había apagones. Cuando la crisis alcanzó las 14 horas de cortes de energía al día en octubre pasado, la cifra subió a casi el 50%.

Hidroeléctricas en riesgo

Durante la gestión del expresidente Rafael Correa (2007–2017), se construyeron 14 hidroeléctricas, aunque algunas no se han inaugurado y otras han estado envueltas en irregularidades. Noboa no menciona a las hidroeléctricas en su plan, pero ha apostado por proyectos hidráulicos que estaban retrasados desde la época de Correa, como Toachi-Pilatón.

Para Paltán, la idea no debe ser salvar las hidroeléctricas del país, sino mejorar la seguridad hídrica y energética al incluir otras medidas como la reducción de pérdidas o ineficiencias técnicas en la transmisión energética. Fernando Salinas, analista energético con casi dos décadas de experiencia en el sector eléctrico ecuatoriano, explica que las pérdidas de energía durante la distribución en la red de Ecuador pueden alcanzar hasta el 30% de la generación.

Según el último Balance Energético de 2023, la oferta de energía eléctrica en 2023 tuvo un aporte de 69,1% de hidroelectricidad, 25,6% de fuentes térmicas y 1,7% de otras fuentes. El resto se cubrió con importaciones.

En abril de 2024, el embalse de Mazar, el más grande del país, salió de operación. Mazar tiene una capacidad de 410 millones de metros cúbicos de agua y está ubicado en la cuenca del río Paute, en la provincia del Azuay, en la sierra ecuatoriana.

El país consume alrededor de 100 GWh por día. Cuando las hidroeléctricas salen de operación, surge un déficit o una diferencia entre la demanda y la generación de energía. Durante la crisis energética se registró un déficit de hasta 30 GWh. Es decir, con el parque generador solo se podía suplir 70 GWh.

Responsabilidades

Aunque el foco se ha puesto en el impacto de la sequía, el sector energético de Ecuador enfrenta otros problemas. La hidroeléctrica Coca Codo Sinclair, que se inauguró en 2016, hasta ahora no opera al 100% por las fallas en su construcción. En la época de los apagones, tuvo que cerrar 18 ocasiones, entre enero y junio del 2024, por la acumulación de sedimentos detrás de su represa.

Toachi Pilatón, de 254.4 MW, es otro de los proyectos que ha sufrido trabas desde la firma del contrato de construcción en 2007. En diciembre del 2024 se enlazó al Sistema Nacional Interconectado (SNI), la red eléctrica nacional, la turbina 3 de la Central Alluriquín, que es parte del complejo hidroeléctrico. Cuando entró en funcionamiento en febrero, el presidente Noboa dijo que el proyecto estaba ayudando a “asegurar que todos los rincones de Ecuador tengan la energía que necesitan”. Está previsto que se añadan dos unidades más en 2025.

Salinas afirma que abordar el problema de las pérdidas de distribución y mejorar la eficiencia será uno de los retos a los que se enfrentará el nuevo gobierno. Además, y a pesar de los objetivos del plan maestro de electricidad, afirma que todavía no se está invirtiendo lo suficiente en nueva generación de electricidad para satisfacer la demanda. Según un reporte del Balance Energético Nacional, el consumo de energía eléctrica por habitante aumentó 28,8% entre 2013 y 2023.

Combustibles fósiles

Según la Quinta Comunicación Nacional y Primer Informe de Transparencia, una presentación exigida por la convención climática de las Naciones Unidas, Ecuador tiene 77 centrales hidroeléctricas operativas, que generan “electricidad de manera sostenible y renovable”. Paltán considera que esta crisis es un desafío para la transición energética. Una de las medidas del gobierno, por ejemplo, fue la exoneración temporal total de aranceles para los generadores que funcionan con gasolina y diésel.

Según los estudios —todavía no publicados— de Rasa Zalakeviciute, investigadora de la Universidad de las Américas (UDLA), y su alumna Génesis Chuquimarca, la concentración del contaminante dióxido de nitrógeno (NO2) aumentó un 22% en Quito durante la crisis energética, y sobrepasó los niveles permisibles de la Organización Mundial de la Salud (OMS) para concentraciones de 24 horas. Las partículas finas PM2.5 también aumentaron un 5,48 % y superaron los niveles de la OMS. La exposición al PM2.5 puede causar cáncer y afectaciones al sistema cardiovascular.

Según Zalakeviciute, los niveles más altos se registraron cuando los apagones duraron más tiempo y hubo un mayor uso de generadores de combustibles fósiles. Entre septiembre de 2024 y marzo de 2025, el gobierno también alquiló tres barcazas de generación termoeléctrica con una capacidad total de 300 MW a la empresa turca Karpowership. Las embarcaciones costaron 250 millones de dólares. Las tres están operativas y conectadas al SNI.

¿El gas es la solución?

Como en otras partes del mundo, el gobierno ha presentado el gas como una alternativa viable. En Ecuador los ojos se han puesto en el Campo Amistad, ubicado en el Golfo de Guayaquil. Empezó a producir gas en el año 2002 y, según PetroEcuador, la compañía petrolera estatal, el campo “cuenta con facilidades de producción para alcanzar una producción de 94 millones de pies cúbicos por día (MMPCD) que es la capacidad operativa del gasoducto”. La producción actual es de 20 millones de pies cúbicos por día de los tres pozos productores, que apoyan la generación de energía local.

Mientras tanto, especialistas temen que las autoridades se relajen y se centren menos en la crisis energética a medida que llega la tradicional estación de lluvias en abril, lo que podría proporcionar cierto alivio a las centrales hidroeléctricas del país. También coincidieron en que los desafíos de Ecuador en el sector eléctrico podrían afectar a sus compromisos climáticos internacionales, mientras que un enfoque a corto plazo en proyectos de combustibles fósiles para evitar cortes de energía podría ser un revés que retrase la transición energética del país.

*Universidad de Belgrano. Este artículo fue originalmente publicado en Dialogue Earth.