Francisco partió a la casa del Padre el pasado 21 de abril a sus 88 años de edad, pero su huella y su legado viven en nuestra provincia de Buenos Aires.

Recorriendo y callejeando nuestros barrios, podemos palpar que Francisco dejó semillas de fe y esperanza en nuestro pueblo bonaerense. Es por eso que, aunque haya partido físicamente el argentino más importante de la historia, sabemos que está más vivo que nunca.

Francisco vive en aquellos bonaerenses a los que su mensaje los interpeló y los convocó a ser protagonistas de la historia. Edificando el bien común con dialogo, en la cultura del encuentro, construyendo puentes y derribando muros.

Francisco vive en cada pibe y cada piba que lucha por sus adicciones, en los cientos de Hogares de Cristo de la Provincia que Bergoglio tanto amaba, impulsó y que lo llevan a adelante los queridos Curas Villeros recibiendo “La vida como viene”.

Francisco vive en cada gesto de solidaridad comunitaria de nuestra provincia, en los cientos de comedores barriales y parroquiales, en los misioneros que llevan comida a las personas en situación de calle. Todos y cada uno de ellos no sólo dan el pan cotidiano, sino también como pedía él: “Miran al pobre a los ojos, lo abrazan, y le dan amor”.

Francisco vive en cada escuela bonaerense que educa con amor, como él lo experimentó siendo alumno de la escuela salesiana “Wilfrid Baron de los Santos Ángeles” del barrio de Ramos Mejía en La Matanza.

Francisco vive en el aire fresco de nuestras sierras bonaerenses que oxigenaron y curaron a sus jóvenes pulmones, en su paso por la Villa Don Bosco en Tandil, recomendado por profesionales de la salud.

Francisco vive en las comunidades jesuitas de nuestra provincia, donde él vivió, se formó y fue sacerdote, especialmente en el colegio Máximo de San Miguel, lugar donde entre tantas cosas, salvó vidas en las épocas oscuras de la última dictadura militar.

Francisco vive en las Madres y Abuelas de Plaza de Mayo, que él recibió y abrazó con tanto amor en el Vaticano.

Francisco vive en el diálogo interreligioso que experimentan las comunidades de los diferentes credos de nuestra provincia; práctica que comenzó él en Argentina como cardenal y continuó luego en su pontificado.

Francisco vive en los movimientos sociales de nuestra provincia que él tanto amaba y que les llamaba “poetas sociales”, los cuales siguen luchando por tierra, techo y trabajo.

Francisco vive en nuestros migrantes, por los que siempre pidió, recordando su primer viaje a Lampedusa y su historia personal con sus padres migrantes italianos en nuestro país.

Francisco vive en nuestras universidades bonaerenses que integran la red universitaria para el cuidado de la casa común inspiradas en la encíclica “Laudato Si”.

Francisco vive en cada reclamo social legítimo por los derechos y la justicia social.

Francisco vive en nuestros abuelos y abuelas, a quienes nos pedía que escuchemos y cuidemos, porque son nuestras raíces.

Francisco vive en los últimos y descartados de nuestra sociedad, en ellos que fueron sus privilegiados y nos convoca a todos y todas a abrazarlos e integrarlos para su desarrollo.

Francisco vive en cada una de las 3 arquidiócesis y 16 diócesis católicas de nuestra provincia; en sus laicos, sacerdotes, religiosos, religosas y obispos, de los cuales, en su gran mayoría nombró él.

Francisco vive en nuestros jóvenes bonaerenses que tanto lo aman, que compartieron con él las jornadas mundiales de la juventud y que los convocó a “Hacer Lío”.

Francisco vive en el Santuario Bonaerense de Lujan, casa de la Madre de todos los argentinos y argentinas, y en la que tanto él amaba estar. Así lo hacía en cada peregrinación juvenil, yendo a la noche a confesar por largas horas y finalizar celebrando la misa central por 15 años seguidos.

Francisco estará vivo si continuamos su tan rico legado, primeramente, el que nos enseñó con su ejemplo: de austeridad, de sencillez, de cercanía, de fraternidad, de coraje y misericordia.

Francisco estará vivo si con el corazón dispuesto escuchamos el clamor de los pobres y de la madre tierra, que tanto sufren en estos tiempos difíciles.

Francisco seguirá vivo si desde nuestro rol estatal seguimos fortaleciendo la comunidad, cuidando nuestra casa común, construyendo un techo para las familias que lo necesiten, promoviendo el trabajo, llevando un Estado eficiente a cada barrio y tomando decisiones políticas-económicas donde en el centro siempre este la persona; para así garantizar desarrollo humano integral de cada bonaerense.

Ante una realidad donde el individualismo quiere imponerse como moda, nosotros estamos convencidos, con Francisco como bandera, que NADIE SE SALVA SOLO.

(*) Director de Cultos de la provincia de Buenos Aires