En el marco de la sociedad actual, los medios de comunicación y las redes sociales desempeñan un papel crucial como parte de la superestructura de dominación. De esta forma, lejos de ser neutrales, operan como herramientas que perpetúan las relaciones de poder y profundizan las desigualdades económicas.

Según Karl Marx, la sociedad se divide en dos niveles interconectados: la estructura (base económica) y la superestructura. La estructura incluye las condiciones materiales de producción y las relaciones productivas, mientras que la superestructura abarca las instituciones políticas, jurídicas, religiosas y culturales que surgen de esa base económica. La superestructura no es independiente; su función principal es legitimar y mantener el orden social establecido, asegurando la dominación de la clase burguesa sobre el proletariado.

El concepto de superestructura se refiere al conjunto de instituciones, normas y discursos que legitiman y sostienen las relaciones de poder en una sociedad. En el pasado, esta superestructura estaba dominada por instituciones como la iglesia, la educación formal y los medios de comunicación tradicionales. 

Sin embargo, en la era digital, las redes sociales y las plataformas tecnológicas han adquirido un papel preponderante en ese sentido. En efecto, los medios de comunicación y las redes sociales son componentes cada vez más decisivos en la superestructura, ya que tienen la capacidad de influir en la percepción de la realidad, moldear la opinión pública y difundir ideologías que consolidan el statu quo.

Estas plataformas no solo son herramientas de comunicación, sino también espacios donde se libran batallas ideológicas y se construyen narrativas que influyen en la percepción de la realidad económica y social. Los algoritmos de las redes sociales, diseñados para maximizar el tiempo de permanencia de los usuarios, priorizan contenidos que generan emociones intensas, como el miedo, la ira o la indignación

Esto crea un entorno propicio para la manipulación y el control social. De este modo, estas herramientas aprovechan las debilidades del sistema digital para generar confusión, polarización y desinformación. A través de diversas figuras, que pueden ser políticos, consultores o incluso empresas tecnológicas, se utilizan y desarrollan técnicas avanzadas de análisis de datos y microtargeting para influir en el comportamiento de las masas.

En este contexto, la atención se ha convertido en un recurso económico clave. Las plataformas digitales compiten por captar la atención de los usuarios, ya que esta se traduce en ingresos publicitarios. Sin embargo, esta economía de la atención tiene un costo social elevado: fomenta la desinformación, erosiona la confianza en las instituciones y debilita la capacidad de los ciudadanos para tomar decisiones informadas.

Aparatos ideológicos

Louis Althusser, filósofo marxista, amplió esta idea al describir los aparatos ideológicos, entre los cuales incluyó a los medios de comunicación. Señalando que los mismos no ejercen el poder mediante la coerción (como lo haría el ejército o la policía), sino a través de la persuasión y la difusión de ideas. Los medios, en este sentido, actúan como transmisores de la ideología dominante, naturalizando las relaciones de poder y ocultando las contradicciones inherentes al sistema.

Por ejemplo, los medios de comunicación dominantes y especialmente hoy en día las redes sociales, suelen presentar el consumo desenfrenado como un ideal de vida, promoviendo la idea de que la felicidad se alcanza a través de la posesión de bienes mercantiles. Esta narrativa no solo beneficia a las empresas capitalistas, sino que también desvía la atención de problemas estructurales como la explotación laboral o la desigualdad económica.

Intereses

En las sociedades capitalistas contemporáneas, la propiedad de los medios de comunicación y de las redes sociales está altamente concentrada en manos de unas pocas corporaciones. Esta concentración permite que los intereses de las élites económicas se impongan sobre los contenidos que se difunden. 

Como resultado, estos mecanismos tienden a favorecer narrativas que protegen los intereses del capital, como la desregulación de los mercados, la reducción de impuestos a las grandes empresas o la privatización de servicios públicos.

Además, esta concentración de la propiedad limita la diversidad de voces y perspectivas en el espacio público. Las noticias y los análisis suelen reflejar los intereses de quienes controlan los medios, marginando las voces críticas o alternativas que cuestionan el sistema dominante.

Antonio Gramsci, otro teórico marxista, introdujo el concepto de hegemonía cultural para describir cómo la clase dominante mantiene su poder no solo mediante la fuerza, sino también a través del consenso. Los medios de comunicación y las redes sociales son fundamentales en este proceso, ya que construyen y difunden una visión del mundo que beneficia a las élites.

Por ejemplo, durante las crisis económicas, los medios suelen culpar a factores externos o a políticas sociales, en lugar de cuestionar las fallas estructurales del sistema. De esta manera, se evita que la población cuestione las bases del poder económico y se perpetúa la aceptación del orden existente.

A pesar de su papel en la superestructura de dominación, los medios de comunicación y las redes sociales también pueden ser espacios de resistencia. Los medios alternativos y comunitarios han surgido como contrapeso a los grandes conglomerados mediáticos, ofreciendo narrativas críticas y promoviendo la participación ciudadana. Plataformas digitales y redes sociales han facilitado la democratización de la información, permitiendo que movimientos sociales y organizaciones populares difundan sus mensajes sin depender de los canales tradicionales.

Sin embargo, estos espacios alternativos enfrentan desafíos significativos, como la falta de recursos, la censura y la competencia con los grandes medios, que cuentan con mayor influencia y alcance.

De esta forma, los medios de comunicación y las redes sociales son un pilar fundamental de la superestructura de dominación en las sociedades capitalistas actuales. A través de la difusión de ideologías y la concentración de la propiedad, refuerzan las relaciones de poder existentes y legitiman el orden económico y social.

En este aspecto, la expansión de estas plataformas tiene consecuencias económicas y sociales significativas. En primer lugar, la polarización y la desinformación debilitan la democracia, lo que puede llevar a la adopción de políticas económicas regresivas o insostenibles como puede observarse tan vívidamente hoy en nuestro país.

En segundo lugar, la economía de la atención concentra el poder en manos de unas pocas empresas tecnológicas, que acumulan ganancias astronómicas mientras contribuyen a la fragmentación social. Este modelo económico no sólo profundiza las desigualdades, sino que también es insostenible, ya que los beneficios se concentran en manos de una minoría muy poderosa mientras los costos sociales son asumidos por la mayoría.

En un mundo cada vez más mediático, comprender el papel de los medios y las redes sociales en la economía política es esencial para desentrañar las dinámicas de poder y avanzar hacia una sociedad más democrática y participativa. La democratización de los medios y el fomento de una comunicación plural son, por tanto, pasos imprescindibles para transformar la superestructura de dominación en una herramienta compatible con la construcción de una sociedad, al menos, un poco más justa.

*Economista UBA. @caramelo_pablo