En el gran sofá color crema de The Drew Barrymore Show, con Douglas, el perrito rescatado de la propietaria, acurrucado entre ellos, la presentadora y el invitado reviven los viejos tiempos. O lo intentan. En una pantalla sobre Drew Barrymore y Billy Idol hay una fotografía de la pareja abrazados en el club Limelight de Nueva York en 1986. La actriz, convertida en conductora de tertulias en televisión, tiene un halo de ángel sobre su cabeza, y el veterano del punk rock una versión sonriente de su característico gesto despreciativo de labios curvados. 

"Ahí es donde nos veo cuando pienso en vos", le dice Barrymore a Idol, mientras los dos arquean el cuello en el flashback y el público grita. "En los viejos tiempos del club. ¿Qué demonios recordás de aquellos días?".

"No mucho", responde Idol con una risita grave y muy bien pronunciada que recuerda a la de un escudero jubilado de los condados. Aunque con el mismo pelo y vistiendo casi el mismo atuendo que en aquella foto de hace cuatro décadas: pelos de punta de color rubio blanquecino, chaqueta de cuero, gruesos collares de plata y una camisa abierta por debajo de los pezones, para mostrar un pecho tan liso, sin pelo y de color caramelo como la cara de 69 años del punk-rocker inglés.

Para ser justos, es comprensible que los recuerdos de las antiguas amigas sean poco precisos. Barrymore sólo tenía 11 años en el momento de la foto y, como reveló más tarde, ya tenía problemas con la bebida, con la adicción a las drogas asomando rápidamente en el horizonte incluso antes de ser una adolescente. Idol, no sin razón, se encontraba en su propio estado alterado.

"La madre de Drew solía llevarla allí cuando tenía ocho años o algo así", cuenta Idol desde su sala verde en el CBS Broadcast Center de Manhattan inmediatamente después de la grabación del programa de entrevistas. "Así que solíamos pasar el rato allí. Yo le respondía de igual a igual", agrega sobre su amiga de la adolescencia (Idol tenía 30 años). "No le restaba importancia ni le hablaba con desprecio. Creo que eso le gustaba".

¿Quién fue la mala influencia para quién?

"Creo que fuimos una buena influencia uno para el otro", matiza sobre una actriz con la que más tarde compartiría pantalla, interpretándose a sí mismo en la comedia romántica de 1998 ambientada en los ochenta La mejor de mis bodas ("Yo hacía de Cupido del rock'n'roll"). "Porque la traté como a una igual". Probablemente, también, como alguien que podía identificarse -en cierto modo- con lo que él estaba viviendo.

Barrymore era una estrella infantil desde los siete años, gracias a su papel en ET, de Steven Spielberg, estrenada cuatro años antes. En 1986, Idol también era un fenómeno en Estados Unidos, aunque de un tipo muy diferente. Se había marchado a Estados Unidos en marzo de 1981, tras el colapso de su grupo punk Generation X, compañeros en la lista B de Sex Pistols y The Clash. En un par de años, el punk más guapo de la escena londinense era una megaestrella en Estados Unidos.

Gracias al éxito en las listas de éxitos de "White Wedding", "Dancing with Myself" y "Rebel Yell", himnos de la radio FM creados con Keith Forsey, productor habitual de Idol y también londinense. Y gracias a su sexy y caricaturesca picardía de chico malo, este precursor de la Invasión Británica de los ochenta se convirtió en la perla de la recién estrenada MTV.

Cuarenta y tantos años después, ambos elementos -las melodías que golpean puños y el pavoneo que muestra los pezones- están impresionantemente presentes y correctos en el nuevo álbum de este abuelo de cuatro. Dream Into It, nostálgico pero desafiante con dos dedos de frente, consta de nueve canciones que incluyen colaboraciones con Joan Jett, Avril Lavigne y Alison Mosshart de The Kills.

El primer álbum de Idol en 11 años es un disco que celebra sus excesos de los setenta y los ochenta: los altos, los bajos, el accidente de moto casi mortal (siete operaciones y una barra de acero para reparar su pierna derecha destrozada) y aquella vez que salió por la ventana de una rehabilitación por adicción al crack antes de que Forsey pudiera sacarlo por la puerta. "Le dije: 'Vamos a dar un golpe primero'. Y mientras Keith se fue a buscar a alguien, yo me escapé, ¡je, je!". En el ramalazo pop-punk "77", recurre a la chica Avril Lavigne, nacida en Canadá en 1984, para cantar las emociones de la lucha contra skinheads en la King's Road de Chelsea en el embriagador verano de 1977: "¡Tenés que golpear primero y más vale que no falles! Si enseñan los dientes, les damos una patada".

Como ya puede parecer evidente, Idol disfrutó de los frutos de su aceptación por parte de la corriente dominante de Estados Unidos. Cuando Barrymore le preguntó si, por aquel entonces, había dejado de ser "Billy Idol", respondió negativamente: "Yo era así 24/7". O, como me dice ahora, su ritmo de conversación se acelera lentamente tras la entrevista televisiva: "Bueno, sí, los ochenta fueron realmente un período seminal".

Dicho con decoro. En el verano de 1984, Neil Tennant entrevistó al rockero vestido de cuero, a quien la revista Smash Hits ridiculizó cariñosamente como Sir Billiam of Idol. El Pet Shop Boy escribió sobre un personaje cuyo "comportamiento puede ser, como mínimo, impredecible". Después de un concierto reciente en Canadá, cantó una serenata a una multitud de fans con una versión improvisada de "Rebel Yell", de pie y desnudo en el alféizar de la ventana de su habitación de hotel... Cuando le preguntaron en directo en Countdown, el equivalente australiano de Top of the Pops, qué había estado haciendo desde su llegada a Australia, respondió: "Practicar sexo".

Después, una aparición "amenazadora" en el programa Round Table, de Radio 1, en el que se repasaban los singles, provocó la expulsión de Idol del estudio a mitad de la emisión. "Pero la BBC lo invitó a pasearse por Top of the Pops la semana siguiente", informó Tennant. "Billy Idol, ¿qué hacés aquí?", preguntó el DJ y presentador Steve Wright. Y Billy se detuvo un segundo, como si él mismo se hubiera estado preguntando lo mismo. Luego recordó. "He venido aquí", declaró, apretando el puño, “para hacer ROCK AND ROLL".

"¡Je, je, je!" responde Idol, riéndose como el Patán de Dick Nodoyuna, cuando se lo leo. ¿Le parece ese artículo un retrato justo del artista en el verano de 1984?

"Bueno, en realidad estábamos sobreviviéndolo", es su amable respuesta. Entonces menciona "Still Dancing", el cierre autobiográfico del álbum. Se trata de una picaresca que abarca los días de okupa sin techo del hombre nacido William Broad a mediados de los setenta, peleas casi semanales en Brixton, una afición por destrozar habitaciones de hotel y, en resumen, todo un desafío punk. "Estaba muy comprometido con lo que hacía. Había que luchar por el derecho a estar allí". Los aspavientos y las discusiones en directo que Tennant relataba eran simplemente una demostración de "lo mucho que me importaba lo que estaba haciendo".

Recuerda ese período con algo más de garra en "Too Much Fun". Es un mea culpa de sexo, drogas y rock'n'roll a lo Killers: "Besé a una chica y fumé un poco de H... Media línea se convirtió en cinco... Me caí del escenario pero no morí...", canta. En "Gimme the Weight", se lamenta de los días en los que "amaba a mil chicas, pero eso sólo empeoraba las cosas".

 

 

Escribir esas canciones fue una forma útil de procesar los altibajos: su "encanto fatal", las relaciones y adicciones, "los locos y diferentes acontecimientos... Pero eran tiempos muy diferentes, los ochenta", continúa Idol, calentando motores. "Aunque el sida estaba en el horizonte, todavía no había afectado a la gente heterosexual. Todavía era el mundo del amor libre, del sexo libre. Muchos de los miedos modernos aún no habían aparecido. Así que era una época bastante desquiciada".

"En el 92, todo se cerró cuando Magic Johnson contrajo el sida", dice refiriéndose al anuncio del basquetbolista estadounidense, en noviembre de 1991, de que había dado positivo en la prueba del VIH. "La gente se dio cuenta de lo grave que era. Todo cambió casi de la noche a la mañana. Así que estábamos viviendo los últimos días de esta época liberadora, en la que la gente sentía que podía tener relaciones sexuales a la primera de cambio".

Idol no cree que eso signifique que los músicos de ahora sean necesariamente aburridos comparados con él y sus compañeros de los ochenta. "Es sólo que es un mundo diferente. La gente tiene que pensar en las enfermedades y las ETS. Pensábamos que nos habíamos librado de todo eso. En los años cincuenta, curaron la sífilis, curaron la gonorrea. Pero en los setenta me contagié de herpes. Fui a una clínica y me dieron unas pastillas, pero no me dijeron lo que era".

Sorprendentemente, el cantante también se muestra comprensivo con las presiones a las que se enfrenta una generación más joven de artistas que no dudan en cancelar giras para proteger su salud mental. Para el hombre que, entre 1984 y 1985, dio unos 130 conciertos en Estados Unidos en 10 meses mientras su carrera despegaba, eso no era una opción. Pero, dice encogiéndose de hombros, "no nos perjudicó". Sin embargo, "con las redes sociales, el panorama ha cambiado por completo en muchos aspectos. En los ochenta sólo había unos pocos medios de comunicación; comparado con hoy, es minúsculo. Ahora hay un millón gracias a Internet". Cree que eso ejerce una presión inevitable sobre los millennials y la Generación Z. "Para nosotros eran muchos programas. Para los modernos, son muchas redes sociales. Es muy diferente. Y eso puede afectar a la salud mental".

En consecuencia, se trata de un Baby Boomer -un seguidor de la tribu que se peleaba fácilmente con sectas juveniles rivales sólo por el derecho a llevar lo que le gustaba- al que no se lo oirá quejarse de que los millennials son una generación de cristal. "La verdad es que no. Mis hijos son millennials, y están teniendo hijos; me han dado mis nietos. Parecen muy trabajadores y se preocupan por lo que hacen. Yo no veo eso en absoluto". Aquí, ciertamente, Billy Idol no está "viviendo 24/7" el "Billy Idol" performático que la joven Drew Barrymore conoció y amó.

Aún así, una vez punk, siempre punk. Este año, Idol era candidato a entrar en el Salón de la Fama del Rock and Roll. Era uno de los 14 prenominados, la mitad de los cuales entraron al Salón una vez finalizada la votación pública a fines de abril. En el mometo de la entrevista aún no se había revelado la lista final, de la que finalmente quedó fuera; le pregunto por qué debería ser incluido.

"Porque soy increíble", grita, antes de aclarar. "Es increíble que haya pasado del punk rock en Inglaterra al éxito en Estados Unidos. No sólo participé en el punk, sino que me convertí en una parte importante de la New Wave de los ochenta. Y luego seguí haciendo música, viviendo la vida del rock'n'roll. También he ido más allá de lo que la gente espera, con cosas como el ciberpunk", dice sobre su álbum de 1993 de ese nombre. "No me quedé en mi carril. Me arriesgué. Incluso viniendo a Estados Unidos, no tenía ni idea de que me iba a ir muy bien. Y los riesgos que asumí funcionaron. Todo eso demuestra un espíritu emprendedor, un espíritu de rock'n'roll".

¡Vote a Idol! Pero, ¿qué hay de la otra clase de 2025 nominados? ¿Cree que Oasis merece estar ahí? "Por supuesto. Soy fan de Liam y Noel. Toqué antes que Oasis en Italia hace unos años. Estoy emocionado por su regreso. Estoy deseando verlos".

¿Joy Division y New Order? "Definitivamente merecen estar". ¿Cyndi Lauper? "Es una gran cantante y ha escrito grandes canciones. Así que merece estar". ¿Mariah Carey? Idol hace una pausa y sonríe. "No termino de entender esto". Pero menciona los iHeartRadio Music Awards del mes pasado en Los Ángeles, en los que aparecieron él y Carey. "Todos se inclinaban ante ella como la reina. Así que quizá haya un aspecto de eso. Sé que a veces sólo intentan atraer a la gente al programa de televisión del Salón de la Fama. Pero ella tenía millones y millones de visitas. Y creo que pasó por muchas cosas con Tommy Mottola", dice sobre el tempestuoso matrimonio de Carey con el ejecutivo de la industria musical (Mottola escribió en sus propias memorias que fue “absolutamente incorrecto e inapropiado” que se involucrara con una Carey de 19 años). "Ella podría haber tenido una experiencia un poco rock'n'roll allí".

 

 

En el momento de la entrevista, Idol está a cuatro semanas de comenzar una gira que incluye una parada en Wembley en junio y se prolongará hasta fines de año. Admite que su barriga está "un poco más hinchada, pero no está tan mal para mi edad". Defensor desde hace mucho tiempo de una dieta sin carne, se pone en forma para los conciertos gracias al ejercicio y la templanza, lo primero se convirtió en un hábito cuando se mudó a Los Ángeles en 1987. "Hacer ejercicio se convirtió en una parte importante de mi vida. Y me ayudó a superar la adicción a las drogas. Con el tiempo, el cuidado del cuerpo se impuso a la adicción a las drogas. Me ayudó a desarrollar un sentido de la disciplina que me permitiera dejar las drogas en el espejo retrovisor”.

¿Se permite beber de vez en cuando? "En realidad acabo de dejar de beber. Antes me tomaba un vaso de vino en un restaurante. Ahora sólo cuido mi hígado, ¡por desgracia! Me encantaría volver a acumularlas. Por otra parte, engordás, eso es lo que pasa con el alcohol hoy en día. Simplemente te hinchás". Además, la resaca es mortal. "Empecé a tener un dolor de cabeza muy fuerte si tomaba más de dos copas de vino". Aun así, los viejos hábitos no mueren para el Sr. Demasiada Diversión. "Sigo fumando marihuana y cosas así, así que no estoy completamente sobrio".

También necesita algunos retoques tácticos en su icónica barba. Una vez más, Idol se considera muy afortunado. "¡Sólo se trata de aguantar! Sólo espero llegar a la meta. Pueden hacer que el poco pelo que tengo parezca mucho. Como me dijo mi peluquero: 'Mientras tengas un poco de pelo, puedo trabajar con él'. Con mucha pomada y champú seco, pueden hacer milagros".

Sir Billiam of Idol espera que su característico peinado aguante al menos hasta el 30 de noviembre, cuando cumple 70 años. Por el momento no hay grandes planes para su cumpleaños, ya que seguirá de gira por algún lugar del hemisferio sur. Pero tampoco se irá tranquilo a dormir. "Probablemente celebremos alguna fiesta sudamericana".

¿Lo ilusiona cumplir 70 años? "Eeeehhhh... ¡No lo sé!», dice Idol. "Uno no se ve envejeciendo. Pero esta vez quizá tenga que celebrarlo. Estaré de gira con un montón de gente con la que disfruto tocando. Así que lo haremos divertido. Será matador. ¡¡SETENTA, AHÍ VAMOS!!", grita, lo suficientemente alto como para asustar al perro Douglas en el sofá de Barrymore. 

¿Algo más que declarar? "Te diré una cosa: de momento, soy el sexagenario sexy. Luego seré el septuagenario sexy, ¡ja, ja!".

* De The Independent de Gran Bretaña. Especial para Página/12.