En esta historia hay elementos de la ficción, se parecen también a la realidad. En todo caso, el umbral que los distingue oficia como un paso estético, que relaciona de manera recíproca. De esta manera, un actor cuenta su historia personal y familiar; a la manera de un árbol cuyas raíces se hunden en el pasado, cuya fronda proyecta hacia el presente. Sabatino "Cacho" Palma suele practicar este tipo de apuestas, y en cada una de ellas agrega un acento diferencial. Desde Cachorro es su nuevo trabajo unipersonal -en coproducción con Arteón y celebrando sus 60 años-, con seis funciones de preestreno; la primera de ellas, este miércoles a las 21 en Teatro del Rayo (Salta 2991). Las próximas: jueves 22 y 29 de mayo, sábados 7, 14 y 21 de junio.
“Yo no sabía que lo iba a ser, pero se me armó una trilogía. ¿Por qué? Porque con la idea de un unipersonal y de un actor que vuelve a convocar a su público a encontrarse, a armar ese ritual entre cada espectador y el actor, se armaron tres historias que tienen esa particularidad de volver al rito del actor narrador, del actor que hace su obra frente al público, que nos invita a participar de una experiencia. Hasta ahora, con El Camino de la Fuente me salió, llevamos más de 200 funciones, y con 22 de Agosto llevamos más de 100. Ahora estreno Desde Cachorro, haciendo ensayos con amigos y conocidos que me puedan aportar cosas, también para ir probando esta comunicación, este ritual que obviamente no es provocativo ni compulsivo, es humanitario. Es una especie de abrazo tranqui”, explica Palma a Rosario/12.
-No hay datos familiares aquí, ¿o sí?
-22 de Agosto sí era más familiar o mucho más personal, pero en este caso me siento muy indignado por esta cuestión neonazi que hay, de hablar mal de los negros o de los kukas o ahora “mandriles”. Conociendo un poco mi historia personal, yo tengo rasgos muy indefinidos, podría ser judío, árabe, africano, mediterráneo del sur de Italia, como era mi viejo, y sentir que cada uno de nosotros tiene todas las razas. Entonces, en la obra yo cuento sobre un padre que le insiste a la hija, que es antropóloga, a que averigüe si había un duque en la familia, de no sé qué siglo; pero la mina dice: "Mirá, salimos todos del África". Los seres humanos fueron un puñadito que salieron del África hace 100.000 años. A partir de ahí se me ocurre la historia de que mi abuelo, en la ficción, fue sobreviviente de un campo de concentración. Ubiqué el campo en Majdanek, en Polonia, el primero que liberan los rusos; de allí el abuelo es liberado y va a su pueblito, no encuentra a su gente, empieza a caminar y se toma un barco para América. Termina recalando en Rosario, y porque sabe amasar lo mandan a una panadería. Ahí conoce a la que va a ser mi abuela, María Antonia, es decir, la abuela de Quito, en la ficción, y tienen un hijo, Hugo, que desaparece el 19 de junio de 1978. ¿Qué pasó ese día? Estábamos en pleno mundial en Rosario, habíamos jugado con Brasil el domingo a la tardecita, y el lunes es el último día que se lo ve con vida a Hugo; lo ve su hijo, que cuenta la historia cuando tiene 15 años, sale de la escuela festejando y lo pierde de vista en Oroño y Córdoba, nunca más lo vuelve a ver. Es verdad que yo iba a la escuela, ahí en la Dante Alighieri, y es verdad que en esa esquina desapareció Ángel “Tacuarita” Brandazza, a quien le hago un pequeño homenaje. No tuve un abuelo en un campo de concentración, no tengo un padre desaparecido, pero sí soy actor y sí quiero contar esta historia, porque creo que todos tuvimos un abuelo en un campo de concentración o en Armenia o en cualquiera de las masacres, como las de tantos indígenas; y también todos tenemos un hermano o un padre desaparecido en dictadura. Entonces, es la historia ficcional de un actor que dice: "Yo soy hijo de esta historia, soy negro, soy pata sucia, tuve un abuelo en un campo y soy judío, y también soy italiano y también soy africano”. Esto es una locura, yo lo sé, pero le logré dar a esa locura forma teatral.
-Teniendo en cuenta que es un unipersonal, ¿cómo es el proceso de trabajo con el grupo?
-Yo tengo dos tiempos, un tiempo de escritura que es en total soledad y me puede llevar por lo menos un año. Tengo la primera idea de no descartar nada y de todo lo que me gusta ponerlo. Llego a textos interminables, con más de 100 páginas, y entonces ahí, a partir de imágenes que puedo empezar a soportar como director y en este caso como actor, empiezo a probar. Esto lo empecé a probar a fines de diciembre, y ya invité gente a trabajar. En el equipo está Liliana Gioia, que hace todo un aporte al trabajo actoral; hay gente que está documentando, filmando y fotografiando la experiencia, con la idea de hacer un documental. Están el escenógrafo y la vestuarista, es decir, el equipo se integra rápidamente. Cuando tengo la primera idea de cómo la voy a contar, lo voy a ver a Diego Rodríguez, un director de Buenos Aires que ha trabajado muchísimo y le muestro; y Diego me dice lo que él haría. Y le digo: "Diego, entonces la dirigís vos, porque lo que vos harías con esto es lo que yo estoy buscando”. Y por supuesto, Pablo Razuk tiene el texto desde que lo empecé a escribir; con él siempre dialogamos, porque estamos en una hermandad creativa desde hace casi diez años. Y entonces a Pablo le digo: "Mirá, Diego es muy buen director de escena y me va a ayudar mucho en la narración, pero yo necesito alguien que me vea de afuera y que sea implacable”. Y Pablo se comprometió con eso y entonces aparece algo así, un trabajo netamente unipersonal, sostenido por el actor y una canción de Myriam Cubelos, quien cuando pueda la va a cantar en vivo; y un clarinetista que abre y cierra la obra como el flautista de Hamelin. ¿Cómo es que un unipersonal tiene un trabajo comunitario de 15 compañeros? ¿Lo hacen por Cacho Palma? Seguramente hay cariño, porque son generosos y también lo soy, son solidarios y también lo soy, y eso tiene que ver con el mundo que queremos; pero también porque creen en la propuesta, quieren ser parte de esto que estamos diciendo. Entonces, esa primera comunidad desemboca en un actor solito ante el público, que abre a otra comunidad. Y esto para mí es una propuesta política: lo comunitario, lo subjetivo y nuevamente lo comunitario. Es la transformación en la que creo. ¿Lo lograremos? No sé, pero mientras tanto lo cantamos, lo actuamos, lo soñamos, y eso también crea un otro mundo, por fuera de este mundo banal, estúpido, achatado. Tenemos derecho de vivir otro mundo, y eso sigue siendo el teatro.
Desde Cachorro cuenta con la actuación de Sabatino Cacho Palma, dirección general de Diego Ernesto Rodríguez, supervisión general de Néstor Zapata, asistencia actoral y de montaje de Liliana Gioia, trabajo y entrenamiento vocal de Temis Parola, entrenamiento actoral de Pablo Razuk, vestuario y arte de Lorena Salvaggio, imágenes, diseño y arte de Martín Aguaisol, escenografía de Néstor Aliani, técnica de Lautaro Palma, asistencia de dirección de Graciela Sietecase, y música de Myriam Cubelos y Martín Elgoyhen.