El domingo votan los porteños, pero el evento local se nacionalizó de hecho porque las dos principales fuerzas de derecha a nivel nacional, una creciente y otra declinante,  la van a usar para dirimir su disputa. Pero lo que terminó siendo casi un "superdomingo"  electoral en otras cuatro provincias quedó medio tapado por tanta expectiva en la CABA. Los datos que dejan las elecciones del domingo pasado son de potencial relevancia para el resto del país y, en especial, la provincia de Buenos Aires. Hubo una muy baja participación.

En Jujuy se presentó el 63 por ciento, en San Luis el 60, en Salta el 59 y en Chaco apenas el 52. No se trata de un dato aislado sino de la consolidación de una tendencia. La participación a nivel nacional en las presidenciales de 2023 fue de apenas 77 puntos, una de las más bajas desde 1983. 

Frente a esto, un camino posible es comparar el presente con 2001, también año de legislativas, en el que la baja participación fue leída a posteriori, con el diario del lunes, como síntoma de la inmitente implosión del modelo económico y político. Ese año,  en Jujuy votó el 77 por ciento, en Salta el 75, casi el 76 en San Luis y el 74 en Chaco. 

Si bien es indudable que la caída de la participación expresa un profundo desencanto que algunos teóricos llaman desafección democrática e incluye a las dos fuerzas que gobernaron entre 2015 y 2019 y entre 2019 y 2023 y extiende su manto hacia el presente, hasta allí llegan las similitudes. Es porque en cualquier cuarto de siglo las sociedades cambian, pero en el último especialmente.  

El siguiente punto es que, aún con baja participación, a los oficialismos les alcanzó para salir (muy) bien parados. Acá confluyen dos máximas, la que sostiene que a los gobernadores no se los culpa de nada porque los problemas chicos son responsabilidad del intendente y los grandes del presidente, y la que afirma que el dueño de la pelota (en este caso, el que organiza la elección desdoblada) corre con algún tipo de ventaja, aunque sea simbólica.

¿Alcanza esto para esperar con optimismo las elecciones bonaerenses? La respuesta es no. La oferta electoral de esas provincias mostró polarización ideológica y fragmentación política. Ese es el primer obstáculo que debe sortear el peronismo. Obviamente, el que llegue más entero o menos roto tiene media elección ganada. A modo de ejemplo, las dos listas del peronismo chaqueño suman casi el mismo porcentaje que la del gobernador radical filo libertario Leandro Zdero.

Pero hay más. Cuando cae la participación electoral, no cae en todos los segmentos por igual. La tendencia es más pronunciada entre los adultos mayores, los sectores de menores recursos y los jóvenes que recién ingresan al padrón, dos segmentos potencialmente favorables para el peronismo y uno en disputa. Todos ellos necesitan narrativas que los inviten a ir a votar.

A los más jóvenes habrá que ofrecerles, tanto en materia programática como estética y discursiva, una rebeldía real, que exponga la impostación, la falsa rebeldía que encarna el presidente. Mientras eso no ocurra, podrán seguir creyendo quen Milei es antisistema porque insulta y no se peina.

Los adultos mayores son, como cada vez que un gobierno neoliberal entrega las llaves de la economía al Fondo Monetario Internacional, las primeras víctimas de un modelo que congela sus ingresos. Pero, además, converge un factor emocional: el paso de los años nos hace más sensibles a las necesidades de los otros, empezando por las de los más cercanos, hijos y nietos. Y ese instinto es incompatible con el individualismo a ultranza que promueve el gobierno nacional. Entonces, he ahí un primer desafío: lograr que ese sector vaya a votar.

Es cierto que en 2023 en muchos barrios vulnerables ganó Milei, pero ese voto fue, más que un cambio de identidad, una manifestación de enojo con quien gobernaba en ese momento. Y quien gobierna ahora que los trabajadores de aplicaciones tienen menos trabajo y más competencia, que los alimentos son los más caros de la región y que el estado recortó todo tipo de asistencia, es Milei. 

La llave en ese ámbito, muy probablemente, la tengan las mujeres, las jefas de familia, las matronas, las expertas en cuidar y sostener, cuya experiencia y olfato les dicen que nada bueno vendrá por este camino. Tienen, en su universo, la autoridad y la credibilidad frente a sus familiares, amigos y vecinos. Necesitan, al igual que los adultos mayores, las palabras justas, las narrativas adecuadas para convencer a quienes los rodean.

Por último, en las cuatro provincias se observó una llamativa cantidad de publicidad a favor de los candidatos de LLA. Está claro que, en términos aritméticos, nadie puede poner la que pone nación, por distintos mecanismos. Por motivos de economía política, no parece muy inteligente confiar exclusivamente en el rendimiento de cada peso puesto en Google, Youtube o X, cuando el antagonista duplica o triplica la apuesta en la misma ventanilla.

Es momento de apostar a lo territorial. De desarrollar, multiplicar e instalar narrativas específicas para cada segmento, que le pongan palabras a la realidad que nos rodea, en la que cada día se naturalizan un poco más cosas como gente que muere de cáncer porque no le llegan sus drogas oncológicas, colectiveros mal dormidos que manejan 18 horas al día o un gobierno que frena aumentos de sueldos.