Cuando estaba internada en la clínica, luego de un ACV, mis intestinos no actuaban. Carecían de movimientos peristálticos, de gases expelidos con soltura. No sé cómo decirlo de otra manera. Recuerdo la admiración que me causaba Piglia para plantar en el medio de un texto la palabra “chirucsita” o “puta” sin que se levantara de su prosa una especie de sobresalto, como el chillido de una tiza en el
Malas palabras

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