Horacio Gonzáles comienza su gran trabajo Restos pampeanos, afirmando “…llamamos pampa a un conjunto de escritos argentinos, que son escritos sobrevivientes pero eclipsados o abandonados”. 

La pampa se nos presenta, entonces, no como una realidad geográfica, sino como un texto, un conjunto de escritos que le dan nombre, le ponen sonido, aromas y, por ello mismo, le dan vida. 

Sin lenguaje, la pampa no tendría el espesor que tiene. El discurso, la palabra, el lenguaje aplaza la muerte y, con ello, flexiona vida. Somos texto, por ello, lugar, topos (τόπος), geografía, forma, paisaje, espacio, territorio, tierra a través de un texto. 

Ese misterioso y llamativo comienzo del libro de González, bien podría tener alcance para la música, ese lenguaje cuya materialidad se encuentra en un disco pero que lo excede infinitamente. Si la pampa es texto, la amistad es música, en ambos casos,  formas de lenguaje y en esa intersección aparece Lucio V. Mansilla.

Mansilla, uno de los grandes escritores argentinos del siglo XIX, en su gran obra Una excursión a los indios Ranqueles, señalaba: “En plena Pampa, no hay caminos. Apartarse de ellos un palmo, salirse de la senda, es muchas veces un peligro real; porque no es difícil que ahí mismo, al lado de la rastrillada, haya un guadal en el que se entierren caballo y jinete enteros. Guadal se llama un terreno blando y movedizo que no habiendo sido pisado con frecuencia, no ha podido solidificarse”. 

Cada época crea sus propias sendas que de tan transitadas que están, llevan a crear una huella sólida que invita a no salirse de ella, a creer en que no es posible el atrevimiento de correrse de la huella. Pero la música, ese lenguaje, tiene como constancia salirse de la marca, desviarse de la norma y transitar terrenos inestables, movedizos, inciertos y perplejos. 

La pampa es texto y el jazz es guadal, experiencia que tensiona de modo constante los sonidos y las estructuras a la que se nos ha acostumbrado el oído, el cuerpo y el pensamiento.

Pecisamente, uno de los cortes del último disco de Juan Gabino que se presenta este sábado 31 de mayo, lleva como título “Guadal” y a partir de estos días de escuchar el disco completo, este tema puede ser comprendido como aquello que ordena, informa y da sentido a la totalidad, por varios motivos. 

Porque hay una referencia a Mansilla, porque hay una referencia a eso que le rendimos tanto tributo y celebramos en estos rincones con tanta emoción como es la amistad y ello en el marco de los cortes de luz, de los territorios peligrosos, de las experiencias inesperadas, de la incertidumbre con la que habitamos nuestras existencias en estos rincones. Porque hay algo propio de este terruño que podemos llamar guadal desde el que logramos darle forma a nuestras experiencias y existencias, al tiempo de trascenderlas y hacer de ellas algo universal. 

Pero lo que puede contribuir a este debate del llamado “jazz argentino” es que aquello producido desde una Rosario asediada por el narcotráfico, los ajustes de cuentas, los helicópteros rasantes y conviviendo (más cerca de lo que se cree) con las torres de la ribera, los autos de alta gama y los Puertos por donde sale, entra y se toma, es hacer hablar esa ciudad con un lenguaje que se le comienza a parecer bastante. 

Porque esta propuesta de Juan Gabino no transita por lo que ha escrito, no es música escrita, sino música que se interpreta, que se ejecuta, que se crea en acto. Una casualidad hizo aparecer la contemporaneidad del hacer música en las condiciones materiales en las que 

vivimos, porque estar escuchando el corte “Sonny al óleo” mientras sobrevolaba un helicóptero del Operativo Bandera por encima de casa empalmó la batería con las hélices sugiriendo una discusión a la que nadie había sido invitado y, sin embargo, ahí estaban, discutiendo.

La pampa no es aquello que siempre estuvo ahí, es el término con el cual se ha pretendido ofrecer los rasgos de un nosotros. Si la pampa es un texto, eso mismo puede ser leído en clave de territorio y el guadal como el modo prominente de ese topos. Si el anterior disco de Juan Gabino, La visión, lo pensamos como un calidoscopio (Rosario/12, 17 de octubre 2023), éste es un topos. Si en aquel se privilegia la observación, en este el roce, en aquel la vista y en éste los pies en el terreno. 

El disco “Gracias amigo” es un hoy que recoge un ayer. Exhuma melodías, recupera rastros. Desde un jazz clásico a arpegios que experimentan con voces la creación de mundos. Desde un Coltrane con sus trabajos más abstractos hasta un Kenny Burrell. Desde las calles de Nueva York a la pampa de los Ranqueles, de Mansilla a Sonny Rollins, de Miles Davis a los cortes de energía en el sur de Buenos Aires. 

Parece ser un disco con un gesto borgeano que permite encontrar un lenguaje universal en ese rinconcito que nos cobija o, sin caer en pintoresquismo, es un retrato de un tipo de relación muy nuestra, la amistad, celebrando la misma, a partir de un lenguaje universal. 

La textura de este disco es inmensa por hay un ejercicio de deshacerse con ese dar las gracias a un amigo. Si Atahualpa supo identificar con precisión que el amigo es uno mismo con otro cuero, en ese ejercicio del dar se cimienta la descomposición de uno y la fundición con las otredades.

Dar en un momento de mezquindad y que ese dar sea las “gracias”, algo sin el valor material que impone hoy la voracidad del mundo, que demos el nombre de “amigo” cuando lo que impera son consumidores, clientes, deudores. Todo ello es un gesto de desobediencia y una cachetada al ethos que nos pretende conducir. 

“Gracias amigo” es un disco donde podremos encontrar el lenguaje que habla la pena, porque es un agradecimiento en el marco de una despedida, pero también habla el goce y la exuberancia de lo que hemos sido en este estar siendo.

El cuarteto está formado por Juan Gabino en guitarra, Martín Wyczykier en piano, Nicolás Baumberger en contrabajo y Sebastián Mamet en batería. Además, cuenta con la voz de Lu Blanch como invitada para el primer corte del disco.

Se presentará el viernes 31 de mayo en vivo en el Petit Salon de la Plataforma Lavardén a las 21.