La villerita./ Rancho de lata, cartón y chapa./ Pinta sus labios, peina su pelo, rubio dorado/ Recién teñido que ayer fue negro./ Tacos de engaño./ Escasos años los diecisiete recién cumplidos. Horacio Guarany.
In Memoriam.
No soy un experto en folclore, siempre me ha resultado una música un poco elemental, aunque no exenta de cierto poder convocante para las grandes mayorías de nuestro pueblo que ha sabido dar como pocos dos géneros a la poesía. La folclórica y la poética del tango.
En ambos ámbitos, destacaron composiciones que rigieron la delectación de multitudes a través del tiempo, aunque, sin embargo, es común escuchar que las razones del pobrerío son de fácil emoción para letras que surgen de un vocabulario un tanto restringido, tampoco dudo de que a mayor lectura mayor inteligibilidad en los razonamientos preferentemente si fuese necesario convocar al diccionario de Montaner y Simón o la centenaria enciclopedia británica, sin olvidar que algo político imprime su designación a los signos.
Al fin de cuentas un significante traslada su sentido a otro sin que podamos evitar su simbiosis infinita, nos guste o no. En lingüística no caben las categorías, caben solamente las palabras… por más que generalmente sus referencias sean las costumbres, las personas y las cosas.
Decir mi mujer es distinto a decir mi esposa, esposa acreditaba el vínculo legal. Esposa y mujer se acercaron porque hay otra palabra difundida por la voz de los barrios porteños, el cantor las clases populares. Alberto Castillo que con una poesía sencilla entonaba un tango de una belleza sencilla. “Mi piba”.
"Los muchachos de la barra, lo que no salgo de farra me han pedido aplicación, los muchachos se lamentan de que no lo tenga en cuenta y tal vez tengan razón. Más no saben que una piba, en mi vida se cruzó, linda buena divertida y esa piba el corazón me cautivó".
Podría evocar mucho más, pero me basta con recordar otro tango que ha convocado a muchas almas gemelas: “Una piba como vos” que le hice cantar a Valdés: "Quisiera que la vida les brindara a los jóvenes amigos una piba como vos, que todos como yo tuvieran cerca la caricia y la ternura de una piba como vos. La vida es un puñado de primores si se tienen los amores de una piba como vos".
Quizá la misma palabra piba emancipe de cierto rigor que rige en la palabra esposa.
Una piba abarca una extensión inconmensurable, es un pedazo del origen de uno hecho mujer. Lo que no cabe objetar es que la sensibilidad del hombre común se explaya en el sentimiento y que este está dictaminado por una manera de decir que está directamente involucrado con las innumerables situaciones que lo desbordan.
Incluso las razones subyacentes; no sólo es la mujer, es el barrio, las costumbres, la entonación y la cadencia de la música que acompañan la idea que sigue fiel un recorrido que tiene una finalidad. La abstracción de un sentimiento que se siente en el temblor de los cuerpos que se intensifican en un una tremulación que aspira al éxtasis incluso a la agonía.
Quizá Platón expandiría la idea del amor puro. De ahí que no es conveniente seguir las lecturas tradicionales sino determinar cómo funciona el pensamiento de Platón dentro de sus textos. No en vano El simposio es uno de sus textos más convocados. Para lo que requiere encontrar, las contradicciones, la heterogeneidad de los escritos, tal como lo hace en la farmacia de Platón donde retoma a través de un propio mito del autor, el mito de Theuth donde se relata el origen de la escritura de la que me sirvo para religarme a mi pasado y Platón se sirve para religarse al suyo.
Toda naturaleza tiene una naturaleza esencial y de por sí se trata de recortar el significado delimitado, mientras que él trata de operar con la pura diferencia, multiplicidad, acontecer, actividad formante, que solo podía consolarme cantando una piba como vos y llorar en la madrugada hasta quedar deshecho.
Me afinqué en mi estúpida estolidez como si mi ser dependiera de perseverar en mi ser mientras mi ánimo se esparcía en miles de fragmentos inútiles. En una pérdida desesperada y para colmo una perdida sin sentido. Había perdido a mi piba.
Para colmo, mi madre, que solía acompañar a mi abuelo a la costa del Paraná, un poco más allá del arroyo saladillo decidió adoptar una niña de ocho años, hija de una prostituta que no vaciló en principio en entregársela.
MI abuelo con su habitual bonhomía me compró un caballo, el Lucero, y a mi madre le compró una canoa y mi madre le puso el nombre de la niña: Inesita. Para mi hermana y yo era nuestra hermana de sangre y mi madre con su habitual tristeza de mujer separada había vuelto a sonreír.
Yo había comenzado una vida distinta, había comenzado a distanciar a Marta en el recuerdo de las vivencias imposibles y una suerte de estoicismo se fue grabando en mis entrañas. No quería pasar por Cochabamba y Paraguay, donde ella vivía; era como entrar en el baúl de unos recuerdos viejos que reabrían las heridas de las mejores vivencias de mi vida.
Por supuesto, siempre con la convicción interna de que alguna vez la vida me devolvería la oportunidad, hasta el día en que un juez de un juzgado vino a buscar a Inesita, porque su madre se había arrepentido y la quería de vuelta.
Recuerdo la vez que la llevaron, se agarraba de las puertas hasta desgarrarse los dedos. Mi hermana lloraba desconsoladamente y mi madre se recostó durante un mes en su cama sin poder levantarse, sin poder hablar. Yo recuperaba como el rostro de Dido el rostro de mi piba y comencé a sentir que el mundo y yo no teníamos mayormente que ver.
Al cabo de un mes, el 21 de septiembre, cuando el sol de primavera brillaba en todo su esplendor, mi madre se pegó un exacto tiro en el centro de su corazón.
En el largo terreno de mi casa, donde había una higuera y un jazmín del Paraguay, me pasé la noche mirando el cielo sin luna y recordando un tango que mi madre solía cantar: "Amor quedémonos aquí, ya es hora de llegar". Sin percatarme, insinuado por una luna indecisa, me surgieron unos versos que serían siempre una suerte de epígono de mi vida. Hoy te cuesta tan caro, pudiendo ser tan bella, la muerte al desamparo brutal de las estrellas.