“Hoy, como afirma Byung-Chul Han, 'el otro' ha desaparecido”, sentencia Enrique Llopis, haciéndose eco de la frase del filósofo surcoreano que pinta bien la era. Le viene al molde para empezar a contar sobre Testimonial de Canto Popular Rosario, su nuevo libro. El sexto desde mediados de la década del '90, cuando publicó Algunas reflexiones sobre política cultural. “Estamos viviendo una época de individualismos acentuados y esto contrasta notablemente con los años en los que funcionó Canto Popular Rosario”, afirma el experimentado músico y compositor rosarino.  Llopis acaba de presentar su trabajo en su ciudad junto a Rafael Bielsa, Alberto Callaci, Guillermo Molina, y otros integrantes de aquel movimiento musical compuesto por agrupaciones musicales, cantores y poetas que pisó fuerte en la escena local a mediados de la década del '70, bajo la premisa martinfierrista de cantar con fundamento.

El libro reconstruye el devenir de aquella generación de músicos no solo a través de la evocación propia del autor, sino también de la de varios de sus integrantes para quienes el colectivo significó “un antes y un después” en la historia musical de la ciudad. No solo por su producción artística sino por el vínculo que tuvo con los sucesos sociales y políticos candentes de la era. “Además de porque Canto Popular Rosario cumple 50 años, hice este libro porque considero que aquel movimiento juvenil merece una revisión”, asegura el cantautor de 72 años. “Varios pensadores aseguran que en aquellos años existía 'el otro'`, el semejante, y Canto Popular fue justamente un movimiento integrado por jóvenes que abrazamos el ideal colectivo, los ideales de cambio de aquellos años en los que las actividades solidarias en clubes, dispensarios, sindicatos, parroquias o facultades, convivían con las presentaciones musicales que semanalmente se realizaban en la mítica sala rosarina de Corchos y Corcheas”, evoca Llopis, que integró el movimiento mientras grababa Para entender a mi pueblo, su disco debut.

-Solés citar la frase de Tejada Gómez que reza “uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida” y el libro también tiene que ver con esto. ¿Lo hiciste desde ese determinismo de la nostalgia?

-No lo hice desde la nostalgia, no. Sí desde mi genuina preocupación por la memoria y la documentación que respalde esa memoria. Es cierto que uno vuelve a los sitios donde amó la vida, como afirma el poeta. Pero esos sitios no siempre son un territorio físico, pueden ser también un lugar en el alma, y esto fue lo que me pasó al escribir este libro: regresé a esos lugares y a esas emociones que son también un territorio.

-Resaltás en el prólogo que hace tiempo se viene contando mal la historia musical de Rosario. ¿En qué sentido? ¿Y a qué lo atribuís?

-A que la historia de la ciudad, particularmente la musical, se cuenta por fragmentos cuando, a mi entender, son necesarios los contextos, la línea histórica, lo pasado, lo que se cuenta y lo que pasó después. Esto lo vengo intentando desde los tiempos en que fundé Ediciones De Aquí a la Vuelta, a fines de la década del '80, para justamente editar temas que tengan que ver con la historia de la ciudad. Como afirma Zitarrosa, “desde el nacer peleando contra el olvido”.

-A propósito, en el manifiesto fundacional de Canto Popular Rosario se lee “debemos destruir el mito del artista apolítico y desclasado, mostrando que hay un porqué y un para quién que motivan y orientan siempre a la producción artística”. ¿Cuán lejos creés que se está hoy de ese precepto?

-Muy lejos. Los preceptos que conformaron Canto Popular Rosario tienen que ver con un tiempo histórico, político y social que determinaron aquel Manifiesto, con nuestros compromisos y militancias en el momento histórico en que se desarrolló nuestro movimiento, cuyos mejores aportes pasaron por la práctica de la solidaridad y el arte como compromiso político y social. Y también, claro, desde la búsqueda poética, armónica y melódica de varios de sus integrantes, así como el surgimiento de un nuevo sonido musical que tuvo su fin violento a causa de la dictadura cívico militar.

La breve pero intensa experiencia que Llopis refleja en su libro llegó a su final en el ocaso de 1977. “Tuvimos detenciones y secuestros como el del mismo Rafael (Bielsa), quien por entonces integraba el conjunto Objetivos Comunes, o el de la cantautora Sonia Contardi. También acribillaron a Lola, que era la responsable política de los compañeros/as que estudiaban en Instituto de Música, a quien dejaron inválida para siempre. En fin, los trovadores estaban prohibidos e imposibilitados de trabajar en varias regiones del país”, evoca Llopis. “Pero no se hizo sin resistir. A diferencia de otras agrupaciones similares, un rasgo distintivo de Canto Popular fue la organicidad que garantizó su funcionamiento y supervivencia en tiempos muy duros. Como bien lo definió uno de nuestros compañeros, Alberto Callaci, 'una familia compuesta de muchas familias'”.