Diario del afuera
Junto con los festejos por unos jóvenes 50 años de la independencia de Surinam, la galería Foam en Amsterdam está presentando la muestra Augusta Curiel: Yere Mi Sten, la primera exposición retrospectiva dedicada a la espectacular obra de la fotógrafa surinamesa que retrató el siglo XX durante el periodo colonial holandés. Con la ayuda de su hermana Anna, con quien montó un estudio pionero, se piensa que Augusta Curiel probablemente tomó miles de fotografías entre 1904 y 1937. Y lo hizo con recursos mínimos: luz natural, sin exposímetro, con pesadas cámaras de madera y placas, y hasta hielo en el estudio para mantener la temperatura adecuada. Así documentó la vida cotidiana en su país, desde eventos oficiales hasta misiones religiosas. Además, viajó tomando fotos de plantaciones y expediciones que se distribuyeron en periódicos, postales y revistas, y que posteriormente también aparecieron en álbumes de recuerdos y colecciones familiares de Surinam y el Caribe. De ese trabajo se han conservado aproximadamente 1200 fotos. Y aunque llegó a ser condecorada por la Reina Guillermina en 1929, convirtiéndose en la primera fotógrafa surinamesa en recibir ese honor, sigue siendo una figura enigmática y a menudo olvidada en la historia de la fotografía. Traducido del sranan tongo como Escucha mi voz, con referencia a la poeta contemporánea suya Johanna Schouten-Elsenhout, la muestra Yere Mi Sten, busca reflejar algunos contrastes de ese trabajo pionero. En esas fotografías se pueden ver viviendas de trabajadores, escuelitas, niñeras locales cuidando a niños europeos, obras religiosas y mercados. Y si bien, dicen los curadores, gran parte de esas fotos buscaban mostrar una imagen positiva de Surinam, en ellas indefectiblemente se cuelan las esquirlas de un país marcado por el dominio colonial, las jerarquías raciales y las desigualdades económicas.
El futuro huele mal
Los pingüinos son adorables pero vaya que huelen, incluso a ocho kilómetros de distancia. Eso es lo que cuenta Matthew Boyer, investigador de la Universidad de Helsinki, aunque aclara que es apenas un efecto colateral porque aparte de olorosos, los pingüinos podrían tener un impacto climático muy relevante. Es una paradoja hermosa: con los desechos más infames se puede hacer combustible. En este caso, el guano de los pingüinos podría colaborar para contrarrestar los efectos del calentamiento global. La cosa es así: los pingüinos son tan olorosos porque la Antártida no es solo el lugar más frío de la tierra, sino el más limpio. Al mismo tiempo, ese aire frío y limpio hace difícil la concentración de las partículas que necesita el agua para condensarse. Pero los vapores de amoníaco que se elevan desde el guano de las superpoblaciones de pingüinos ayudan a impulsar la formación de esas partículas, y con ellas las nubes que reflejan la luz solar lejos de la superficie. “¡Aunque huele fatal!”, insiste Boyer, que estudió una población de sesenta mil encantadores pingüinos de Adelia y comprobó que aun cuando los pingüinos se habían ido de un lugar, el guano que dejaban seguía generando amoníaco y con él su efecto en la atmósfera, conservando todo en equilibrio. El desafío actual será cómo trasladar estos efectos a escalas continentales e incluso globales.“Los pingüinos son lindos y un poco tontos, cuando le decís a la gente que podrían afectar directamente su futuro te responden: ¡Qué!”.
Muchacho punk
Cantando desaforadamente al frente de Black Flag, actuando con Al Pacino, levantando pesas o acariciando gatitos, Henry Rollins es el punk más adorable de la historia por escándalo. Hace unos años, Rollins, que ha dicho que por ningún motivo se volvería a subir al escenario con una banda, dejó su hogar en Los Ángeles para trasladarse a Nashville y trabajar en el que asegura es el mayor proyecto de su vida. Desde entonces, sus fans han estado alerta y aunque él lo ha mantenido en secreto, ha ido dando algunas pistas sobre esta nueva hazaña en la que dice haber invertido los ahorros de toda su vida. Así fue que en una conversación reciente en el Verso Fest, un festival organizado por la Biblioteca de Westport, Rollins deslizó que tal proyecto sería una especie de Museo del punk rock ubicado en Nashville, lleno de objetos raros que ha coleccionado durante décadas, con el objetivo de compartir la alegría y la historia de la música punk con todo el mundo. “Soy uno de esos tipos, colecciono cosas de punk rock desde que Carter era presidente”, dijo Rollins, que también contó que fue su manager Heidi May, que abrumada por la acumulación, que también invadía su oficina, le dio la idea. “Me dijo: ‘Nadie viene a tu casa porque sos un bicho raro solitario. Así que tenés que encontrar la manera de que la gente vea estas cosas, ahora mismo estás privando a la gente de la alegría’”. En cuanto a cuándo verá la luz este proyecto, Rollins dijo: “Denme un año. No será sutil, será realmente genial”.
Mucho sexo gay
Símbolos fálicos, glúteos desnudos, poses imposibles en escenarios naturales majestuosos, o en insólitos sets de ciencia ficción. Hasta principios de los años ‘70, las revistas de físico masculino, que se imprimían en ciudades de todo Estados Unidos, se aseguraban de hacerse pasar por publicaciones de salud y fitness que simplemente celebraban una idea clásica de virilidad. Pero durante muchos años, esas fotos impactantes con la iluminación expresiva de las antiguas glorias de Hollywood y con esos encuadres perfectamente artísticos, funcionaron como señales de humo para varones gay que alrededor de ellas hicieron su culto. En las décadas posteriores, las imágenes de esas revistas a menudo se han tachado de reliquias de un pasado triste donde primaba la censura y la restricción, pero el crítico de fotografía del New Yorker Vince Aletti, que ha coleccionado miles de fotos de este tipo a lo largo de los años, está lanzando Physique, un imponente libro recién editado por Mack Books que busca que estas imágenes se consideren arte digno de un museo. “Las fotos están bellamente realizadas. Los fotógrafos se enorgullecían de su trabajo. Las poses, la iluminación y la ambientación evocan las formas clásicas de contemplar el desnudo. Si estas imágenes hubieran estado mal hechas, yo nunca las habría seguido coleccionando”, dice Aletti, que recuerda que se topó con estas revistas por primera vez en su adolescencia, hacia finales de los años cincuenta, y que aunque a simple vista estaban pensadas para exaltar una supuesta idea de salud, él sintió que cargaban con un mensaje secreto solo para él, que lo emocionó y asustó en partes iguales. “También recuerdo que me preocupaba mucho que mi madre encontrara esas revistas en mi habitación”, recuerda el crítico. La cosa es que para evadir la censura, estos artistas solían basar sus obras en imágenes de la antigua Grecia, cargadas de columnas dóricas, espadas fálicas y poses guerreras. Se puede ver a hombres desnudos en el desierto o posando delante de naves espaciales, realizando complicadas acrobacias o rescatándose uno a otros de peligros imprecisos. Y los lectores podían escribir incluso a la revista solicitando imágenes a pedido con toda normalidad. “Que esos hombres estuvieran dispuestos a publicar sus nombres, direcciones y números de teléfono era increíble para la época”, dice Aletti. “En ese sentido, creo que estas revistas contribuyeron a la liberación gay. Fueron un hito que ayudó a la gente, en todos los sentidos”.