Los diputados nacionales lograron la mayoría en comisión para tratar el proyecto de baja en la edad de punibilidad.
El poder mediático asociado a los sectores más reaccionarios de la clase política, a los que se suman los tibios que creen que ganan votos apoyando este proyecto, acarician su sueño dorado de ampliar el espectro de sujetos pasibles de ser arrojados a las fauces de un sistema penal cuyo fracaso es harto conocido.
El proyecto de ley, contrario a la Convención sobre los Derechos del niño, y al Derecho Internacional de los Derechos Humanos, viola el principio de no regresividad en materia de derechos: ninguna ley puede quitar derechos garantizados por la legislación existente con antelación. Y el Código Penal Argentino establece que la edad de punibilidad es de 16 años, por lo cual bajarla sería, efectivamente, regresivo, y llevaría la edad a la establecida por la dictadura militar, lo que a todas luces no impresiona como una medida para proteger a los niños.
Se basa además en una premisa falsa, ya que carece de todo sustento fáctico el presunto incremento de participación de menores de 16 años en delitos graves. Basta para confirmarlo leer las estadísticas de la Procuración General de la Nación.
Sabemos, quienes transitamos los espacios de detención de los jóvenes de entre 16 y 18 años, que estos establecimientos carecen de todo aquello que se requeriría para sostener un abordaje integral, interdisciplinario, respetuoso de los derechos humanos, y de la dignidad de quienes se encuentran allí privados de su libertad.
Los tratos crueles, la mala alimentación, la falta de higiene, el acceso restringido a la educación, la casi nula preparación para una salida laboral, atraviesan estos dispositivos carcelarios en los que pasan su adolescencia los pibes que alimentan el sistema punitivo.
Ya lo decía Galeano: la justicia es como la serpiente, sólo muerde a los descalzos.
¿Sólo delinquen los pibes de barrios vulnerables? ¿O sólo los pibes de barrios vulnerables, los pibes pobres, semianalfabetos, que no saben lo que es el acceso a la salud, a la alimentación, a la vivienda, a una buena educación, al esparcimiento, son sometidos al proceso penal y prisionizados?
Como psicoanalista que ha trabajado con jóvenes en conflicto con la ley afirmo sin duda alguna que bajar la edad de punibilidad no sólo no resuelve la problemática de los chicos marginados, caídos del entramado social, sino que estimula la ampliación de la cacería de niños a los que el estado les ha negado sus derechos desde que nacieron.
El psiquismo de un niño de 14 años es un psiquismo en formación. A esa edad, los pibes se enfrentan al desafío del abandono de los ideales de la infancia, en pos de la constitución de una nueva identidad, que se apoya en sus pares y en sus referentes exogámicos.
Ese pasaje no es sin sufrimiento. Es tal vez el momento más riesgoso a atravesar, con inhibiciones a superar, impulsos a regular, nuevas identificaciones, temores, incertidumbres y posibles pasajes al acto.
Es la instancia en la que los adultos debemos acompañar de manera cuidadosa a los niños, sabiendo decir pero especialmente pudiendo callar para escucharlos.
En cambio, un grupo de personas que nada saben de adolescentes, de sus realidades, de los procesos penales, de los lugares de detención y de la irrisoria función resocializadora del castigo, enarbolan la bandera del punitivismo como única estrategia para esconder bajo la alfombra sus propios pecados.
Rechazar la baja en la edad de punibilidad no sólo es necesario, sino que es un deber de quienes entendemos que a los niños se los arropa, se los cuida, se les garantizan los derechos, se los ayuda a transitar los distintos momentos de su vida, otorgándoles las herramientas para no ser objetos de una maquinaria aniquiladora destinada a quitar de la escena social a los que no les permitimos integrarse a ella.
Homene Andrea es psicoanalista.