Diego Hurtado es físico, historiador de la ciencia, docente de la Universidad Nacional de San Martín e Investigador del Conicet. Es un estudioso apasionado, un intelectual que también se desempeñó en múltiples cargos de gestión pública. En la última ocasión, fue secretario de Planeamiento y Política del Ministerio de Ciencia, Tecnología e Innovación de la Nación, durante 2019-2023; un tiempo con buenas iniciativas, pero que generó una “decepción” de la que todavía cuesta desmarcarse. Combina la mente fresca, con un discurso karateca capaz de despabilar a cualquiera. En diálogo con Página 12, analiza el presente del sector científico y tecnológico luego de la reciente movilización; sostiene la necesidad de conectar las aspiraciones de los investigadores con un modelo de desarrollo y se anima a enhebrar una mirada de futuro. “Creo que esto madura, madura, madura, hasta que un día les explotará en la cara. Es una administración macartista, reaccionaria, que persigue a todo el mundo y deja a Argentina sin futuro”, vaticina Hurtado y enciende la conversación.

--El gobierno está desmantelando el sistema científico y tecnológico. ¿Cómo analiza la resistencia que está llevando adelante la comunidad del sector?

--A pesar de que el sector de ciencia y tecnología recibió inversión en el período 2019-2023 y que mejoró lo que había dejado el gobierno de Macri, la comunidad aún se halla afectada por un fenómeno de decepción generalizada. Una sensación que explica el triunfo del gobierno de ultraderecha que tenemos hoy, casi una parodia histriónica de lo que entendemos por un gobierno de derecha tradicional. Hoy hay funcionarios de muy baja calidad, gente que no entiende la gestión de políticas públicas.

--¿A qué se refiere con la decepción?

--En 2015, pese a todo lo que había significado la recuperación en ciencia y tecnología a partir de 2003, hubo científicos y científicas que votaron al macrismo. Incluso, en 2019, vimos a una científica que fue a un concurso de televisión a tratar de ganar dinero para su laboratorio, porque el gobierno de Macri no garantizaba los fondos. Esa misma científica, luego descubrimos, había votado a Macri. Con esta imagen de 2015 y tras observar que Milei ganó por más del 50 por ciento en un balotaje, uno puede imaginar que los votos de Bullrich fueron al libertario y dentro de esos votos están los de la comunidad científica. La lentitud en la reacción, la decepción, el hartazgo condujo a los científicos a experimentar una dificultad para reaccionar y organizarse como sector a pesar del proceso de devastación inédito y acelerado que impulsa Milei.

--¿Cómo evalúa puntualmente la manifestación con la consigna de El Eternauta?

--Creo que estuvo muy bien, como parte del proceso de reorganización que necesitamos. A pesar de que las condiciones fueron mejores entre 2019 y 2023, la caída de salarios viene desde 2016, y ello se refleja en la precarización de las condiciones de trabajo. A pesar de Equipar y Construir Ciencia (dos programas para brindar equipos y nuevas infraestructuras para los científicos), del Plan 2030 (un programa con acciones concretas para proyectar el campo, sancionado como ley) y de una intencionalidad positiva por parte de ciencia y tecnología, no hubo mucho acompañamiento por parte del gobierno nacional de Alberto Fernández. Esta decepción, en parte, ralentizó la reacción de los científicos y las científicas. Hoy, a partir de esa movilización, a partir de un baluarte cultural como El Eternauta, se genera un punto de quiebre. A pesar de las impaciencias propias y de la falta de un espacio político que aglutine las broncas, la comunidad de ciencia y tecnología está llevando adelante un proceso muy interesante. Vale destacar que, de cualquier manera, no todos pensamos lo mismo al interior de lo que se llama comunidad.

--¿En qué sentido?

--Lo hablo con colegas. Les pregunto: si el gobierno accediera a pagar lo que tiene que pagar para que el sistema comience a recuperarse y los salarios aumentan un 20 por ciento, ¿se vuelven a sus laboratorios a trabajar en paz? Pienso que la ciencia y la tecnología debe tener detrás un proyecto de país. En definitiva, pensar un poco para qué y para quienes trabajan. Enfrente no hay un proyecto de país y mucho menos uno de ciencia. Hay que entender que a este gobierno no le interesa absolutamente nada el conocimiento local. A la estigmatización de las ciencias sociales, le siguen los proyectos de la fundación de Benegas Lynch para dejar de financiar al Conicet.

El país y sus modelos

--¿Cómo se relacionan las investigaciones individuales de los científicos con los proyectos de país?

--Uno puede hacer una movilización, tener éxito, que te aumenten el sueldo, pero si todos los miércoles le siguen pegando a los jubilados no tiene ningún sentido. Uno se puede volver al laboratorio, recuperar cierto entusiasmo. El gobierno no propone nada, no hay agendas de desarrollo, no hay mirada de futuro. La ciencia y la tecnología, sencillamente, no es algo que pueda ocurrir en los planes de este gobierno. Por eso, al interior de la ciencia nos debemos un debate profundo. Aquellos que votaron a Macri o a este gobierno pensando que votaban a una derecha republicana, quizás tengan una idea más elitista de la ciencia, más vinculada a un prestigio internacional, a sostener investigación de calidad, más allá de lo que suceda en el país. No somos Alemania, ni Japón, ni Corea del Sur, ni Estados Unidos. La ciencia y la tecnología en el mundo en desarrollo juega otro papel, porque la gente vive de otra manera.

--Este es un viejo debate de los 60, que se resumía en las posturas de Bernardo Houssay y Oscar Varsavsky. Una ciencia descontextualizada que imita a los grandes centros de poder o bien una que apuesta a un modelo de país capaz de agregar valor a sus economías a partir del conocimiento.

--Efectivamente, es la misma discusión, pero en contexto de fracaso del proyecto neoliberal. En los 70’, además de Varsavsky, Amílcar Herrera y Jorge Sabato, hubo otros latinoamericanos que entendieron el aporte de la ciencia para el desarrollo. Con las dictaduras genocidas en nuestros países, esos aportes se borraron, y el pensamiento latinoamericano fue reemplazado por el de la Escuela schumpeteriana. Entonces, tenemos a los progres en los 90 hablando de los sistemas nacionales de innovación, cuando no tenemos ni sistemas ni innovación. Con el kirchnerismo, se recuperaron algunos textos de Sabato, Herrera y Varsavsky. Hoy tenemos una mescolanza conceptual, que hay que trabajar desde las ciencias sociales de manera intensiva para generar una mirada propia.

--¿Algún ejemplo de esa mescolanza?

--Viene Mariana Mazzucato, neoschumpeteriana, a hablar del Estado emprendedor, pero al mismo tiempo viene la ministra de Desarrollo Social de Macri y te dice que el tipo que puso una parrilla en la puerta de su casa también es un emprendedor. Y no: en realidad es un señor que perdió el trabajo y está desesperado. En el gobierno de Milei te dicen que es capital humano: si sabés pedalear, tenés un capital. No sos un trabajador, sino un empresario que tiene un capital. Eso distorsiona la comprensión del mundo del trabajo, porque ahora resulta que todos somos empresarios capitalistas. Es la operación teórica de la escuela austriaca. Hoy hay mucho del discurso neoliberal en el discurso progresista.

--Hay una distinción que está clara: no es lo mismo saber de ciencia que saber de políticas científicas.

--Estoy de acuerdo. Dentro del campo nacional y popular se piensa que cualquiera puede hablar de políticas para la ciencia y la tecnología. Una cosa es defender al sector, los salarios y los puestos de trabajo, y otra cosa es pensar la gestión de conocimiento estratégico para un país en desarrollo de la semiperiferia latinoamericana, como Argentina. Necesitamos la excelencia científica de manera imperiosa, porque su contribución es invaluable; pero cuando los grandes científicos quieren explicarnos cómo deben ser las políticas tenemos un problema. No saben, cometemos errores que terminan en miradas elitistas, expresiones de buena intención, pero nada más.

--¿Qué profesionales necesita Argentina?

--Doctores en ingeniería se necesitan como agua en el desierto. Además, contrariamente a lo que dicen los libertarios, se requiere de muchísima ciencia social, enfocada en entender un sendero de desarrollo que nos permita salir del extractivismo financierizado, al que nos trajo el neoliberalismo lumpen. Muchos hablan de asuntos hipernovedosos, pero no tienen la más pálida idea de cómo integrar una política pública a un proyecto de desarrollo. Necesitamos, entonces, más especialistas en gestión de conocimiento estratégico. Tenemos la capacidad: entre 2003 y 2015 se desarrolló un proyecto que quedó en el medio del río. La ciencia y la tecnología estaban articulando agendas con el desarrollo económico y social.

De la resistencia a la acción

--¿Cómo cree que actuará el gobierno frente a esa reacción que finalmente comienza a suceder con los científicos movilizados?

--No lo sé. La diferencia entre el macrismo y lo que sucede ahora es que en aquel momento (2016) se debieron conceder algunas cosas y, al menos, realizaron promesas de que todo iba a mejorar para los científicos. Cosa que luego no sucedió. Ahora no veo ninguna intención de cambio por parte del gobierno. Al mismo tiempo, hay que entender que esta derecha prendida con broches se va a caer; apenas es una emulación de lo que hace Trump. El imperio occidental se está derrumbando frente al avance de China. En Argentina, nos toca un gobierno que no aporta ninguna idea, pero que tiene la fortuna de contar con el favor de un actor oculto, al que nunca nombramos.

--¿Qué actor?

--El poder económico. Mientras que este gobierno estigmatiza todo el tiempo a la ciencia y a la tecnología, y la insta a la producción de cosas útiles, no le pide al poder económico que sea innovador, ni que invierta en investigación y desarrollo. No le preocupa siquiera que el poder económico fugue los fondos. La comunidad científica tiene que poner el foco de los reclamos en quien efectivamente está siendo beneficiado por la gestión.

--Algunos colegas suyos proponen la idea de pasar de la resistencia a la acción. ¿Qué implicaría eso?

--Comparto esa idea. Cuando hablo de punto de quiebre, me refiero a eso. Recibimos trompadas, pero tenemos la obligación de recuperar la memoria histórica. En el 2016, pudimos resistir; ahora se viene algo peor. De hecho, a los seis meses del gobierno de Milei ya lo sabíamos, con funcionarios que solo hablan por redes sociales porque no pueden dar la cara. El secretario de ciencia y tecnología amenaza a la comunidad de las cosas que él no hace.

--¿A qué se refiere?

--A que él no financia nada y, sin embargo, pide rendición de gastos. Los grupos y los laboratorios tienen la mitad de la plata para comprar un equipo, y además la tiene devaluada, y él solo dice que si no rinden cuentas, los investigadores tendrán que devolver el dinero. Primero hay que terminar de financiar para que ello suceda. Desde la Comisión de Ciencia y Tecnología de Diputados fue convocado tres veces por Daniel Gollan y no aparece. Está incumpliendo sus deberes de funcionario, además de subejecutar el presupuesto disponible en 2024. A nivel general, hay un tema con los derechos humanos que es un escándalo. Lo que sucede en salud y el Garrahan; lo que pasa todos los miércoles que le pegan a los jubilados. Son cosas muy graves. Creo que esto madura, madura, madura, hasta que un día les explotará en la cara. Es una administración macartista, reaccionaria, que persigue a todo el mundo y deja a Argentina sin futuro.

--Algo por el estilo planteó en el Congreso hace poco.

--Me tocó exponer en la comisión de Ciencia y Técnica del Senado. Los compañeros que me antecedieron dieron pautas muy precisas para comprender el panorama devastador que plantea este gobierno. Entonces, sin tanto para agregar en esa línea, aproveché para dar cuenta del perfil de nuestros funcionarios. Básicamente dije que si las autoridades del área no iban al Congreso a explicar lo que estaba sucediendo, íbamos a tomar el edificio del exministerio. Tienen la obligación de dar la cara, de abrir espacios de discusión y que nos expliquen qué es lo que proponen. No estamos ni en una dictadura ni en una monarquía. Los funcionarios públicos deben ofrecer transparencia; lo que hoy están haciendo es traumático, le están arruinando la vida a mucha gente.

--La defensa de la ciencia, pero siempre por vías democráticas...

--Por supuesto. Si no dan respuestas, las acciones se enmarcarán en los modos en que la democracia suele defenderse. Con una movilización pacífica; acá no está en juego la integridad física de nadie, salvo que pongan policías que nos peguen. En ese caso, la única integridad física en riesgo será la nuestra. Tenemos absoluta voluntad de diálogo, pero tienen que explicar esta crisis inédita. Alguien lo tiene que hacer. No vamos a descansar hasta que lo hagan.