Lo nuevo no es la novedad. La novedad es eso que nos invade minuto a minuto en pantallas con megaresoluciones de hasta 460 píxeles por pulgada y un gusano seco enganchado del anzuelo. Pero lo nuevo es otra cosa, algo parecido a conquistar vacío, plantar bandera sobre una porción de nada y reclamarla. Esa es la gesta que el canadiense Nathan Fielder se propuso llevar adelante en la segunda temporada de El ensayo, la desconcertante comedia documental de HBO Max que por estos días es señalada con admiración y preocupación en diarios, revistas, canales de noticias, la Junta Nacional de Seguridad en Transportes y la Agencia Federal de Aviación de los Estados Unidos. Y si la cosa escaló hasta semejantes alturas es porque más allá de la originalidad, las ideas demenciales, el humor idiota y lúcido, las tensiones en la suspensión de incredulidad y el presupuesto gigante detrás de la serie, esta temporada trae una diferencia fundamental con respecto a la anterior y a todo lo que hizo Nathan hasta ahora: un sentido. Y el sentido del humor que guía, organiza y moviliza cada uno de los nuevos episodios tiene un fin tan interesante como ridículo para una comedia de TV: aportar soluciones concretas para prevenir accidentes en vuelos comerciales.
Claro que en el universo de este excéntrico comediante nacido en Vancouver en 1979, padre y madre trabajadores sociales, nada es nunca tan lineal. Graduado en 2005 en una de las más reconocidas facultades de economía de Canadá (y con muy buenas notas, según él mismo se encargó de aclarar), Fielder dio sus primeros pasos artísticos como mago, animando durante su adolescencia fiestas infantiles y veladas en restaurantes donde, según contó, le decían que se movía raro. Tras integrar grupos de improvisación y trabajar detrás de escena en castings para el concurso de canto Canadian Idol (una experiencia que se encarga de mencionar y retomar en la serie), su primer protagónico en TV llegó con Nathan for You, un absurdo continuo en formato docu-serie con cuatro temporadas emitidas entre 2013 y 2017 por Comedy Central.
Con la premisa de asistir a pequeños comerciantes con ideas ridículas llevadas al extremo, allí comenzó a delinear un personaje con problemas de socialización que sostuvo tanto dentro como fuera de la pantalla, borroneando desde entonces los límites entre ficción y realidad. Esa versión exagerada de sí mismo es la que mantuvo en la primera temporada de El ensayo, estrenada en 2022 por HBO, donde proponía ayudar a personas para que ensayaran situaciones difíciles antes de enfrentarlas, arrastrando todo hacia un detallismo absurdo y demencial. Siempre con esa intención de llevar todo un paso más allá que se sostiene en La maldición, su única incursión en ficción a la fecha. Una cruda mezcla de comedia y suspenso que aborda la relación entre un reality de beneficencia y la lucha de clases, la gentrificación o la discriminación a inmigrantes, dirigida por Ben Safdie y protagonizada por Emma Stone y Nathan, que salió muy bien parado de su debut actoral.
Pero la nueva temporada de El ensayo no se apoya tanto como antes en las interacciones con las personas que se prestan a sus incómodos experimentos sino que gira mayormente alrededor de una obsesión que, según menciona en los primeros instantes, tiene desde hace años: los accidentes aéreos. Más precisamente, los modos en que las relaciones de poder entre pilotos y copilotos llevan a problemas de comunicación que derivarían en fallas humanas evitables. Con el fin de encontrar estrategias de capacitación que intervengan sobre esa problemática, Fielder se acerca a una eminencia norteamericana de la aviación y, tras obtener su visto bueno, se embarca en recrear situaciones a modo de un investigador que recopila datos en una notebook que lleva colgando de su cuello. “Cuando dedicaste tu vida a hacer reír a la gente, en los momentos en que querés ser tomado en serio puede ser difícil superar el déficit de credibilidad que vos mismo te creaste”, narra en off durante el primer episodio, marcando el tono de una de las tensiones que se sostendrá a lo largo de toda la temporada.
Las experiencias incluyen desde la construcción al detalle de una réplica del Aeropuerto Internacional de Houston –con actores siguiendo a los pilotos y a los empleados de los locales para luego imitarlos con la mayor precisión posible– hasta la historia de una pareja con los clones de su perro muerto (sería interesante saber de dónde tomó esa idea), el acercamiento al Congreso para llevar un proyecto de ley o la puesta en escena de la autobiografía de un piloto en un episodio lyncheano y desopilante, todo mientras sus propios (supuestos) problemas de comunicación van tomando cada vez más lugar. Tras un final de temporada verdaderamente épico, la sensación que queda es la de una experiencia televisiva inclasificable y fascinante. Y por mucho lo mejor y lo más personal que hizo Fielder hasta ahora, tanto que sacrificó el personaje que construyó durante quince años con tal de alcanzar cuotas de tensión que desafían cualquier expectativa, más allá del delirio y las incógnitas desatadas por esa característica cruza indistinguible entre artificio y realidad.
Habría sido interesante ver la cara de los ejecutivos de HBO cuando escucharon su idea para el final de temporada. Lo cierto es que el asunto tomó tal trascendencia que la propia Agencia Federal de Aviación estadounidense emitió un comunicado señalando que sus capacitaciones tienen muy en cuenta esa supuesta problemática. “Son tontos”, fue la respuesta de Nathan durante una entrevista en vivo en el piso de la CNN, y agregó que lo único que hacen es pasar un PowerPoint que dice que hay que comunicarse bien. En un reciente panel de preguntas y respuestas organizado por la Academia de Televisión estadounidense, el comediante Jack Black conversó con Nathan, de quien se declaró admirador incondicional. Allí lo presentó como actor, director, productor, comediante, filántropo y surrealista, para finalmente agregar a esa lista una profesión que –a fines de no espoilear– mejor no develar. Luego de una charla que recorre la génesis de esta temporada o la influencia de un programa canadiense de reconstrucción de tragedias aéreas llamado Mayday, Jack Black cerró el encuentro diciéndole: “Tu contribución a la historia de la televisión es magia, es de verdad puta magia. Es estúpida. Es hilarante...”. Y, antes de quedarse sin palabras, concluyó: “Es esa sensación de reír a carcajadas para inmediatamente después preguntarte: ‘Pero... ¿qué carajo estoy viendo?’".