¿Qué presidente tenemos? Acusó de estar "del lado del mal" a un nene de 12 años con autismo que reclama por sus derechos. O sea que el lado del bien sería estar de su lado. Posición maniqueísta. Lo que dijo es que su discapacidad es un problema de la familia, no del Estado.
Es imposible responderle a un hombre que, representando al Estado, se ubica en un lugar tal que no tiene ninguna responsabilidad ni lectura social, humana. La idea de darle ciertas posibilidades, ciertas excepciones, ciertas ventajas a alguien que tiene desventajas es tener consideración por el otro, ubicar al otro en una posición de necesidad y al Estado como quien intenta proteger a quienes están más indefensos.
En general, la gente más indefensa es gente pobre, mujeres, de etnia negra, locos, con discapacidad. ¿Por qué le daríamos ayuda? ¿No deberían ser la pobreza, las étnicas, la locura, la discapacidad también problemas de familias? Pero parece que ese pobre no tiene familia, que se las tiene que arreglar solo, entonces finalmente es un problema de él o de ella. Finalmente todos los problemas que nosotros tenemos serían problemas nuestros, de nuestra “libertad”.
Nadie piensa que el Estado debe resolver los problemas que uno tiene, sino que podría llegar a aportar algún tipo de ayuda para quienes no les es fácil porque se encuentran en posiciones de vulnerabilidad. A mí me parece mucho más inteligente que el presidente dijera simplemente que intenta lograr el déficit cero y que el Estado no tiene dinero, a que diga estas barbaridades. Me parecería más honesto que concluyera que a pesar de que el Estado quisiera ayudar, no lo puede hacer porque no tiene el suficiente sostén. Entonces que apele a la ayuda de quienes sí pudieran dar una mano.
El sistema presidencialista, en este país, debería replantearse; el presidente tiene demasiado poder. Si llegara al poder un discapacitado emocional también debería tener la ayuda del Estado: de los congresistas, de los senadores, de los diputados, quienes deberían darle una ayuda.
Se dice que el presidente no pasaría un psicotécnico. Resulta imposible que lo pasara. Ningún psicólogo o psicóloga, sin su figura de poder, podría aceptar sus palabras que van contra toda lógica, derecho universal del ser humano y conceptos mínimos de ética humana como es el rechazo del cuidado de quienes menos posibilidades tienen, acusar a esas familias, haciéndoles cargo de todo el problema, agregando más peso a lo que tienen. Se vuelve difícil soportar las palabras presidenciales. Siempre dice que sabe mucho de redes, y es verdad, quizás lo único que dice con razón, las redes hacen estar constantemente no en contacto sino en conexión y potencian el individualismo, solipsista y canalla, el individualismo del hater, del troll, del que no da la cara: hacés una cuenta que nadie conoce, generás tendencias, discursos del odio.
Antes era la dignidad de dar la cara, decir tu posición y la gente se peleaba así, frontalmente. Ahora hay otras formas de pelear como retuitear y si sos una figura pública eso genera “noticia” como ola que generadora de sudestada. Los presidentes en estos tiempos pueden armar la tercera guerra mundial desde el baño, estamos todos implicados en su baño. La relación entre lo público y lo privado es muy distinta de lo que era. Antes tenían que hacer una conferencia de prensa, dar la cara frente a periodistas que le hacían preguntas difíciles o le hacían preguntas al menos, ahora retuitean o tuitean y generan una polémica. Lo único que le importa es ser tendencia, no lo que dice, eso es inteligencia para estos tiempos, ir más allá de los demás y que les vaya bien y ¡qué me importan los demás! La idea social es que los otros se manejen sin molestar a los demás, que mueran sin molestar y si a mí me fue bien, está bien.
La verdad del presidente es inapelable, finalmente la discapacidad mental que se vislumbran en sus palabras no debería ser un asunto de Estado, debería hacerse cargo su familia, quizás su hermana, quizás sus hijos de cuatro patas como suele decir. El Estado debe ser eficiente, no puede mantener a quienes no puedan ser eficientes en el dar amor y contención a los demás, sobre todo a los que más lo necesitan, la eficiencia es una forma de amor, intentar ayudar para que desarrollentodos sus capacidades posibles.
Martín Smud es psicoanalista y escritor.
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