A mayor exposición del artista, mayores son las especulaciones que se tejen sobre sus próximos movimientos. Ahora, cuando la artista ha optado todas las veces por tomarse el tiempo de elaborar sus propios métodos, resistiéndose ante el atractivo que la industria le pone enfrente, la futurología se vuelve inútil. El 2025 viene siendo un año inaugural para Cazzu, la más paciente de la música contemporánea. A su quinto disco de estudio, Latinaje, le siguió la publicación de Perreo, una revolución, el libro que editó Penguin Random House y salió a la venta el 1° de mayo, disponible para todas las trabajadoras (y trabajadores) del disfrute.

Una publicación que, a juzgar por los comentarios en Goodreads y demás espacios virtuales, se está comprando en su versión leída por ella misma (el audiobook). Pero eso no es todo, porque Netflix anunció el pronto estreno de Risas, película que la jujeña protagoniza junto a Joaquín Furriel y Diego Peretti. Y se vienen los tres Movistar Arena agotados de septiembre (más un cuarto el 1/11, aún con algunas entradas en venta) para presentar el álbum. Cazzu estuvo quieta y ahora desea ponerse a tiro. Como detesta replicar recetas, vuelve a exponerse con retos: el de la actuación, el de canciones que exigen un notable rango vocal y el que esta nota propone reseñar, después de haber seguido sus palabras como flamante autora.

Con una discreta campaña de prensa presentó Perreo en la 49° Feria Internacional del Libro. Discreta es también la energía que despiertan sus dos imágenes: la de portada en blanco y negro, tomada por Nora Lezano y donde apenas asoma uno de sus tantos tatuajes, y la que se sube al escenario de la sala José Hernández frente a mil personas (una cantidad exuberante en contextos literarios) que lloran apretando sus ejemplares cual talismán, ilusionadas ante la mera posibilidad de que Cazzu se los firme y entonces la suerte cope la parada.

En sus páginas, amén del equipo que lógicamente interviene en un proceso de publicación (editores, correctores, diseñadores) no implica a nadie más que a Cazzu. Es que Perreo carece de prólogo, de blurbs (esa frase o breve párrafo ganchero que abrevia la idea de la obra) firmados por una celebridad, tampoco hay agradecimientos, bibliografía estrictamente detallada, ni notas al pie. Por momentos cabalga entre un diario íntimo, el ensayo y el marco teórico que con suma destreza Cazzu (así la autora y así la cota de malla que la cantante se ajusta para meterse a desnudar su historia) construye para bajar a tierra su vida como mujer en la música. Las decisiones son coherentes a las que mantuvo en toda su carrera y son justamente las que la hacen ser a Cazzu, ella y nadie más.

Cazzu encuentra su estelaridad porque se sabe protagonista de un movimiento, del mismo modo que si alguien escribiese la historia del trap nacional, ella debería tener a todas luces un capítulo exclusivo. La etiqueta de Jefa es fundamental en tanto y en cuanto representa un espacio en la música mainstream argentina sin precedentes. Sí, seguramente los últimos Vélez de Lali demuestran un engrosamiento masivo reciente, pero ya estamos en los albores de una nueva época de la música argentina. Lamentablemente, una con más espacio para la mugre programada del rock que para el goce del polvo rkatero. Y es importantísimo remarcar lo siguiente: si Lali –la referencia es apenas para marcar un contrapunto, no voy a caer en el colmo de enfrentar a colegas, es un libro que se fundamenta por la fe del colectivo artístico feminista, entre otros símbolos– fue prematura en su carrera actoral, lo de Cazzu es prácticamente mesiánico. Nadie consiguió aparte de ella editar un disco de reggaeton en 2017 que aún hoy siga funcionando, como esa maravilla titulada Maldade$. Lo que sucedió es que al género llegó antes (como podríamos decir Duki) pero el reparto de beneficios (llámese contactos, recursos, oportunidades) no fue democrático –pues ejem, mujer– y entonces Cazzu hizo de sus dificultades una fortaleza.

El mismo libro es una prueba de su identidad, ella una vez más evita el pochoclo, descartando la posibilidad de un best seller lleno de chismes jugosos sobre sus colegas (que los debe tener a rabiar). Habla con los dolores analizados, cuenta anécdotas sin quemar a nadie, sabe que la venganza se la ha dado el propio tiempo.

Uno de los requisitos al que se enfrentan las artistas es para ella "ser una empresa donde la materia prima sos vos misma". Una empresa donde Cazzu no negocia cambios de locación ni franquicias. Hablamos de las cirugías estéticas. Una potente declaración de principios que descubre un sentimiento muy profundo: la conexión con su ascendencia familiar, ser y verse como sus tías y su mamá y que el mismo reflejo se mantenga ante los ojos de su hija. Mientras muchas de las popstars en el mundo modifican sus cuerpos para acercarse a un ideal, la cantante prefiere la apariencia que la afirma parte de su "matriarcado favorito".

"Soy una desmanteladora compulsiva de procesos", se define frente al público. La secunda la periodista Romina Zanellato, a quien Cazzu admira y acudió en varias instancias de escritura. Es muy poderosa la manera que encuentra para llamarse. Siendo parte de un circuito donde todo parece pegarse milagrosamente, ella quiere trepanar la industria, a los que de afuera parecen todos amigos, a los mega productores y hasta a las plataformas. No llegamos al "cavar su propia fosa", lo explícito está en sus letras, y en las letras de otres sobre las que se sostiene para afirmar sus teorías. Y no son cualquier teoría. Se mete, entre otros fuertes interrogantes, con algunas preguntas del millón: el reggaeton como género machista, la relación entre sexualidad y letras soeces y su supuesta implicancia (des)educativa ante las nuevas generaciones.

Cazzu está totalmente enterada de lo que es capaz, pero como la cabeza es muy traicionera, habla con respeto, dialoga con sus ejemplos tratándolos de usted y al detenernos notamos algo impresionante: omite varios ataques que recordamos en sus reveses, como las agresiones por poner bailarinas en jaulas para sus recitales (ella misma se metió en una para el clip de "Gatita gángster") o la famosa polémica por sus pole dancers para "Bounce" (aventura que quiso llevar a sus pelis después de entrar a un strip club en Puerto Rico e instalarse un caño en su casa).

El cuerpo de citas es versátil, se celebra la referencia a Andrea Ocampo Cea, la investigadora chilena sobre cultura urbana que tiene una de las miradas más asertivas sobre reggaeton y feminismo que puede leerse. El artículo sobre Bad Bunny al que hace referencia es el texto fundamental del Conejo respecto a su condición de "aliado". Todo lo contrario a una improvisada, Cazzu: no lo era hace ocho años, cuando la conocimos, y mucho menos lo es ahora. Lo veterano lo lleva bien adentro, porque en sus gestos sigue siendo tierna, evitando al ogro mental del autoboicot que le dice que no se la crea; la misma que posa para la solapa con un lápiz haciendo equilibrio sobre su bigote.

La Cazzu de la presentación cae con un combinado gris de blazer y pollera, una cortísima. La tela la delata, es paradójicamente gracioso: se viste como si hiciera falta un traje de escritora, como si acaso todo lo dicho, investigado y reflexionado en las 189 páginas no fuesen documento suficiente de lo que ha conseguido. Como si a estas alturas del partido quienes seguimos el movimiento de cerca no nos hubiésemos dado cuenta de que muy probablemente es la única entre sus compañeros capaz de sentarse a escribir un registro de esta índole, consiguiendo que una idea entusiasta acabe en un objeto y no muera en un mamotreto en las notas del celular.

En Perreo sobrevuela un clima de contención, aquel que debió mantener para poder seguir con sus canciones y para que no la lleven por delante. La tranquilidad que se le escucha a Cazzu es propia de quien ya pasó por mucho, vio en otros la gloria inmediata, y a los de cerca disiparse entre una nube de excesos.

Cazzu demuestra que puede volver, que puede mantenerse y que puede gustar sin dejarse llevar por las fórmulas. No es un libro duro, donde frontee de su intelecto (y vaya que es tanto más lúcida de lo que la mayoría de la gente cree). Sus citas a lingüistas, poetas, datos estadísticos, periodistas o teóricas feministas son concisas y amables. Cazzu quiere compartir las ideas que la llevaron hasta acá, ésas otras mujeres que la ayudaron a entender cómo habitar entre contradicciones para desarmarlas como tal –se puede mover el culo y amar a Jeanette Winterson, digamos–. Cómo seguir intentando en un mundo de bobos consagrados al instante y fabulosas crónicamente emergentes.

Cuando habla con amigas, también uno puede transportarse a esos diálogos junto a Elena Rose, Tokischa, la Villana o Ivy Queen. A nivel biográfico es poco lo que aporta si la fuimos siguiendo –excepcional la anécdota que devino en el germen para la letra de "Chapiadora"– lo cual no quita que se vuelva muy seductor dejarse llevar por el proceso que Cazzu va haciendo. "Yo te estaba mostrando esto pero mientras tanto me estaba pasando esto otro", se la puede entender en su narración. Su viveza es apabullante desde el momento en que apenas graba su álbum debut registra los temas y cobra su primera buena plata, en comparación de lo que ganaba en su trabajo formal. Tengamos en cuenta que uno de los conflictos recurrentes que ocurrieron en el trap en sus comienzos fueron las pérdidas económicas por ignorar las burocracias de derechos de autor.

Es muy hermoso ir leyendo las frases burdas de sus ídolos del reggaeton que la formaron e imaginarse una pequeña Cazzu con sueños que ni ella misma se atrevía a materializar. Su audacia también la retiene en la discreción para los nombres. ¿Qué diría Despentes si se enterara que comparte páginas con Alexis y Fido?. No suelta nombres propios en pasajes más bien trágicos –espectacular apurada a Vico C– ni se deja seducir por un namedroppeo académico. Sus agradecimientos son contados, como el reconocimiento a Neo Pistea por haberla apoyado desde sus primeras movidas en el trap.

"Siéntate en el umbral de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo", dice el refrán. ¿Cuántos cambios de beat le llevaría a Cazzu ver caer al pelotón de alimañas proyectadas en su contra? Ella desenvolvió un chupetín, se acomodó el antipop y esperó. ¿Quién va a discutir que la jefa es ella?


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