Un bombero llega tarde y lo torturan sus pensamientos. Un encargado de camping se refugia en sus sueños y enseña a leer al niño. Una madre habla desde la muerte, por la vida perdida. Un niño habla desde la vida y crece. Cuatro personajes ante lo irremediable y lo extraordinario. Esta es la sinopsis que propone una breve semblanza de las criaturas ficcionales que aparecen en la obra escrita y dirigida por el cañuelense Juan Manuel Rizzi, Hijo de fuego, inspirada a su vez en la novela El mundo guarda silencio. La tragedia de Cañuelas (1993), de Laura Bonaparte.
En ese texto, la psicóloga e integrante de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora narró su experiencia personal tamizada por la ficción. Bonaparte sufrió la desaparición de tres hijos, dos yernos y una nuera, además del padre de sus hijos, y fue una de las precursoras de la campaña internacional para que la desaparición forzada de personas fuese declarada delito de lesa humanidad. Hubo un episodio que Laura tomó como puntapié para su novela y que aquí recupera Rizzi.
La noche del 12 de junio de 1976, el sereno de SMATA llamó a la comisaría de Cañuelas para dar aviso de una fogata frente a los portones del Centro Recreativo Kloosterman. Los bomberos acudieron de inmediato, apagaron el fuego y, entre las cenizas, descubrieron una escena dantesca: varios cadáveres calcinados y, entre los restos, el cuerpo de una mujer embarazada cuyo abdomen había estallado por el calor y había expulsado el cuerpo de su bebé, todavía unido a ella por el cordón umbilical.
Los restos eran prácticamente irreconocibles y fueron llevados al Hospital Mitre. Salvador Egitto, médico de policía, determinó que antes de ser incinerados habían sido asesinados de un tiro en la cabeza y rociados con nafta. Los cadáveres fueron inhumados como NN en el cementerio municipal, pero en octubre de 1991 Alejandro Incháurregui (fundador del Equipo Argentino de Antropología Forense) encontró en La Plata el expediente judicial sobre la masacre de Cañuelas. Una de las fotografías mostraba a un hombre mayor no tan quemado como los otros; Laura reconoció a Santiago Bruschtein: su marido, el padre de sus hijos (entre ellos el periodista de Página/12 Luis Bruschtein). El otro cuerpo identificado fue el de María del Carmen Gualdero, militante del ERP y madre del bebé.
"En Cañuelas el hecho no es tan conocido como podría serlo porque no hay cañuelenses involucrados. Conocemos un solo caso de una familia local: el de Esteban Reimer, delegado de la empresa Mercedes Benz ubicada en Virrey del Pino. Pero lo que pasó en SMATA fue durante la dictadura, cuando los medios estaban cerrados y en un lugar bastante retirado de la ciudad, a unos 12 km", cuenta Rizzi, y recuerda que en 1995 Laura fue a presentar su novela a Cañuelas y participó de una charla en un panel sobre derechos humanos.
"Yo era muy chico todavía, en los '90 los derechos humanos eran un espacio de resistencia. Todo eso me lo perdí por cuestiones generacionales", lamenta. En aquel encuentro, desde el auditorio alguien le preguntó a Bonaparte por qué los argentinos callaron ante tamaña aberración y ella dijo: "Nadie puede decir con anticipación cómo puede reaccionar el otro frente al terror. El terror es disolvente de la sociedad. Disuelve los vínculos solidarios. No sé si todos podemos ser figuras heroicas o si debemos tener esa exigencia. Modestamente sí les pido a todos que no se olviden".
Actualmente Rizzi es director de la Biblioteca Popular Sarmiento y recuerda que encontró la novela de Bonaparte en una mesa de saldos, caminando por calle Corrientes durante el gobierno de Mauricio Macri, un momento en el que muchos locales cerraban y liquidaban su stock. "El dueño de la librería había sido compañero de lucha de Laura, compré todos los ejemplares y me los traje para Cañuelas –recuerda–. Lo que más me impresiona del libro es el tratamiento que ella hace de los hechos. Son muy pocas páginas en las que cuenta lo que ocurrió concretamente: cuando los bajan, los asesinan y los prenden fuego. Después ella agrega la ficción del encargado del camping que rescata al niño, se lo lleva y lo cría. Eso es lo que más me conmueve".
Esta es la cuarta obra escrita por Rizzi y la primera que dirige. Quien da vida a todos los personajes es el actor Mariano Aufranc, con quien ya había trabajado en otros proyectos. En este caso, por tratarse de un unipersonal surgió la necesidad de una mirada externa y por eso codirigen la puesta. "Lo que más me motivaba era darle voz a estos personajes desde el punto de vista dramatúrgico y poético, ya que Laura lo había hecho desde la narrativa". Rizzi también destaca la música de Juan Pablo Yorston, compuesta especialmente para la obra.
En relación al rol del teatro a la hora de construir memoria sobre el terrorismo de Estado de la última dictadura, declara: "Cuando hablamos de que hay un cuerpo, el cuerpo rescatado del horror, también estamos queriendo decir que hay un cuerpo en escena. Nosotros jugamos con esa dualidad en la obra. De hecho, hay crónicas en off, utilizamos los habeas corpus de la época que traduje libremente por: 'hay un cuerpo'. Tiene otras traducciones pero elegí esa. Yo pensé mucho en estas cuestiones porque tengo la edad de los hijos de los desaparecidos: nací en 1978. Innegablemente se produce una escritura de la memoria desde mi generación; entonces decir hay un cuerpo es, de alguna manera, hablarnos a los que estamos acá, a los que podríamos no estar pero estamos. Hoy mi hija es nieta de desaparecidos (Esteban Reimer), así que esto me tocó de cerca. Hoy estamos acá construyendo la realidad con errores y virtudes. Este nosotros también son ellos".
Sobre la importancia del teatro independiente más allá de Capital Federal, Rizzi destaca: "Todo lo que se hace en estos pueblos es teatro independiente pero a veces quienes lo están haciendo no lo saben, no conocen que hay mecanismos de ayuda (o al menos los había hasta hace poco). Vincularnos con la ciudad, con porteños o gente del conurbano fue importante para remotivar el teatro acá y hacerlo crecer. Yo soy cañuelense, Mariano es porteño pero vino acá en el 2000. Cañuelas se nutre todo el tiempo de gente que llega y siempre es una reunión. Sin ellos, creo que no habría escrito".
*Hijo de fuego podrá verse el domingo 22 de junio a las 19 en Belisario Club de Cultura (Av. Corrientes 1624) y las entradas pueden adquirirse por Alternativa Teatral.