A propósito de la Reforma de la Constitución de la Provincia de Santa Fe, el propósito del presente trabajo es reflexionar sobre algunas cuestiones vinculadas a lo ambiental, entendiendo al ambiente como “la resultante de interacciones de sistemas ecológicos y socioeconómicos susceptible de provocar efectos sobre los seres vivientes y las actividades humanas”. (Brailovski, 1993).

Y las cuestiones ambientales incluyen un ambientalismo social y estatal; el primero de ellos refiere a los modos en que la sociedad y sus individuos entienden y actúan en relación al ambiente. En el segundo caso, se hace referencia a las políticas públicas ambientales sea desde los niveles municipales, provinciales y/o nacionales.

Resulta útil destacar que “el ambientalismo social y la creación de instituciones estatales ambientales recorrieron caminos paralelos y no tuvieron mayor contacto hasta el nuevo milenio, cuando un nuevo tipo de ambientalismo social logró impactar en la agenda gubernamental a partir de una serie de conflictos ambientales” (Gutiérrez e Isuani, 2014).

Estas cuestiones tienen que ver con las percepciones, las creencias y la contrastación con la realidad que la sociedad y los individuos hacen de ellas, entendida como la que resulta de la construcción de un sentido que va induciendo y definiendo hacia un comportamiento o modo de actuar determinado.

Este sentido es construido desde el rol de los medios de comunicación y redes sociales, desde la educación, en general, con epistemologías que reproducen ese sentido y ambos enmarcados en los presupuestos de la ratio capitalista, productividad y rentabilidad.

Entonces, transitaremos por los caminos de las percepciones, las creencias, la construcción de sentido y sus disputas, los comportamientos individuales y colectivos, preguntándonos cuánto de ello incide en la formulación de las políticas públicas ambientales.

A propósito y respecto de algunas de ellas y cada vez más urgentes, nos preguntamos ¿qué no es urgente? Sin poder responder al interrogante, decimos que las cuestiones a jerarquizar son aquellas vinculadas a las necesidades vitales, como la alimentación y el agua.

Luego, ¿cómo es posible que en la provincia de Santa Fe, aún, no se ha podido regular en perspectiva de una genuina ética del cuidado, una ley para preservarnos de la contaminación agroquímica, por un lado y una ley de promoción de la agroecología, por el otro? 

 La constatación de que durante varios períodos parlamentarios se deja caer el tratamiento de la ley contra las fumigaciones, nos está diciendo algunas cosas en términos de percepciones, creencias, comportamiento y de coherencias.

A saber:

1- La gran mayoría de la ciudadanía no percibe a las fumigaciones como problema, ergo, no es prioridad en su sistema de creencias.

2- No se percibe ni se cree respecto de la existencia de una vinculación y una relación de causa-efecto entre la producción agroindustrial (monocultivo-transgénicos-agrotóxicos y siembra directa) y las enfermedades que genera (cáncer, hipotiroidismo, alergias, diabetes), según los estudios de la Red Universitaria de Ambiente y Salud . ¿Negación? ¿Desidia?

3- Por lo tanto, no se cree en la necesidad de lograr amplios espacios de promoción de producción agroecológica. A propósito ¿cuánto conoce la gente de a pie acerca de la agroecología, la agricultura biodinámica o el extractivismo? 

He aquí lo que se denomina como riesgo de microclima: nuevamente, ¿cuántos conocemos el significado real, los impactos y las premisas que sustentan el ratio capitalista?

4- Luego, no hay un comportamiento individual ni colectivo con la entidad necesaria para generar la presión y se sanciones una ley afín.

Otro ejemplo que se podría mencionar es el del agua; lejos de lo anterior, podríamos enunciar la urgencia del tema, de la siguiente manera:

En vastas zonas de la pampa gringa, los territorios que más aportan al Producto Bruto Geográfico de Santa Fe y que a partir de la producción de oleaginosas y otros cultivos, son los que más aportan a la Balanza Comercial; zonas percibidas como ricas, carecen de la calidad de agua que requiere para consumo humano.

Por ejemplo, en Funes hay canillas municipales; En Casilda, el arsénico, sodio y otros minerales están presentes en el agua.

Algunos interrogantes:

¿Cuál es el concepto de riqueza? ¿Qué mide, qué refleja el Producto Interno Bruto y el Producto Bruto Geográfico?

¿Por qué no hay demanda desde la sociedad civil para reparar lo analizado?

¿Hacia dónde miran las políticas públicas ambientales?

Acaso, ¿no son zonas de sacrificio ?

Por tanto, ¿qué percibimos, qué creemos, cómo actuamos en relación a estos rasgos del modelo de desarrollo? Pero, ¿qué entendemos por desarrollo, si la calidad del agua es deficitaria al tiempo de la inversión pública? ¿Y la sustentabilidad? Sesgada, casi ininteligible.

Por tanto, entendemos que la concepción cultural del ambiente está atravesada por los rasgos de un modelo de desarrollo, que no desarrolla sino persigue la rentabilidad en desmedro de la sustentabilidad.

¿Y cómo es posible esto?

Es posible porqué estamos asistiendo, como nunca, a una definitoria disputa de sentido, entendido como el sistema de creencias, valores y comportamiento que es compartido de modo mayoritario. Estas disputas de sentido podemos observarlas en dos niveles:

a) Territorial, con los proyectos como el Proyecto Agroecológico Casilda .

b) Semántico, con las denominaciones opuestas a un mismo objeto, por ejemplo: ¿es lo mismo un río que una hidrovía? ¿son agrotóxicos o fitosanitarios? Los lenguajes de valoración representan intereses diferentes

Todo ello, nos llevaría, por un lado, a actuar individualmente prescindiendo del concepto y praxis de ambiente, como si fuésemos externos a él, como si no lo construyésemos nosotros a partir de nuestras acciones, cada vez más escindidas de aquel. 

Y por el otro, nos induciría colectivamente a intentar regularlo pero guiándose por la concepción externa del ambiente.

Entonces, ¿qué políticas públicas ambientales podemos esperar si percibimos, creemos y actuamos en esa perspectiva? Además, si el Estado depende de sus ingresos de las explotaciones de la agroindustria. ¿Qué se puede esperar de la mencionada ética del cuidado en clave colectiva?

Retomando la disputa de sentido, gran parte de la sociedad toma acríticamente lo que escucha, lo que ve y lo que se le permite acceder para su supervivencia, cuya base es la alimentación:

Y ¿nos preguntamos qué comemos?

Soledad Barrutti en su clásico libro Mal Comidos nos “despabila” sobre el modo en que se producen los alimentos. 

Dos cuestiones a considerar: 

1- ¿Alguna vez nos preguntamos, nos informamos, y abordamos críticamente lo que comemos? ¿Nos permitimos ser despabilados?

2- Al no hacerlo mayoritariamente, ¿puede haber masa crítica para exigir Políticas Públicas ambientales, cuales ética del cuidado? ¿Por qué no lo hacemos? 

Además, nuevamente, el estado resulta prisionero de los ingresos generados por las exportaciones de la agroindustria, con escaso o bajo nivel de valor agregado.

¿Alimentos? La denominación de alimentos a las exportaciones recién indicadas ¿no es acaso un eufemismo?

Y vamos a concluir, enunciando la gran contradicción ya que Argentina, con más de la mitad de la población bajo la línea de pobreza, se dice que produce alimentos para 400 millones de consumidores .

Percepciones, creencias y realidades a partir de un sentido, el sentido o ratio capitalista que solo busca rentabilizar y en el medio, una sociedad que aborda acríticamente lo recién expresado y que queda varada y más aun, legitimando pasivamente este sentido, que hace rato que dejó de proponerse alimentar para convertirse en un gran leviatán del lucro infinito.

Claro, el ambiente natural, es decir, lo que queda, le está señalando los límites vitales.

¿Es suficiente con las políticas públicas socio-ambientales? Claramente, no. ¿No será acaso el momento de comenzar, ya, a repensar y deconstruir los modelos de maldesarrollo cuya matriz sociocultural-económica y ambiental que nos han depositado en las arenas de éste presente no sustentable?

*Grupo de Estudios del Sur - UNR.  Cátedra de Pensamiento Social y Político Latinoamericano – FCPOLIT UNR.