¿No tienen la sensación de que por más cosas que pasan en el fondo no pasa nada? Me estoy refiriendo a que pasa de todo pero nadie paga las consecuencias de sus actos, de sus locuras. Incluso nosotros ya no actuamos de la misma forma frente a la injusticia y los delirios. Ayer nomás estábamos atentos a indignarnos por cualquier cosa. Un ministro mentía. Indignación. Subían un impuesto o favorecían a un millonario a las apuradas. Indignación. Ahora miramos los hechos como vacas que ven pasar el tren.

Ya me parecía a mí que era raro que el mundo no saltara por los aires cuando los WikiLeaks, las filtraciones de Snowden o lo Panamá Papers. Estábamos esperando que se supiera quiénes eran los evasores, creyendo que irían en cana como Al Capone, y cuando se conocieron no pasó nada de nada. Snowden les demostró a los presidentes del mundo que los espiaban ¡y no pasó nada! Nadie pataleó, nadie pidió explicaciones.

Violencia gratuita, presidentes que se insultan, promesas delirantes. ¿Y qué pasa? Nada. ¿Cuándo las palabras dejaron de ser palabras? ¿Cuándo los insultos dejaron de ofender? El presidente insulta al presidente de España, que se enoja y retira el embajador. Meses después lo vuelve a poner. En el medio, ¿qué paso? Nada. Trump es acusado de una pila de cosas y encontrado culpable. No pasa nada. En esa nada logra volver a ser presidente. ¿Tiene alguna causa abierta? ¡Tiene veinte! Pero nada.

El mismo síntoma de “no pasa nada” atacó a las noticias. ¿Cuándo las noticias dejaron de ser noticias? ¿Qué bestialidad sabremos hoy? ¿Marcianos, gallinas de dos cabezas, países que desaparecen? No tiene importancia. Ni las cosas que asustan ya asustan como antes. ¿Gripe aviar en la Antártida? Bueh… no va a pasar nada.

Uno se acostumbra incluso a las guerras. El primer día se sorprende. Una semana después lo incorpora a su nada como algo más. ¡Mueren chicos! Y sí, qué terrible. A un dirigente se le descubren propiedades sin declarar y cuentas offshore. Nadie va preso sino y los chorros ni sienten la necesidad de justificarse. Un diputado cruza una frontera con una montaña de dólares y parece que va a pasar algo pero no. ¿O sí?

Uno se entera de que salieron a la luz los chanchullos de un banquero y piensa que al fin va a ir un chanta en cana. Pero saben qué. ¿Adivinaron? Sí, nada… un día se presenta al juez con cara de circunstancia y se va a la casa como si nada. En el medio sufre gente, claro. Gente que pierde su trabajo, su casa, incluso su vida. Pero no es grave, no pasa nada.

Entonces de pronto pasa algo. ¡Aleluya! Una estafa con bitcoin, ponele. Pareciera que al fin va a pasar algo, que alguien va a pagar las consecuencias, los platos rotos. ¿Sí? Porque lo que se ve es más bien que la nada ataca. De a poco las cosas se van olvidando, desdibujando. ¿No va a pasar nada? ¡Qué suspenso!

¡Manden a alguien en cana aunque más no sea para disimular! ¡Que al menos alguien ligue una cachetada! Esto es como una versión renovada del cuento del lobo. Viene el lobo, vienen los marcianos, se viene una guerra atómica. Bueno, decimos, no importa. Total no va a pasar nada. Y el lobo llega y nos va a comer y nosotros nada.

Un día se van a aparecer los marcianos y los vamos a saludar como si los estuviéramos esperando desde siempre. ¿Qué onda en este planeta?, va a preguntar un marciano. Nada, le vamos a decir. Acá no pasa nada. Mientras, pasa de todo.

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