“¿Quién está a cargo aquí?”. El título del episodio que abrió la tercera temporada de The Gilded Age (estreno de Max, va los domingos a las 22 hs) tiene una sola respuesta posible: Bertha Russell (Carrie Coon) sigue pivoteando cada una de las acciones de esta entrega de ocho capítulos. Aunque la divina y jodidísima matriarca de los nuevos ricos de Manhattan ya no debe pelear solo contra otras familias poderosas sino que su principal inquina argumenta proviene de su hija (Taissa Farmiga). Como otros niños bien, Gladys quiere ser independiente en la pujante era a la que hace alusión el título.

Concebida por Julian Fellowes (Downton Abbey), la entrega detenta un estilo lujoso y  temático similar al de su hermana del otro lado del Atlántico que, por otra parte, también privilegiaba el punto de vista femenino. Se trata de un drama histórico con los conflictos de clase entre nuevos ricos, de linajes en bancarrota y de los pobretones que trabajan para aquellos. Aquí no hay una sola familia con sangre azul, pero sí muchos clanes haciendo bulla entre lujos y parlamentos tan articulados como maliciosos. El consabido "wit" esta vez viene con tonada yanqui.

En este nuevo arco hay dos historias que se despertaron de su siesta. Una es la de Marian Brook (Louisa Jacobson), la joven de apellido que logró casarse para tranquilidad de sus tías. Lo mismo sucede con el de Peggy Scott (Denée Benton), una afroamericana que quiere triunfar como escritora, hasta que conoce a un médico encantador de Newport. ¿El problema? Su familia no aprueba la trayectoria profesional de la dama sufragista. Es que como dice alguien por allí, “la sociedad no tiene lógica cuando se trata de mujeres”.