Los ataques de la ultraderecha contra la Educación Sexual Integral encuentran una barrera: la apropiación capilar y federal de esta política pública nacida en 2006. Analía Pereyra es sexóloga, propone “Noches de placer” en bares de Río Cuarto, la ciudad de 180 mil habitantes donde vive, en el sudoeste de Córdoba. No solo habla de sexualidad, sobre todo escucha, y para eso se formó, con su propio aporte de histrionismo y humor.

Analía se tomó muy en serio su trabajo en Educación Sexual Integral desde 2009, cuando el Ministerio de Educación de la provincia de Córdoba la convocó para formar a estudiantes de carreras docentes y docentes en actividad, una tarea que continúa, y también trabaja en la Universidad Nacional de Río Cuarto.

Su carrera como sexóloga se inició al advertir —en esos encuentros de capacitación a “profes”, como les dice— que le “faltaba algo”, y eso la impulsó a formarse en la Sociedad Argentina de Sexualidad Humana (SASH), de Buenos Aires. En estos años, llegó al Quality de Córdoba con el espectáculo Carlota Cachonda, en el que respondía las preguntas desopilantes del personaje creado por el humorista Diego Torres Silvera.

“En mi trabajo con futures profes vi que faltaba una línea de trabajo que tiene que ver con nuestra propia sexualidad, conocernos, revisarnos en relación a nuestros propios condicionamientos, a nuestra propia educastración sexual, como dice un autor”, dice Pereyra en referencia al término acuñado por el psicoanalista y escritor italiano Mario Mieli, que ella toma del español Lucas Mateo, un autor que trabaja la sexología comunitaria. “Él habla de cuáles son estos condicionamientos religiosos, más que nada, imperantes en nuestra sociedad que nos han marcado que la sexualidad se vive de solo de un modo y que ese es el camino, sin abrir las posibilidades ni hablar de disfrute”, afirma.

De las aulas a los bares

En su cuenta de Instagram, Pereyra combina los flyers de sus charlas en bares con abundante información científica sobre sexualidad, siempre desde la perspectiva de la ESI. El placer, siempre en el centro. “Me llena de placer hacerlo. Me encanta comunicar, me siento feliz cuando estoy en algún medio o en los encuentros que hago en bares”, asegura.

Su trabajo en el Ministerio de Educación es como parte de un equipo interdisciplinario externo a las escuelas, que se llama Equipo Profesional de Acompañamiento Educativo (EPAE), un espacio para orientación, asesoramiento y capacitación en diversos temas. Actualmente, es la directora de la Diplomatura en Educación Sexual Integral de la UNRC.

“Esta formación como sexóloga me aporta un montón de elementos para poder trabajar en los espacios de capacitación, que es lo que más me gusta, más allá de la clínica. Pero la clínica, lo poquito que hago, me da elementos para sumar y ver cómo las personas vivencian su sexualidad, sean personas de 20, de 30, de 50, varones, mujeres, diversidades, personas que se definen a-género, todo lo que yo encuentro en la cotidianidad de quienes me cuentan sus experiencias”, dice con entusiasmo. En la clínica, los obstáculos se convierten en oportunidades para aprender. “Siempre me cuentan un problema, porque por eso acuden”, afirma.

—¿Qué poder tiene la ESI para transformar la sexualidad en personas adultas?

—Tiene un poder inmenso.

En los bares plantea una charla “distendida, con interacción, con algunas tarjetas que circulan en las mesas” para que se puedan hacer preguntas, y usa recursos como un set educativo con objetos que recrean la vulva, el clítoris, el pene y el útero.

“A mí me gusta usar mucho el concepto de sexosofía. Es un concepto que usamos algunas personas que hemos sido formadas con Luis María Aller Atucha, que es un comunicador con quien inicié la formación de orientadora en sexualidad”, plantea.

El punto de partida

—¿Qué es la sexosofía?

—Son esos conocimientos, ideas, principios que nosotras tenemos acerca de la sexualidad. Que son principios y conocimientos conscientes o incluso inconscientes, que tienen que ver con el proceso de socialización. Están arraigados y se manifiestan como verdades absolutas. Porque, al fin, es como una filosofía del sexo propia, que tiene que ver con tu recorrido y con tu biografía sexual, con tu historia, hablando de lo sexual en su amplitud, de tus vínculos, de tus creencias religiosas. Entonces, todo este proceso de socialización te arma una idea de lo sexual. Es la puerta uno de la ESI, cuando decimos: la reflexión sobre nosotros y nosotras mismas.

—¿Por qué es la primera puerta?

—Empiezo, en el trabajo con profes o futuras profes, a revisar qué es lo que yo pienso de la masturbación, qué es lo que yo pienso de la menstruación, qué es lo que yo pienso de la homosexualidad, qué es lo que pienso de las personas trans, qué es lo que pienso de tener vínculos poliamorosos. Entonces, ahí damos la posibilidad de reflexionar y analizar críticamente, y aportar conocimiento científico. Siempre digo que hablamos en el marco de la ley: cada persona puede tener la idea que quiera en relación a lo religioso, pero como profe me tengo que manejar con las leyes de identidad de género, interrupción voluntaria del embarazo. Dentro del ámbito docente, no puedo decir “yo pienso que abortar es maligno”, porque estoy yéndome fuera de la ley, si esa estudiante está en posibilidad de acceder.

Córdoba es una provincia donde la influencia de las iglesias, especialmente la católica, se siente con fuerza. Sin embargo, en febrero de este año, el ministro de Educación de esa provincia, Horacio Ferreyra, aseguró que siguen trabajando en el marco de la ley, en diálogo con la comunidad educativa. Además, la provincia cuenta con materiales propios y revisados por equipos profesionales.

En los departamentos del sur de la provincia, en el límite con La Pampa, a Pereyra le toca confrontar con prejuicios. “Vos hablás de una infancia trans y te condenan en la hoguera”, exagera la sexóloga y educadora, a quien una vez un profesor le preguntó si era kirchnerista porque decía “los chicos y las chicas”.

La falta de formación puede dañar

“En la sexosofía, este concepto que trabajo, me parece fundamental revisar nuestras propias creencias en relación a la sexualidad, nuestro propio conocimiento, nuestra propia educación sexual, y en función de esto, ver qué es lo que yo puedo o no puedo hacer en ese contexto, para que no enfermemos con el ánimo de ayudar”, sigue.

—¿Dónde ves ese peligro?

—Cuando tenés a una persona que, de acuerdo a sus creencias, no habilita la posibilidad del cumplimiento de una ley o del acompañamiento, por ejemplo, de la interrupción voluntaria del embarazo, de la identidad trans, y cataloga a las personas en relación a la orientación sexual, o cuando no interviene en la escuela cuando dicen “Puto salí vos, maricón”. Esto, si no intervengo y lo dejo pasar, se transforma en algo que no está en el marco de la ley, que le hace daño a la otra persona.

—La ESI viene a intervenir sobre eso, que era muy común y naturalizado en las escuelas...

—Y sigue naturalizado.

—¿No ha cambiado?

—Sí. ¿Está muy naturalizado? Sí, pero si yo me pongo a mirar desde 2008 hasta ahora, hay un montón de cosas que han cambiado. En ese momento, cuando hacía poquito que estaba la ley y que estábamos trabajando en el marco de la educación sexual, no hablábamos de la posibilidad de que una persona constituyera una familia que no fuera mamá, papá, hijitos. La constitución familiar, a partir de 2010, con las leyes de matrimonio igualitario y de identidad de género, se empezó a abrir. Hoy las escuelas hablan de diversidades de familia. Me encuentro con eso. Si bien sigue habiendo resistencias —y más ahora, con la realidad nacional, ni hablar—.

A Analía Pereyra le encanta comunicar.


Pereyra considera que hay otra escucha, que se conoce el marco normativo, y subraya que el Ministerio de Educación de Córdoba “sigue sosteniendo una política de derechos humanos y en eso se basa también toda la política ministerial, protección de las infancias. No hubo retrocesos en educación, como sí hubo, por ejemplo, a nivel nacional”.

La capacitación en ESI hizo lo suyo. “Si bien me encuentro con algunas personas que aún no entienden, por ejemplo, la diferencia entre identidad de género y orientación sexual, sí hay muchas personas que han participado de espacios de capacitación, realmente comprenden el marco de la ESI y lo están llevando adelante”.

A Pereyra le preocupa que se continúe “en la línea de penalizar, criminalizar y sancionar”, en lugar de cuestionar “por qué los chicos y chicas están consumiendo porno”.

Educa el porno

Su experiencia en las escuelas es elocuente. “Un chico le decía ‘Te voy a tirar la lechita’, y todas cosas que ven en el porno, en el porno más mainstream y más violento, porque ese porno es violento, no es un porno liberador. No es ético o feminista, como dice la directora sueca de porno feminista Erika Lust. Vemos que las familias se oponen a la educación sexual de una manera moralista y, al final, nuestros hijos están consumiendo porno y de eso no nos ocupamos”, plantea.

Por eso, muchas pibas, o adultas jóvenes, dicen que ya no aguantan a los varones. “¿Por qué? Porque en los encuentros que están teniendo, los varones quieren hacer lo del porno con ellas, con lo mecanicista del mete-saca”, dice mientras saca de una bolsa el clítoris que lleva a sus charlas, y que usa también en esas ocasiones —y en la entrevista periodística— para mostrar por qué ese movimiento mecánico no es placentero.

De todo eso habla en sus formaciones de ESI y en las charlas más informales de los bares. “En mis charlas con las profes y adultas, dentro de la formación en ESI, yo me permito hablar de estas cosas y siempre las animo a revisar nuestra propia sexosofía, y me ocupo de aportar conocimientos para que también se lleven insumos para pensarse en su entorno, en sus vínculos”.

¿Qué hizo la diferencia? “Poder hablar del deseo, del disfrute, del erotismo, de las posturas sexuales, de lo poliamoroso, de todo lo que tiene que ver, quizás, con un ámbito más sexológico, pero que con las personas lo puedo hablar en el contexto en que ellas mismas —y digo ellas porque la mayoría son mujeres en la docencia— puedan revisar todo esto que les aporta una ventana que nunca han podido abrir con nadie”.