No podemos más que constatar, en nuestro tiempo, la extensión de la clínica de la angustia, especialmente entre los jóvenes. Hace unos años, la Asociación Americana de Psicología elaboró un informe sobre la salud mental y el cambio climático. En él, un psiquiatra de Nevada describe a un joven paciente que recoge toda la basura de camino a la escuela, u otro, "aterrorizado de que el calentamiento global lo envenene debido a la proliferación de toxinas, que había desarrollado un meticuloso programa nocturno para estar listo para lidiar con este problema". La angustia no se tiene en cuenta sino como la consecuencia del impacto traumático del cambio climático.
Los callejones sin salida ecológicos y la crisis de la democracia tienden a hacer que nuestro mundo parezca cada vez más angustioso, incluso "in-mundo". Pero eso sin contar con el hecho de que nunca ha habido una buena manera en el mundo, que nunca ha salido bien. "Es verdad", nos dice Lacan, "que hay cosas horribles y devoradoras a nuestro alrededor [...]. Pero esto es sólo porque hay gente que se deja engullir"; "Mi respuesta a todo esto es que el hombre siempre ha sido capaz de adaptarse al mal. La única realidad que podemos concebir, a la que tenemos acceso, es precisamente ésta, y tendremos que darle una razón: dar sentido a las cosas [...]. De lo contrario, el hombre no tendría angustia".
Los profesionales que intervienen en las instituciones FIPA, porque no rehúyen lo que no va bien en el mundo, pueden, a través de sus intervenciones, ir contra el efecto de la masificación, la extensión, el contagio imaginario de la ansiedad restaurando su estatus de "señal [...] de lo real" y, por lo tanto, de brújula subjetiva.
Freud se refería a la angustia como un peligro pulsional interno en relación con la separación del objeto. Lacan, por el contrario, lo situará ligado a la "inminencia" del objeto, uniéndose así a la idea inicial de Freud sobre la transformación directa de la libido en angustia. La angustia es el afecto que señala la presencia de una libido invasiva y paralizante. Pero, frente al sujeto que quisiera rechazar todo lo que le angustia externamente, situar lo inmundo sólo en el mundo, el desafío es permitir que la causa -al menos en parte- le sea restituida internamente, del lado de lo que es opaco en su propio síntoma.
Esto puede permitirle salir de la fijación de la libido en lo que Jacques-Alain Miller describió como "una angustia laberíntica, sin límites, en la que el sujeto se condena a recorrer el círculo infernal que le impide actuar". El desangustiamiento así obtenido "se abre a las transformaciones de la angustia, a la transferencia de la certeza que oculta al acto que sólo ella es capaz de autorizar". Las transformaciones de la angustia inducen un cambio en la posición del sujeto, permitiéndole comprometerse de una manera diferente, en un contexto de lo imposible y ya no de impotencia.
*Publicado en el Blog Psicoanálisis Lacaniano. 24/06/2025