El senador por el departamento Cachi, Walter Wayar, recurrió recientemente a la memoria histórica para exhibir la persecución que deben soportar los líderes, y las lideresas, que no se ajustan a los requerimientos del poder económico, que en el país hubo siempre, desde que se constituyeron las colonias y empezaron a comerciar. 

Wayar recordó la figura del general Martín Miguel de Güemes, que fue también un destacado político, como lo fueron José de San Martín y Manuel Belgrano, con quienes compartió el proyecto independentista, que era mucho más amplio que la liberación de la corona española.

Como habría de ocurrir más adelante en el país, como gobernador de Salta Güemes tuvo que soportar un golpe de Estado, llevado a cabo por las clases pudientes de la ciudad de Salta, que no compartían el ideario independentista, cuyas luchas limitaban el comercio. 

El 24 de mayo de 1821 la elite salteña aprovechó la ausencia de Güemes para llevar a cabo la llamada "Revolución del Comercio", el Cabildo destituyó al gobernador. Los golpistas publicaron entonces una proclama en la que intentaron descalificar al héroe gaucho, "general de un ejército imaginario", dijeron. 

Para hablar de la actualidad de la política nacional, con la ex presidenta Cristina Fernández de Kirchner detenida y reiteradamente insultada, Wayar leyó parte de esa proclama en el pleno del Senado de Salta, el pasado 26 de junio, mes güemesiano. "Transformado en Deidad Superior a los de su especie, empuñó el cetro de hierro más duro que cuantos tuvieron los Calígula, los Nerones y demás tiranos de la historia. Desde su colocación en el gobierno, sus primeros empeños fueron perpetuarse en él, engañar a la muchedumbre, alucinarla con expresiones dulces sin sustancia, imitarla en sus modales (...); fomentar los vicios, deprimir la virtud", repasó.

Si no se advirtiera antes que hablaban de Güemes, se podría pensar que esas palabras fueron dirigidas a Yrigoyen, Perón, Néstor Kirchner o a Cristina, señaló. “Y nos quieren hacer creer que la grieta empezó con Perón, que ahí se dividió la Argentina, que de ahí vienen los problemas y la corrupción”, siguió el legislador cacheño. 

“¿Cuál era el pecado de Güemes para que lo trataran así las elites? Que Güemes, antes de Yrigoyen, antes que Perón, antes que cualquier político, decía que los hombres debían ser todos iguales, que los indios, los mestizos y los criollos tenían que tener igualdad ante los demás, que todos los seres humanos hijos de Dios teníamos los mismos derechos. Él ya luchaba por los derechos de los gauchos y de los criollos, de los mestizos. Y le exigía a los que más tenían poner más recursos para sostener las fuerzas populares que defendían la patria", recordó. 

Y decirle a la gente de trabajo que analice y defienda sus derechos, que se pare como iguales, son para las clases dominantes, "palabras dulces sin sustento". “Tener derecho al descanso, tener derechos a una vida digna, era fomentar vicios", era "debilitar la virtud”.

Los paralelismos entre aquellos primeros años de la patria con la época actual abundan. En aquella proclama del 24 de mayo de 1821 los comerciantes llamaban "ilusos" a quienes habían elegido gobernador a Güemes, decían que él y quienes lo acompañaban "sedujeron a los incautos y (los) oprimieron". Y acusaban al gobernador de despreciar "al honrado ciudadano", de "quitarle sus bienes hasta arruinarlo y constituirlo en la miseria". 

Afirmaban que el héroe dilapidaba los fondos públicos, se apropiaba de ellos, es más, lo acusaban de lo que ellos mismos hacían: de acrecentar sus arcas "con el comercio exclusivo que escandalosamente ha sostenido con el enemigo", a la par que oprimía "al vecindario con frecuentes y gravosas contribuciones, aplicadas a sólo su beneficio". Frente a eso llevaban tranquilidad tras el golpe: "su ruina está escrita", decían sobre el "tirano" Güemes.

Pero aquel golpe se frustró porque la popularidad de Güemes era tal que le bastó con regresar a Salta para restituir la institucionalidad.

Un héroe ideologizado

Güemes no era solo el héroe gaucho edulcorado que se gusta recordar en los actos oficiales. Era un estratega militar y político. Profundamente ideologizado (en los términos actuales), buscaba la independencia de los españoles como el medio para poner en práctica un nuevo proyecto político. Ese pensamiento lo enfrentaba no solo con los realistas sino también con la dirigencia conservadora de Buenos Aires y la clase pudiente de la provincia.

En su defensa de la frontera norte, imprescindible para que San Martín pudiera llevar adelante el proyecto emancipador a través de la Cordillera de los Andes, el general gobernador debió soportar el retaceo de ayuda de Buenos Aires y el odio de la oligarquía local, que resentía el cobro de impuestos, las dificultades para continuar comerciando con los realistas y la liberación de los peones, que habían dejado esa condición para convertirse en gauchos, integrar las milicias y, como tales, obtener ciertos beneficios, como el fuero militar. Este era tal vez el reconocimiento más insultante: mientras estuvieran bajo bandera los humildes estaban exceptuados de pagar arriendo a sus patrones. Esta medida dejó a los finqueros sin mano de obra esclava.

En el artículo "Güemes y el derecho a la revolución", que es parte de la colección "El legado de Martín Miguel de Güemes", Javier Azzali plantea que el hostigamiento a Güemes "fue parte de la política de los sectores más poderosos económicamente, para aislar a San Martín y frustrar su proyecto de unidad sudamericana y evitar cualquier desborde del orden social. Güemes fue así un protagonista significativo de las luchas por la emancipación, desde una perspectiva democrática y popular".

Siguiendo a Jorge Spilimbergo, el autor señala que Güemes fue haciendo un recorrido de la guerra nacional a la guerra social. “La lógica interna de esa lucha, al exigir crecientes sacrificios en hombres, equipos y dinero, impuso a Güemes, surgido de la clase dominante salteña, una creciente radicalización de su política”, dice Spilimbergo.

El héroe gaucho, respetado por sus enemigos externos que le reconocían su valor y su capacidad militar, igual que lo reconocían San Martín y Belgrano, era odiado por un sector de la ciudadanía del país naciente. Los documentos históricos muestran que el héroe estaba convencido de que debía batallar con estos enemigos internos. 

En mayo de 1821, tras posicionarse nuevamente en la gobernación pronunció un discurso frente a sus soldados que explicitaba su posicionamiento político, por si no bastara la práctica: “Por estar a vuestro lado me odian los decentes; por sacarles cuatro reales para que vosotros defendáis su propia libertad dando la vida por la patria. Y os odian a vosotros, porque, os ven resueltos a no ser más humillados y esclavizados por ellos. Todos somos libres, tenemos iguales derechos, como hijos de la misma patria que hemos arrancado del yugo español. ¡Soldados de la patria, ha llegado el momento de que seáis libres y de que caigan para siempre vuestros opresores!”

Como es sabido, los comerciantes siguieron confabulando, hasta que lograron dar muerte al "monstruo", como también lo mentaban, en junio de ese mismo año. “Muere emboscado, no por los realistas, por la elite que lo había destituido con el Cabildo", recordó Wayar. 

En su obra "Güemes documentado", Luis Güemes, descendiente del héroe, revela que los comerciantes de Salta hicieron una vaquita de cinco mil pesos para que el también comerciante Mariano Benítez alcanzara a José María “Barbarucho” Valdez y lo ayudara a matar a Güemes. Valdez estaba a las órdenes del general Pedro Antonio Olañeta, jefe del Ejército Realista del Alto Perú. 

Con la caída de Güemes, que por seis años había resistido las invasiones realistas, la gobernación pasó a manos de los españoles en solo trece días y los comerciantes residentes en Salta pudieron seguir haciendo lo suyo.

Güemes los conocía: “Neutrales y egoístas: vosotros sois mucho más criminales que los enemigos declarados, como verdugos dispuestos a servir al vencedor de esta lid. Sois unos fiscales encapados y unos zorros pérfidos en quienes se ve extinguida la caridad, la religión, el honor y la luz de la Justicia”, los había descripto en una proclama del 23 de febrero de 1815, cuando acababa de llegar a Salta acompañado por su Cuerpo Militar de los Paisanos de la Campaña, nombre que por sí mismo implicaba una afrenta para las clases sociales dominantes.

Esa elite, añadió Wayar, es de la misma clase que después calumnió a Yrigoyen, a Perón, a Néstor y hoy, a Cristina. "Antes utilizaban los Cabildos, el poder de los de la elite para definir las políticas”, porque “unos cuantos de la elite querían seguir siendo colonia española” y “otros querían seguir siendo colonia inglesa. Y los San Martín, los Belgrano y los Güemes querían tener una patria libre y soberana, independiente, en una Latinoamérica libre a independiente. Y les costaban estas calumnias". Por eso mismo San Martín tuvo que exiliarse, Belgrano murió en la pobreza y Güemes fue asesinado, rememoró.

“Hoy ya no son los Cabildos, hoy ya no son los militares con los golpes y las armas, las muertes y las desapariciones. Hoy a esos Cabildos y a los golpes militares los reemplaza la Justicia y sobre todo la Corte Suprema de Justicia nacional”, sostuvo Wayar. Y consideró que es hora de que se debata en el país "qué justicia queremos y para eso vamos a tener que buscar reformar la Constitución y ver claramente cuál es el mejor sistema para elegir hombres y mujeres probos en la justicia" porque "hoy con esta Corte vergonzante, justicia no hay”.