En las salas del Paseo del Buen Pastor, ubicadas en la zona céntrica de la ciudad de Córdoba, se presenta “Alberto Delmonte, tras la huella constructiva”, una exposición que reúne pinturas y esculturas del período abstracto de este artista. Son obras en las que se reconoce una imagen de raigambre americana acentuada por símbolos y una paleta que evoca los ideales predicados por el arte constructivo de Joaquín Torres García.
A partir de las enseñanzas de Marcos Tiglio, Delmonte desarrolló un largo período de pinturas figurativas, en las que los paisajes y naturalezas muertas presentaban áreas de color separadas por trazos negros. Poco a poco, las figuras se fueron simplificando y las composiciones se fueron equilibrando mediante el uso de la sección áurea. En ese camino, las enseñanzas de Tiglio y las lecciones de Julio E. Payró –su profesor de historia del arte– fueron acercando a Delmonte al ideario torresgarciano.
Además, el círculo boquense –en el que su maestro era uno de los preferidos por los jóvenes que querían aprender a pintar– estaba impregnado por el ideario socialista de Alfredo Palacios. Delmonte y su amigo Jorge Rivara se sumaron a ese entorno y, en 1955, cuando Palacios fue nombrado Embajador de la Argentina en la República Oriental del Uruguay, viajaron a Montevideo. Desde ese momento, ambos frecuentaron las muestras de Torres García e hicieron amistad con los discípulos de su Taller, especialmente con Augusto Torres, Elsa Andrada, los hermanos Edgardo y Alceu Ribeiro, Guillermo Fernández, Juan Antonio Cavo o Carlos Llanos, entre otros.
En 1971, también junto a Rivara, fundó el Taller del Río de la Plata, donde compartieron la docencia hasta 1978. Desde 1980, Delmonte enseñó en el Taller Sur, concebido a partir de las lecciones de Torres García y de las experiencias de las vanguardias, en el que se proponía una relación horizontal entre los alumnos y el maestro, quien –dentro de la tradición del uruguayo– presentaba y compartía con sus discípulos las exposiciones enumeradas correlativamente.
En este período, las formas se habían ido alejando cada vez más de la representación de la realidad, y en 1985 presentó en la Galería Palatina su primera exposición con obras decididamente abstractas. Esa primera serie, que aún fue asociada vagamente al paisaje, sin embargo, ya marcaba una transición hacia la fuerte carga simbólica que caracterizó sus trabajos.
Conjuntamente con Julián Agosta, Adrián Dorado y Adolfo Nigro, en 1989 Delmonte integró el grupo El Ojo del Río, nombre que tomaba al río como el punto de apoyo desde el cual los artistas se disponían mirar “hacia” y “desde” América. La agrupación seguía la orientación estética de Torres García, coincidía en la importancia asignada a las culturas indoamericanas y adoptaba el gesto estratégico de inversión del mapa, con las implicancias que esa imagen encarnaba a finales de los años 80.
En línea con la práctica editorial del uruguayo, este grupo emprendió una publicación periódica que llamó El Ojo del Río. Hojas de Arte y que, desde su primer número, estuvo destinada a hacer circular el programa estético contenido, no sólo en el discurso textual, sino también en el discurso visual que cada uno de sus integrantes volcaba en la tipografía dibujada o las ilustraciones.
Hacer foco sobre la identidad cultural en los años 90 significaba indagar en las claves del pensamiento sudamericano y, frente a las actividades que se preparaban para conmemorar el V Centenario, también suponía actualizar los cuestionamientos sobre los procesos de colonización del continente. En el número 2 de las Hojas de Arte, Delmonte escribió una larga reflexión que hizo hincapié en el regreso al origen, no solo en términos temporales sino como un nuevo encuentro con lo arcaico que, convocado desde lo ritual y simbólico, abría una nueva oportunidad de reencuentro con una dimensión trascendente.
En este período, los recorridos lineales de sus obras abrevaron en la cultura visual de los pueblos originarios. Son cuadros en los que la línea se destaca por las calidades del trazo quebrado que va configurando cadenas sígnicas y, al mismo tiempo, va organizando las tensiones de la composición. Además, cargadas de simbolismo, las pinturas de esta época recibieron un tratamiento colorístico particular.
En esta muestra se exhibe una selección que incluye un grupo de obras en las que prevalecen las tierras rojizas, y otro grupo de tres pinturas de tonalidades azuladas y violetas, entre las que se destaca Figura chamánica, una obra de gran porte correspondiente al patrimonio del Museo Genaro Pérez de la Municipalidad de Córdoba, pintada en 1997 con acrílico, óleo y polvo de carburundum, material que el artista mezclaba para obtener texturas.
En la articulación entre el plano y el espacio, esta exposición presenta un diálogo entre dibujos y objetos: Homenaje al hombre universal y Construcción, son maderas ensambladas que preservan el valor sensible de esa materia y suman trazos pintados e incisos, mientras que en los dos dibujos esa trama de signos esta acentuada por el trabajo con carbonilla y óleo sobre la tela. Las vitrinas documentales exhiben revistas y fotografías que testimonian la proximidad con el entorno torresgarciano y la importancia que Delmonte otorgó al trabajo grupal y la enseñanza.
También se presenta un díptico de cuatro metros de largo, en el que se superponen planos de color y se abren amplias zonas de silencio, y un conjunto de nueve trabajos de formato cuadrado pintados por Delmonte en los últimos años de su vida, que había seleccionado para exhibir en una exposición que no llegó a concretar. Son obras surcadas por grafismos, signos, flechas, números o cruces de significación abierta que reafirman ese carácter identitario que es central en la poética constructiva de Alberto Delmonte. Este grupo de pinturas de grandes dimensiones, cuya coloración tiene reminiscencias de los textiles y cerámicas prehispánicas, se luce en las altas paredes de las salas del Complejo cultural del Buen Pastor, construido en el predio que perteneció a un asilo y cárcel de mujeres, y que en los años 2000 fue refuncionalizado a través de un proyecto supervisado por la Agencia Córdoba Cultura.
* Curadora de la exposición “Alberto Delmonte, tras la huella constructiva”, que se exhibe en el Paseo del Buen Pastor, en Avenida Hipólito Yrigoyen 325, Córdoba, hasta el 24 de agosto.