Una investigación del Instituto de Bioingeniería de Cataluña (IBEC) publicada por la revista Scientific Reports explicó uno de los mecanismos moleculares que vuelven a las bacterias resistentes a los antibióticos. El estudio, que podría ayudar al diseño de nuevos fármacos, fue realizado sobre una cepa bacteriana específica, la Pseudomonas aeruginosa, que puede causar infecciones pulmonares crónicas graves en pacientes con fibrosis quística (FC). El director del Instituto de Biología Molecular y Celular de Rosario (IBR), Alejandro Vila, explicó en diálogo con PáginaI12 que esta cepa “es uno de los patógenos que tienen más incidencia en pacientes hidroquísticos, y si bien existen muchos mecanismos, este en particular parece ser uno que se adapta a la mucosa pulmonar, la zona más sensible de estos pacientes”. “Entender las estrategias que tienen las bacterias permite generar otras para atacarlas, pero sin políticas públicas no se va poder resolver un tema como el de la resistencia a los antibióticos, que viene creciendo año a año en el mundo debido al mal uso y al uso indiscriminado de medicamentos”, advirtió el especialista. 

El estudio del grupo de investigación sobre infecciones bacterianas y terapias antimicrobianas del IBEC, liderado por el doctor Eduard Torrents, demuestra cómo las bacterias responden a condiciones adversas, como cuando están sometidas a tratamientos farmacológicos.

Estudiando la regulación de la Pseudomona aeruginosa bajo condiciones estresantes, los investigadores descubrieron que uno de los sistemas reguladores globales, AlgZR, también controla cómo se modula la síntesis de ADN, permitiendo a las bacterias reaccionar ante estas condiciones. Para Torrents, “esta respuesta también podría explicar cómo las bacterias reaccionan o se adaptan a otras situaciones estresantes, como al hecho de ser atacadas por antibióticos”. “En la mayoría de las especies bacterianas, existen sistemas de dos componentes similares a AlgZR, por lo que se llevará a cabo más experimentos para evaluar si estos resultados son extensibles a otras especies bacterianas”, detalló.

La doctora Andrea Smania, investigadora del Centro de Investigaciones en Química Biológica de Córdoba (Ciquibic), dependiente del Conicet, sostuvo que el estudio es “sumamente interesante”, y explicó que “toma al tratamiento como un factor para estresar a la bacteria –estos pacientes reciben mucho tratamiento antibiótico y, además, el sistema inmune del hospedador bombardea con agentes oxidantes que estresan a la bacteria–, lo que desencadenaría la cascada regulatoria que estudian. Y encuentran una asociación molecular interesante entre el estrés y la expresión de ciertas encimas que van a participar de los bloquecito del ADN. El estudio plantea como hipótesis extrapolarlo a otras bacterias donde hay reguladores análogos”.

El descubrimiento de los antibióticos fue uno de los grandes aportes de la ciencia para mejorar la salud de la población mundial y, hasta no hace mucho tiempo, la producción de un nuevo antibiótico resolvía los problemas de resistencia. Pero esta situación ha cambiado drásticamente. Según las  Organización Mundial de la Salud (OMS), para 2050, de no revertirse la tendencia, la principal causa de muerte serán las infecciones bacterianas.

Vila explicó que “hay una generación nueva de bacterias cada 20 minutos, en una hora son tres generaciones, y mutan constantemente. El uso indiscriminado y el uso incorrecto de los antibióticos selecciona darwinianamente las más resistentes. Es una maratón versus una carrera: en una carrera llegan los que corren más rápido, y las bacterias corren más rápido que nosotros. El escenario es para alarmarse”, sostuvo el investigador. “Por eso es necesario concientizar sobre el uso: No utilizar los antibióticos para combatir infecciones virales, no interrumpir la toma cuando esta prescripto, y tomarlos hasta el final para erradicar la bacteria. Y entender que la toma irresponsable es un daño a la comunidad”, añadió.

Según Vila, de la producción de antibióticos en el mundo, las tres cuartas partes se utilizan para animales de consumo humano, de forma preventiva y para estimular el crecimiento (en la Unión Europea está prohibido), el resto es para uso humano. La mitad de lo que se usa para la salud humana es consumido bajo la forma de automedicación.