Al final de la tormenta, quedaremos nuevamente nosotros: los argentinos. Los de la luna de Avellaneda, los giles de la odisea, los de la fábrica de botiquines. En cambio, “los Arteche”, los de la plata dulce, quienes reniegan de Belgrano y San Martín, como siempre lo han hecho, estarán en otro lugar, disfrutando de algún cóctel. No es profecía, es la memoria del sistema.

La vida social es, en algún modo, un juego de engranajes respecto de cómo nos entendemos intersubjetivamente y de cómo interdependemos materialmente unos de otros. Nada pasa aisladamente, todo se conforma simultáneamente. Hay que hacer el esfuerzo de pensar de manera sistémica, plástica.

Por eso tenemos derecho, y tal vez obligación, de preguntarnos por qué, siempre que el déficit de la balanza de pagos se agrava, la industria nacional se desmantela, la desocupación aumenta, entran en crisis las instituciones del Estado profundo, esas que no se negocian políticamente, como el INTI, el Conicet o las universidades públicas, entre muchas otras. Justamente porque en esos organismos descentralizados, autárquicos y de alta especialización profesional se encuentra la memoria del sistema, reside la capacidad de reproducción de la identidad intersubjetiva de la Argentina que queremos ser: el sueño de la patria próspera.

Si se achica el PBI, habrá menos recaudación impositiva y, por tanto, al poco tiempo, más presión para bajar el déficit fiscal de ese nuevo PBI más pequeño, una especie de autofagia social. Podemos tomar al economista que queramos y todos tendrán más o menos los mismos casilleros para completar la fórmula del PBI, o Demanda Agregada (DA), la suma de cuatro cuentas: Consumo (C) + Gasto Público (G) + Exportaciones Netas (X) + Inversión (I).

Arranquemos por (C) + (G), es decir, dentro de casa. En 2024, la industria cayó un 9,2 por ciento, la construcción un 17, y cerraron 10.800 pymes. Al mismo tiempo, el desempleo pasó del 5,7 al 7,9 por ciento. En Bicontinentar hemos aportado tristemente a esa estadística con poco más de 600 personas, mientras aún luchamos por terminar de cancelar las últimas 160 indemnizaciones, sin ventas y con la cadena de pagos rota. Y allí cómo siempre, la política se divide entre médicos de la sala de emergencias y sepultureros. No hay más bienes de mejor calidad a mejor precio; hay menos bienes (de producción extranjera) a igual precio o superior. La torta de bienes es más chica, pero más costosa.

En esta dinámica, en lugar de financiar la movilidad social ascendente de los argentinos en Chivilcoy, Coronel Suárez, Lanús o Las Flores, financiamos la movilidad social de vietnamitas y chinos. Ya no se trata de primarización de la economía porque la ganadería está mal y el campo cerealero también, sino de financiarización. Las ganancias operativas son bajas o negativas en la economía real, mientras que las ganancias netas por negocios financieros mejoran enormemente los resultados.

Si no, pregúntennos a quienes decidimos producir y en tan sólo 18 meses no llegamos a cubrir el giro operativo mensual. ¿Qué decir del gasto (inversión) público (G)? Basta con mirar la obra pública paralizada, el estado de las rutas e infraestructuras, y su correlato en los 180.000 despidos en la construcción y en la caída del 23,9 por ciento del despacho de cemento en 2024 respecto del año anterior.

Sigamos con (X) + (I), nuestra relación con el mundo. En 2025, el arribo de contenedores de importación creció un 59,7 por ciento contra un 46,8 de las exportaciones. Ese termómetro de “cajas” no nos habla de su contenido ni del valor agregado. El valor agregado nacional de esas exportaciones cayó un 5,1 por ciento en lo que va del año. Y aquí no se trata de si es mejor exportar manufacturas de origen industrial o manufacturas de origen primario. Necesitamos más de todas, porque la liquidación de la cosecha gruesa no fue buena. Las exportaciones cayeron, en términos comparativos, un 7,4 por ciento, y las importaciones subieron un 29,4. Si hilamos más fino, veremos que las importaciones, solo en el primer trimestre, representaron un 32 por ciento del PBI: el valor más alto de los últimos 135 años.

Si vamos a la inversión, también vemos algo que debe ser tenido en cuenta: por primera vez desde 2003, la inversión extranjera directa fue negativa en 1.679 millones de dólares. Se fueron casi unos ocho mínimos de RIGI en solo un trimestre. No es mucho, pero es algo nuevo y alarmante.

En todo este contexto, los datos inapelables reflejan que la cuenta corriente dio déficit por USD 5.200 millones, que los egresos por turismo y tarjetas por 4.500 millones de dólares se suman a la formación de activos externos por 5.247 millones. La foto se completa con la deuda pública, que era de 144 mil millones de dólares en 2001, de 100 mil millones en 2015, de 221 mil millones en 2019 y que hoy, con datos a mayo de 2025, es de 254 mil millones. Siempre en dólares. Tal vez sea esto lo que observa el JP Morgan. Así son los engranajes, no es generación espontánea, cuando hay superávit comercial y crecimiento del consumo interno de los bienes de producción nacional, desde carne hasta zapatillas o heladeras, la gente vive mejor. 

No es magia ni milagro económico. La economía respira. Por eso es imprescindible rearmar una estrategia nacional de desarrollo basada en ciencia, tecnología y producción. Argentina tiene la memoria institucional y las capacidades técnicas: INTI, INTA, Conicet, Invap, Conae, Conea, ISEN. Una red no de siglas, sino de instituciones guardianas de políticas de Estado, muchas veces ignorada, que guarda el largo plazo. Con paciencia, deberemos hacer el esfuerzo de revincularnos, de volver a dialogar. Habrá que cerrar apresuradamente los duelos y las pérdidas, olvidar las chicanas que enchastran y reconstruir sin pausa la tierra arrasada. 

Cuidar al INTI es cuidar la reconstrucción de la industria, es conservar los criterios técnicos para ponerle un freno a la importación de bienes basura (y hasta peligrosos), es contar con el músculo suficiente para enfrentar los impensados desafíos que nos impondrán la automatización y la inteligencia artificial a un país que ni siquiera está ya primarizado. Zapatero a tu zapato… pero sin zapatillas no hay satélites. Vayamos por una praxis del bienestar general, que es lo contrario del malestar general.

(*) CEO de Bicontinentar