Eduardo Galeano escribió cierta vez: ¿Qué tal si deliramos por un ratito?, ¿Qué tal si clavamos los ojos más allá de la infamia para adivinar otro mundo posible? El poema se llama “El derecho al delirio”, y parece que al escribirlo Galeano hubiera buscado inspiración en un compatriota: José “Pepe” Mujica. Pocas personas en nuestro tiempo ejercieron con tanto fervor como Pepe la libertad de ensoñación, el derecho al delirio, el anhelo de la utopía. Mujica no dejó de soñar ni un único día de los catorce años que estuvo preso. Sabemos que las rejas de una cárcel política están hechas para aprisionar a hombres y mujeres, pero sobre todo para encarcelar sus ideas y sus quimeras. Preso, Pepe insistió en mirar más allá de la infamia de los regímenes autoritarios de nuestra América Latina, con el constante desafío de imaginar otro mundo posible. Libre, ayudó a plantar en nuestro continente la semilla de ese mundo de justicia, libertad e igualdad al que siempre aspiramos.
Tuve la felicidad y el honor de recibir a muchos visitantes a lo largo de los 580 días que pasé confinado como preso político, en una condena judicial sentenciada para impedir mi postulación como candidato del Partido de los Trabajadores en las últimas elecciones presidenciales de Brasil. La visita de Pepe Mujica es una de las que guardo con más cariño en mi memoria. Exiliado del pueblo brasileño, en aquel momento yo estaba delante no solo de un viejo amigo y compañero, sino también de un símbolo de la lucha política que, a sus 84 años de edad, era capaz de encantar y movilizar a la juventud alrededor del mundo.
El libro que ustedes tienen en sus manos es una de las mejores síntesis de la vida de Pepe Mujica. Un relato en primera persona, que Nicolás Trotta acompaña y conduce sin esconder su fascinación por el personaje. Pepe es una figura excepcional. Generoso, solidario, valiente. Su vida estuvo marcada por desafíos que superó, volviéndose una persona mejor, lo que para él es la precondición imprescindible para ser un mejor dirigente. Una vida de batallas y victorias, sacrificios y derrotas, coherencia y obstinación en la lucha por la conquista de la democracia y la justicia social. Mujica cuenta en estas páginas sus inicios en la militancia, su participación en la lucha armada, la vida al lado de su amada Lucía, los largos años de prisión, el silencio de la cárcel, donde enfrentó la tortura y la soledad. “Buena parte de lo que pienso hoy fue amasado en la soledad de los calabozos. La adversidad puede destruirte, pero, si no te destruye, te deja cosas”, cuenta en este relato al mismo tiempo íntimo y plural, personal y universal, que permite comprender y acompañar el recorrido del líder uruguayo que ayudó a cambiar la historia de nuestro continente.
La alianza de diversidades e identidades políticas progresistas, populares y antiimperialistas que confluyeron en la construcción del Frente Amplio que gobernó Uruguay por quince años se volvió referencia para la izquierda de América Latina y del mundo. Las diferencias entre Brasil y Uruguay son enormes. Pero la visión política del Pepe y la mía confluyen en el mismo horizonte: la revolución democrática pasa por ampliar derechos, por construir oportunidades e implementar políticas que cambien las condiciones de exclusión y abandono en que vive la mayoría de nuestros pueblos. Esta gran revolución democrática consiste en transformar la estructura de privilegios que imponen las oligarquías. Esa fue la principal marca de los gobiernos de Pepe Mujica y Tabaré Vázquez en Uruguay, de Hugo Chávez en Venezuela, de Néstor y Cristina Kirchner en Argentina, de Evo Morales en Bolivia, de Fernando Lugo en Paraguay, de Rafael Correa en Ecuador. Fue también la marca de mi gobierno y del gobierno de Dilma Rousseff en Brasil. También es la marca del gobierno de Alberto Fernández en la Argentina, después del desastre neoliberal de Mauricio Macri.
Más allá del relato de una vida de compromisos y luchas, este libro es también una fuente de aprendizajes imprescindibles para comprender cómo llegamos hasta aquí en la región más desigual del planeta. Y sobre lo que debemos hacer para renovar y actualizar los desafíos que los progresistas enfrentan en el mundo. En febrero, cuando en Río de Janeiro festejábamos los 40 años del Partido de los Trabajadores, Pepe entusiasmó a los jóvenes presentes en el acto. Les explicó que, sin la política, nuestras sociedades serían dominadas por la lucha de todos contra todos, por el egoísmo y por la indiferencia ante el sufrimiento humano. “Desde el punto de vista de los que luchamos por la igualdad, la política es una pasión, el compromiso de aprender a vivir como vive el pueblo, no como vive una minoría de privilegiados. La política democrática nos enseña que nadie es más que nadie”, afirmó en aquella oportunidad. Una lección recorre este libro, desde la primera hasta la última página. Cuando Pepe dice que hay personas que dejaron de luchar y otras que se limitan a recordar permanentemente lo que vivieron, Nicolás Trotta le pregunta:
-¿Y qué posición asumiste?
-Yo seguí militando.
-¿Y ahora qué vas a hacer?
-Seguir militando.