La industria de la papelería escolar siempre respondió en su bautizo al acto consagratorio. Después de la suntuosa marca del primer presidente de la Patria, todas las conocidas son una variación para referirse al hecho de cumplir con una misión, alcanzar el cometido. Cargar con un cuaderno a cuestas sostenía una narrativa de buenos augurios para los y las alumnas del aprendizaje argentino, imperativo y sin medias tintas. De adultos, se nos vuelven funcionales. Pero con la pérdida de popularidad de la escritura analógica, el cuaderno se ha vuelto prácticamente un objeto de culto. La intimidad entre el escrito y quien lo inventa no es compartible, no importa cuánto espiemos.
La historia de Cuadernos del triunfo empieza con un hallazgo real. Tomás Masariche encuentra unos cuadernos en su casa familiar, cuyo dueño, en principio, desconoce. Luego de considerables páginas en blanco, da con unos escritos lúgubres que le quitan el sueño y todo interés ajeno a esta aparición. A partir de allí su protagonista, en manos de Almudena González, intentará encontrar respuestas. ¿Para qué estamos en este mundo? ¿Por qué seguir intentando? La expresión "un canto a la vida" suena cursi y de otro tiempo. Aunque el director da unos pasos hacia atrás para traer ahora algo de la forma de antes. Un movimiento de cursiva larga, de trazos que se extienden para expandir lo que se siente. Cuando finalmente descubre a quién pertenecen, se desarrolla entonces la segunda parte. "El texto inicial era mucho más deforme, pero como termina apareciendo mi nombre acabó siendo una autoficción no elegida", cuenta su autor.
Luego de su primera prueba de vida en la Imprenta Chilavert, en noviembre de 2024, el ritual vuelve a revelarse en una antigua panadería semi derruida que –esto lo supieron cuando ya estaban ensayando– se conocía como El Triunfo. Créase o no. Esta versión concentrada fue posible gracias al Premio Nuevo Teatro de Impacto Finnegans 2024 y tendrá funciones los días 26, 27, 28 y 31/7 a las 20.30 en En Obra, Jufré 653.
Almudena Gonzalez interpreta a Teresa y tendrá todo bajo control, así en su potencia arriesgue hasta la flexibilidad de sus rodillas. Con un movimiento de gafas, capucha o silla puede hacer el click que permite atravesar los envoltorios del ritual. La actriz consigue hacer que su monólogo se emita con la espontaneidad de un karaoke vespertino. Una caligrafía en desuso se rescata en forma de intriga juvenil, ya no importa respetar el espacio de las líneas.
El artilugio de este proyecto quizás tenga dos recursos: el primero, el construido por un grupo humano que inventa en su técnica un cuidado hacia lo frágil, y consigue inventar su propio tiempo. El segundo concentrado en la fe hacia el detalle, detalles que pueden ser o no físicos. Un par de botitas celestes son suficientes para personificar la impaciencia maternal con el mero ritmo de sus tacos, allí el personaje de la joven Almudena (podrán recordarla en su tenaz protagónico en El viento que arrasa) será nuestra guía por una obra que huye de los convencionalismos pedagógicos, y en lugar de enseñarnos, nos propone más dudas.
No es novedad la dinámica ejercida en la obra si recordamos de dónde viene su director. Es que los últimos trabajos del dramaturgo contienen negociaciones de afecto. En 2023 dirigió a Iván Hochman para Yo también me llamo Hokusai y antes se había agenciado una usina de amigues para Breve Enciclopedia sobre la Amistad, que sigue en cartel, los viernes en Planta Inclan. Ahora, para Cuadernos del triunfo hurga en los archivos de su familia biológica mientras la factoría de secuaces ayuda tras y no tan tras bambalinas. Podría decirse que la amistad es su marca de autor.
"Intento que las obras tengan un sentido para mí y hacerlas más allá de todo, porque lo que estoy entendiendo en estos años de trabajo es que cuando se hace una obra después quedás atrapado para siempre, y si no hay algo concreto como la amistad es muy difícil sostenerlo, porque a veces la redituabilidad económica no es tal, la energía no es tal o el público no acompaña. Hay muchos motivos para no hacer obras, entonces me parece muy importante tener uno fundamental. La amistad que tengo con Almudena me genera mucha vitalidad y sentí que quería hacer una obra para pasar más tiempo juntos. En esa misma línea se sumó María, una de las productoras, después Maga, Lucu y Viki, con quienes ya venía laburando y por último Cata y Ali, a quienes no conocía tanto pero se incorporaron con la misma dinámica", explica.
Desde febrero de 2025, el equipo involucrado se radicalizó como colectivo, comenzó a llamarse Proyecto Anónima (otro exacto nombre para endulzar el misterio) y a hilvanar las posibilidades entre dramaturgia, archivo y video en vivo. En esta puesta, Almudena es acompañada por Alicia Apezteguia, Milagro de Catamarca y Carmen Baliero. El equipo fuera de escena –una vez inmersos entenderemos que ese fuera no es tal– cuenta además con Santiago Badillo del Cerro, Maga Clavijo, Merlina Molina Castaño, Matías Blanco, Catalina Napolitano y Viki Masariche.
Cuando encontramos algo extraño e inesperado, sentimos la necesidad de buscarle misticismo. Muchas veces ese ejercicio es una manera de favorecernos, haciendo de las señales una ventaja, señales que aparecen por arte de la sugestión. El cuaderno que encuentra Teresa no goza de los lujos del destino; los secretos serán su nafta y el silencio su mayor impulso.
- ¿De dónde surge la idea de presentarla como prueba de vida?
- Pensaba mucho en ese concepto. La idea de hacerlo en espacios no convencionales tiene que ver con la intención de darle vida a lugares que no son teatros, como fue en la imprenta, ¿qué pasa con esa otra vida nocturna que tiene la imprenta? o ¿qué pasa con este espacio en obra que nunca tuvo una obra de teatro? O con los espectadores cuando entran a un lugar por primera vez, eso me interesa muchísimo, ¿qué pasa con las emociones? No es lo mismo entrar a un teatro al que ya fuiste muchas veces, que a un lugar al que no conocés. Aunque no te pase nada, es distinto. Me gusta mucho invitar a esa experiencia, la posibilidad de generar una sensación más primaria desde lo vital. ¿Qué es lo vital? Es la gran pregunta de la obra, como dice el texto, no es estar alegre y bailar, sino quizás es otra cosa, más relacionado con lo verdadero. Mi gesto vital es hacer una obra. En la actuación, ¿cómo el personaje puede alojar muchas vidas? La autora de los diarios mostraba casi como único gesto vital el cuidado de sus gatos, por eso es que decido que el dispositivo tenga siete vidas. Esas múltiples vidas en una misma es la que está estructurando todo el proyecto.
Que esta segunda instancia haya tenido como resultado la conformación de un colectivo de trabajo salta a la vista. Su necesidad explica la confianza por lo grupal y la delicadeza de las decisiones estéticas. Pero no sólo lo estético que se mira, sino también lo que se imagina. La fantasía aquí construida es onomástica, de colores y de palabras rescatadas.
En la aventura del sentido, Teresa dialogará con su profesora de cuarto grado, Alba. Alba es el instante en el que empieza algo nuevo. Su blancura se roza con el otro tono de las primeras veces, el celeste. Un color de habitaciones infantiles, de días sin nubes venideras, el mismo que llevan Alicia Apezteguia (responsable de la cámara en vivo) y Teresa en sus uñas, el del rayito brillante en su sobretodo. El de la carátula del cuaderno encontrado y el de la bandera que nos identifica. El engaño del nuevo día cada vez que se empieza una nueva página y se coloca la fecha, el engaño establecido del pronóstico meteorológico. O el de la ropa recién planchada.
La acústica de la estructura del viejo horno, una suerte de ventana que parecería haber estado esperándolos, consigue robustecer la voz de Carmen Baliero. Compositora de música experimental y popular, actualmente en la dirección de Cristina Banegas para Molly Bloom. Guitarra en mano, sus canciones componen una trastienda radiante, que, como ninguna de las escenas que hacen Cuadernos del triunfo, está al margen. Su nueva forma se permite ser más graciosa que su antecesora y gozará del beneficio de su falta de convencionalidad espacial: sabemos que las obras de teatro son irrepetibles por el sólo hecho de ser llevadas adelante por seres humanos, pero aquí además jugarán intérpretes sobre los que no se tiene control, como el viento que entre por el techo o la dimensión de las estrellas. Características únicas sólo conducen a una pieza única. En estos meses de trabajo se percibe un análisis constante encima de los textos encontrados, esos párrafos confesionales y poéticos, íntimos pero sentenciosos. El dolor del presente se entremezcla con el augurio de un tal vez: "Vivir no es solo respirar, es amar con un sentido".
La obra es tan cálida que por momentos podría creerse que esa pared de ladrillos incompletos que hace las veces de telón y donde supieron hornearse delicias varias es capaz de transmitir abrigo. La ternura se deschava a cada momento, atolondrada como tachón de niño que aún duda de las reglas ortográficas. No importa en qué año se sitúe la narrativa, consigue hacernos recordar cuando dentro de un taxi la única distracción era mirar el paisaje por la ventanilla. El cuento de Cuadernos del triunfo se cuenta con expresiones que ya no se escuchan: "a todas luces", “añoranza”, "no había reparado", "ofrenda". Palabras que se sienten con firulete, que son de la familia cursiva. La ofrenda será un símbolo recurrente pero, mientras en el imaginario se asocia con el presente para los muertos, el material aquí revelado es de una que nos hacen ellos a nosotros. Una ofrenda que de tan simple espabila, al igual que la recomendación que su ex maestra le brinda a Teresa en su programa, El porvenir de Alba.