Desde Lima

Enfrentado a un proceso relámpago de destitución –que ha durado una semana desde que se presentó la acusación hasta la decisión final– al presidente Pedro Pablo Kuczynski le llegó la hora de la verdad. El mandatario está acusado de favorecerse con las relaciones de una empresa suya con Odebrecht cuando era ministro hace más de una década y mentir para ocultar esa vinculación. Al momento del cierre de esta edición, continuaba el debate en el Congreso. El resultado era incierto. Se esperaba una votación muy ajustada, un final de angustia. Los cálculos, que se fueron moviendo durante todo el día, subiendo y bajando para uno y otro lado, ponían los votos a favor de la destitución del presidente muy cerca de los 87 votos que se necesitan, un poco arriba, un poco bajo. No era seguro que se llegará a la cifra decisiva. Con 71 votos seguros del fujimorismo por la destitución, en un momento unos hablaban de 89 votos en ese sentido, después se afirmaba que solamente llegaban a 85, y así los números se fueron moviendo durante todo el día. La ambigüedad en el discurso de muchos congresistas no permitía adelantar la orientación de su voto. Había discrepancias y divisiones internas en varias bancadas.

Si hasta el miércoles la suerte del presidente parecía echada, en el último momento las cosas comenzaron a moverse algo a su favor. Las denuncias de un plan fujimorista         –evidenciado en sus movidas desde la mayoría parlamentaria para copar la fiscalía que los investiga y el Tribunal Constitucional– de copar las instituciones, comenzando con el aparato de justicia, y asegurar impunidad propia ante el avance de las investigaciones judiciales que comprometen a su jefa Keiko Fujimori con denuncias de un financiamiento oculto de Odebrecht a su campaña electoral y lavado de dinero, comenzó a jugar a favor del presidente para restarle apoyo a un pedido de destitución presidencial promovido por el fujimorismo y que es visto por distintos sectores políticos y sociales como parte de un plan de copamiento del poder. Todavía está por verse si estas movidas y cambios de último momento le alcanzarán al presidente para lograr el milagro de la salvación en el último momento.

Sentado en la mesa de la directiva del Congreso, el presidente Kuczynski, que habló ante sus acusadores del Congreso por poco más de medio hora –después su abogado lo haría por más de hora y media– empezó su defensa señalando que estaba ahí “enfrentando de pie” los cargos en su contra. Denunció una intención de la mayoría parlamentaria fujimorista de dar “un golpe contra la Constitución” y exigió respeto “a la voluntad popular” que lo puso en la presidencia. Horas antes, en un mensaje en cadena de televisión que dio el miércoles en la noche, el presidente calificó el pedido para destituirlo como “un golpe disfrazado de legitimidad”.

“No está en juego la vacancia (destitución) de un presidente, sino la democracia que tanto le costó al país recuperar”, dijo PPK, en referencia a la dictadura de los años 90 y su caída, cuyos actuales representantes han encabezado el pedido para destituirlo. Y luego, en tono dramático, cerró su alegato hablándole a la oposición no fujimorista: “No voten por la vacancia (…) está en sus manos salvar la democracia o hundirla por mucho tiempo”. 

Sobre los cargos en su contra por sus vínculos comerciales con Odebrecht cuando era ministro, PPK no dijo nada nuevo, dejó las mismas dudas, las mismas preguntas sin responder sobre el conflicto de intereses entre sus negocios privados y su función pública. Insistió en decir que no sabía nada de los contratos que su propia empresa firmaba con Odebrecht cuando él era ministro, por lo que su empresa cobró 782 mil dólares y él recibió utilidades. Salvo el oficialismo, nadie le creyó. Señaló que si negó una relación comercial con Odebrecht que sí tuvo, no fue una mentira, sino un descuido, un olvido. Luego su abogado calificaría eso como “una mentira venial que no merece el fusilamiento”. 

Con esa débil defensa, las únicas cartas que jugaban a favor de PPK para salvarle el cuello eran las denuncias de que el proceso de destitución había sido muy acelerado y no se había respetado el derecho a una adecuada defensa y el rechazo al fujimorismo y la posibilidad que saque provecho de la destitución del presidente.

“Votaremos contra la corrupción de Kuczynski, pero también contra el golpismo fujimorista”, dijo Marco Arana, líder del izquierdista Frete Amplio, ambigüedad que sembró las dudas sobre el voto de esa bancada, que hasta ayer se consideraban seguros para una destitución que ellos también promovieron. 

El Movimiento Nueva Izquierda, la segunda fuerza de izquierda del Congreso, que también tiene diez miembros, fue muy crítica con Kuczynski, pero aseguró que de ninguna manera respaldará “las intenciones golpistas” del fujimorismo para capturar el poder. Desde la izquierda aseguraron que el caso Kuczynski pone en evidencia una “crisis terminal” del modelo económico neoliberal que “ha privatizado el Estado” y “favorece ese lobismo y esa corrupción” y exigió una nueva Constitución que cambie ese modelo pro empresarial.

Si Kuczynski es destituido lo debe suceder en el cargo su primer vicepresidente, Martín Vizcarra, embajador en Canadá, que regresó al Perú. Pero el miércoles en la noche, Kuczynski aseguró que si él es destituido sus dos vicepresidentes renunciarán. Si esto ocurre, ocuparía la presidencia el presidente del Congreso, el fujimorista Luis Galarreta, quien llamaría a elecciones adelantadas, las que se realizarán con el fujimorismo controlando todos los estamentos del Estado. Un escenario ideal para el fujimorismo y riesgoso para la democracia.