En 2005, el músico, poeta, historiador y performer Gabo Ferro retornó a la escena musical de Buenos Aires con su debut como solista, Canciones que un hombre no debería cantar, un disco rupturista, transgresor y en sintonía con las discusiones de su época. Ahora, en pleno 2025, la cantante e intérprete Sandra Aguilar retoma ese legado y ofrece versiones libres del artista de Mataderos a través de una presentación musical titulada “Canciones que una lesbiana no debería cantar”. “Sus recitales, que eran estas misas laicas, eran instancias de transformación y por lo tanto de sanación a nivel individual, pero también colectivo. Y eso es lo que quiero recrear. No es un homenaje a Gabo”, explica Aguilar sobre el recital del domingo 10 de agosto a las 20 en Casa Brandon (Luis María Drago 236). “Una misa es un ritual y un recital es eso: un tiempo fuera del tiempo. Los recitales nos reúnen en torno a una experiencia compartida de sentido”.
“Cuando lo escuché en vivo por primera vez fue como entrar al océano y me metí hasta el fondo de las profundidades. Y en algún momento, cuando a él le pareció, fui arrojada de nuevo a la realidad”, recuerda Aguilar, quien conoció la obra de Ferro hace diez años y a partir de ahí trató de “no perderse nada”. “Fue una experiencia profundamente transformadora. En su obra encontré un montón de matices y mucha polisemia. Una irreverencia, una manera de decir y una lírica que me resultó profundamente conmovedora, además de su performance y su voz. Y una carga política también muy marcada”, dice. “Sentí algo que no sentía usualmente cuando iba a escuchar música en vivo. Entré en el trance que él nos proponía. Esa experiencia arrasadora fue un antes y un después ”.
El repertorio incluye canciones de toda su obra, como “Volví al jardín”, “La silla de pensar”, “Soltá”, “Lo que te da terror”, “Soy todo lo que recuerdo”, “Un eco, un gesto, una señal”, “Como la maleza”, “Detenido y andando”, “El beso urgente”, “El jardín más bello”, “El extrañante”, “Volver a volver”, “Solo tenemos ciencia” y “Como un motivo”, entre otras. “La exploración como intérprete tiene que ver con re-territorializar. Liliana Herrero dice que ser intérprete es interrogar la canción original. Por eso no es un tributo y yo no hago covers”, sostiene Aguilar, quien también es profesora en Ciencias de la Educación. “Como intérprete una jamás copia el original sino que le hace preguntas a la canción. En mi caso, cantar es contar”, precisa.
“¿Qué me dice ‘La silla de pensar’ cantándola hoy cuando gobierna este presidente? ¿Por qué necesitó cantarla hoy?”, se pregunta. “Es volver a preguntarse lo que significa para una en un momento histórico determinado. Y también explorar algunos matices que no son los más explorados en Gabo. Él podía tener una sutileza y una delicadeza muy fina, pero en la voz de una lesbiana hay algo de la dulzura, de la ternura, hay otras emociones con las que nos vinculamos quienes fuimos socializadas como mujeres que vienen como parte de nuestra educación emocional. Y yo puedo transmitir desde otro lugar algunas cosas. Entonces, las canciones también ganan alguna calidez”.
-¿Por qué lo pensás como un ritual y no como un homenaje?
-No se trata para mí de celebrar la obra de Gabo sino de ofrecernos a nosotras, a quienes lo escuchamos, recuperar el espacio del tiempo fuera del tiempo, de lo que hace una misa laica. Que es generar este espacio donde nos volvemos a encontrar. El actual es un momento de profundo neoliberalismo que hace que cada quien se repliegue individualmente a sobrevivir, porque estamos en una coyuntura de profunda violencia, crueldad y crisis económica que te obliga a generar más trabajo para poder llegar a fin de mes. Entonces, el recital nos reúne, nos brinda un clima de recogimiento y nos propicia una experiencia compartida de sentido. Y al mismo tiempo, por las características de la obra de Gabo, pero también de la interpretación, se ofrece un espacio de transformación y reparación. Porque vibrar colectivamente en un recital me parece fundamental.
-¿Cómo se interpreta a Gabo Ferro? Porque gran parte de su obra era su propio cuerpo, su propia voz.
-Siendo irreverente. Por empezar, el recital se llama "Canciones que una lesbiana no debería cantar". Es un reconocimiento, por un lado, a este gesto de Gabo en su primer disco donde vuelve a visibilizar o se reconcilia con la sensibilidad masculina, y la pone en un lugar central. Y ahí él es irreverente. Entonces, es la irreverencia a la irreverencia nombrar al recital de esa manera, sobre todo en una coyuntura en la que a las lesbianas hoy las están criminalizando y asesinando. Entonces, decir lesbiana en voz alta en esta coyuntura es algo difícil. También interpretarlo siendo irreverente es no respetar algunas cosas. Por ejemplo, yo tomo decisiones como intervenir los marcadores de género en la canción. En lugar de hablar de "El amigo de mi padre" hablo de "La amiga de mi madre". Entonces, la protagonista de la historia pasa a ser una lesbiana y no es lo mismo. Porque para el régimen heteronormado y patriarcal no da lo mismo ser varón que ser mujer, ser lesbiana que ser gay. Gabo abría muchísimo los sentidos y nos dejaba a quienes lo escuchábamos hacer nuestra libre interpretación.